BARROCO
El
escenario, campo de batalla
Título: Barroco.
Autores: Darko Lukic y Tomaz Pandur.
Traducción: Álvaro García Meseguer.
Dramaturgia
y ayudante de dirección: Livia Pandur.
Música
original: Silence.
Coreografía: Nacho Duato.
Escenografía: Numen.
Vestuario: Angelina Atlagic.
Maquillaje
y peluquería: Romana
González.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Manipuladores
de escenografía:
Alicia
Calot,
Aaron Lobato, Manuel Moya, Ángel Sánchez
Construcción
decorados:
Odeón
Decorados, S.L.
Solistas: Margarita Sikoeva (violín),
Dragos Balan (violonchelo) y Ricardo Bini (piano).
Intérpretes: Blanca Portillo (Marquesa de
Merteuil),
Asier
Etxeandía (Vizconde de Valmont) y Chema León (Barroco-
el Navegante).
Orquesta: Escuela Sinfónica de Madrid.
Ayudante
de dirección de orquesta:
Juan
Portilla Franco
Dirección
de orquesta:
José Antonio Montano
Dirección: Tomaz Pandur.
Duración:
1 hora
y 40 min. (aprox.)
Estreno
en Madrid: Centro
Cultural de
la Villa,
12 – IX - 2007. |
ASIER ETXENDÍA/BLANCA PORTILLO
FOTOS: JAVIER NAVAL |
FOTO: JAVIER NAVAL |
Barroco está basada en Las amistades peligrosas, pero no es una
versión teatral de
la misma.
La marquesa de Merteuil y el vizconde
de Valmont, los protagonistas de la novela epistolar de Choderlos de Laclos, son dos
libertinos, en un tiempo cómplices, cuando ambos eran fieles a unos principios
en los que lo sensual preside las relaciones de la pareja, siendo el amor el
gran ausente, y, luego, cuando él se aparta de ellos, rivales, que se enfrentan
en una guerra sin cuartel que les conduce a la mutua destrucción. En la pieza
que han escrito Darko Lukic y Tomaz Pandur, encontramos a los mismos
personajes entregados, en vísperas del estallido de
la Revolución, a un
ejercicio de seducción y sometimiento. Así sucede en el original del que parten
y así sucede en esta
pieza dramática. Pero lejos de seguir en ella los
pasos de Laclos, los autores trazan su propio camino, que no es sino la reflexión a la que
les invita la lectura de
la
novela. Una reflexión en la que están presentes los
acontecimientos que muy poco después de su escritura sacudieron al mundo, de
modo que la historia dieciochesca cobra otra dimensión más universal, pues
incorpora los cambios profundos producidos en el mundo en el campo de las
relaciones humanas. En ese recorrido, algo han tomado de Cuarteto, la pieza de Heiner
Müller, que también partió de la obra del francés para elaborarla. El
resultado es una obra en la que, bañados por un erotismo más real que
sugerido, están presentes el sufrimiento, el miedo, la mentira, los celos, la
desesperación y el odio. Sin embargo, en una pirueta final que parece desmentir
la tormentosa relación de los protagonistas, Valmont se transforma en
una dama que parece el doble de Merteuil. Un acto de travestismo que
sugiere que los roles del hombre y de la mujer son intercambiables o que las
barreras entre lo masculino y lo femenino son imperceptibles. También cabe que,
con ese gesto, el vizconde desvele su admiración por un ser al que no le
importaría parecerse.
CHEMA LEÓN
FOTO:
JAVIER NAVAL |
Acompaña
a los dos protagonistas otro personaje que no aparece en las obras de
referencia. Se trata de Barroco, nombre que da título a la
obra, cuyo significado, aplicado a esta propuesta escénica, no resulta
esclarecedor. No parece que se trate de una referencia al estilo artístico de
ese nombre, pues tuvo su desarrollo entre finales del XVI y mediado el XVIII,
aunque fuera en tiempos de Rousseau y Diderot cuando la literatura lo
acogió. Podría vincularse a cualquiera de los múltiples significados que unos y
otros le han ido atribuyendo, hasta convertir el vocablo en un auténtico cajón
de sastre semántico. El más adecuado sería el que se refiere a lo excesivamente
cargado de adornos. Sin embargo, el propio Pandur desmiente esa interpretación al remitirse al origen portugués de la
palabra, que traduce equivocadamente como diamante en bruto, cuando en realidad
alude a una perla irregular. Se refiere, así, a una riqueza
que anida en nuestra mente y que nace de las emociones. En todo caso, el personaje, también
llamado
El
Navegante porque un barco de vela anclado a su brazo invita a viajar a través del tiempo
y del espacio, actúa como enlace entre la época en que transcurre la acción y
el espectador de hoy. Es un tipo decadente, bello y ambiguo, que ejerce la
doble tarea de narrador y de portavoz del discurso contemporáneo de Pandur. Siendo tan importantes las
funciones que su creador le otorga, sin embargo su presencia actúa como lastre que
quiebra la fluidez de la feroz pelea que enfrenta a los protagonistas.
A. ETXENDIA/B. PORTILLO
FOTO: JAVIER NAVAL |
Con una
escenografía más sobria que en otras propuestas de Pandur, consistente en gruesos muros articulados que delimitan el
campo de batalla en el que combaten Merteuil y Valmont. No es su única
función. Manipulados desde su cara invisible, se desplazan levantando barreras
entre los personajes o cerrándoles las salidas cuando rehuyen el combate. Su
disposición hace grande el escenario o reduce sus dimensiones hasta convertirlo
en un espacio claustrofóbico. Por él se mueven los tres actores. Blanca Portillo, que es la marquesa,
pero también asume en algún momento el papel de
la presidenta Tourvel,
sube un escalón más en su irresistible ascensión al lugar destinado a los
grandes de
la escena. Su
identificación con los personajes que interpreta
es tal que se hace difícil imaginarlos en la piel
de otra actriz Quien parecía
destinada a ocupar un
lugar
digno en el campo de la comedia viene demostrando, en cada nuevo trabajo, su
versatilidad y talento para abordar todos los géneros dramáticos. En esta
ocasión ha afrontado uno de los retos más difíciles y ha superado la prueba con
sobresaliente. A gran altura están también sus compañeros de reparto, Asier Etxeandia en el papel de vizconde,
y Chema León, en el de Barroco.
Toma¾ Pandur ha hecho
un trabajo riguroso, pulcro y de gran belleza estética, como es habitual en él.
Pero no todo el espectáculo atrapa con igual fuerza al espectador. A veces, la
acción se hace morosa y el interés decae. Pero levanta el vuelo cuando irrumpe la vibrante música de Silence y cuando la danza, inspirada por Nacho Duato, rige los movimientos de los actores. |
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BLANCA PORTILLO/ASIER ETXENDIA
FOTO: JAVIER NAVAL |
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