HAMLET
DEMIURGO, POR CONTROL
REMOTO,
DE
LA CORTE
DE DINAMARCA
Título: Hamlet
Autor: William Shakespeare
Traducción: José Ramón Fernández
Versión: Toma¾ Pandur
Composición
Musical: SILENCE
(Boris Benko, Primoz Hladnik)
Escenografía: Numen
Iluminación: Juan Gómez Cornejo (AAI)
Vestuario: David Delfín
Sonido: Mariano García
Producción: Teatro Español de Madrid, 2009
Fotos
de ensayo:
Javier
Naval
Fotos de Escena: Aljosa Rebolj
Asistente
a la dirección:
Pablo
Viar
Colaboradora
de dirección y dramaturgia: Livija Pandur
Intérpretes:
Blanca
Portillo (Hamlet),
Hugo Silva (Claudio),
Susi Sánchez (Gertrudis),
Asier Exteandia (Espectro),
Manuel Morón (Polonio),
Félix Gómez (Horacio),
Nur Al Levi (Ofelia),
Quim Gutiérrez (Laertes),
Eduardo Mayo (Rosencratz),
Santi Marín (Guildenstern),
Damià Plensa (Rosencrantz),
Aitor Luna (Guildenstern),
Manuel Moya (Marcelo)
Duración: 3h 45m (incluido el descanso)
Estreno
en Madrid: Matadero,
Naves del
Español,
12 – II - 2009 |
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Un
Hamlet interpretado por una mujer, no
es nuevo. En 1899 la inquieta actriz francesa Sara Bernhardt interpretó a Hamlet en el Teatro de
la Princesa de Madrid – hoy Teatro María Guerrero – y en 1900, para
la Exposición
de París, se atrevió con el vacilante cine, rodando el corto Le Duel d'Hamlet (El duelo de Hamlet), repitiendo
la experiencia teatral. Tanto en el
teatro como en el cine,
la Bernhardt pretendía
ser un hombre y comportarse como los hombres. Le siguieron otras tantas.
El
papel de Hamlet, interpretado por una actriz tuvo dos tendencias. Hamlet
es un hombre, o la otra teoría por la que nació mujer y se educó como hombre.
De esto se puede obtener más información en www.madridteatro.net y a ello me
remito
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Ahora le
toca a Blanca Portillo vestir las
equivalentes calzas de hombre. Blanca,
en España, ha terminado por ser la “actriz” de Toma¾ Pandur, así como también lo es el
“actor” Axier Etxeandía, que dejó de ser maestro de ceremonias en el exitoso musical Cabaret para
interpretar a Dante en Infierno de Pandur.
Éste emparejó a Axier
y a Blanca en Barroco la temporada anterior. La pareja parece guardarse fidelidad
y han aceptado repetir en este “panduriano” Hamlet.
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Blanca
Portillo
asume el andrógino personaje que sugirió el inglés
Edward P. Vining en El misterio de Hamlet (1881) y del que, ahora, se apropia Toma¾ porque, según él, el sexo de Hamlet importa poco o mucho. Poco en
cuanto que lo crucial es su presentación como Príncipe de Dinamarca y por ello se permite elaborar un supuesto a
partir del modo de reaccionar del propio Hamlet en sus dimensiones sexuales y
su relación con Ofelia. La tal hipótesis es la ya conocida de que Hamlet
“nació chica, pero se presenta al pueblo
como Príncipe de Dinamarca”, recuerda José
Ramón Fernández, traductor de esta versión. Este supuesto se confirma con el
desnudo integral de
Hamlet-Blanca
para entonar el tan cacareado
“ser o no ser”, que Blanca emite
de un modo connatural y magistral . Pandur va más allá de la mera
suposición del nacimiento femenino y la educación masculina. Se aferra a esta
teoría para mostrar el lado femenino de Hamlet, y así situarse en la corriente
actual de que lo masculino-femenino habita en todo ser humano. |
MANUEL MORÓN/BLANCA PORTILLO
FOTO: ALJOSA REBOLJ |
NUR AL LEVI (OFELIA)
FOTO: ALJOSA REBOLJ |
Tal presupuesto, no descabellado, no parece
sea necesario para aceptar que Hamlet
lo interprete una mujer, sobre todo cuando una actriz como Blanca Portillo tiene la virtud de desaparecer bajo la máscara de
sus personajes y es capaz de trasmitir la más sutil feminidad como la más
arisca masculinidad. Por otro lado, el Hamlet shakesperiano es un joven de
carácter sensible, enfundado en un gabán de filósofo y con un corazón demasiado
exprimido por el odio. Este
desquiciamiento
de personalidades ha llevado
a diversas interpretaciones, según se
cargue más la mano en un aspecto que en
otro. Por eso, hay quienes han conducido a Hamlet por el lado romántico y
melancólico y otros por la sed de venganza. Pandur ha preferido construir un ser poliédrico y nos transmite un Hamlet
muy bien revestido de carne y con las contradicciones que atenazan, desde
los comienzos, al ser humano: la bondad y la maldad, frutos de la propia
limitación humana. A lo largo de la representación tal dualidad es constante y
ello nos lleva a bendecirlo o a condenarlo. Este Hamlet llega a momentos
de crueldad. Visto así, Hamlet no es ni hombre ni mujer,
sino la propia esencia del ser humano. Hamlet somos todos. Si Hamlet
siempre ha sido el protagonista de esa tragedia, aquí esta dimensión está
potenciada.
Blanca Portillo encarna a
la perfección esta concepción “hamleto-panduriana” y su identificación es tal,
que se nos hace imposible pensar en una posible sustitución. Claro que la
experiencia da que nadie es imprescindible en este mundo y siempre hay nuevas
soluciones.
Hamlet, además de
la intriga y de los posibles efectos escenográficos, es obra de texto como todas las de Shakespeare. A lo largo de la historia
de la representación, el recitado de los textos shakesperianos ha seguido la
moda y estilo de la época. Imagino que cada espectador, criado en el entorno
que le tocó vivir, sería sensible a lo que un actor nos comunicaba a través de su
palabra. En los últimos tiempos ha habido de todo, algunos de los cuales nos
ofrecían la retórica y la vaciedad ampulosa del recitador. El gran desafío es
mantener el habla pulida shakesperiana y la comprensión para un espectador de
hoy,
evitando
todo retoricismo. No están los tiempos para
retóricas o aspavientos grandielocuentes. |
ASIER ETXEANDÍA/HUGO SILVA
BLANCA PORTILLO |
José Ramón
Fernández,
traductor de esta versión, ha sabido compaginar la dignidad del lenguaje y la cercanía
a nuestra época. A ello ayuda, indudablemente, el modo de interpretar de los
actores que, sin perder la fuerza de las palabras, nos las hacen más digeribles
y veraces.
FOTO:
JAVIER NAVAL |
Y ya que estamos en la faceta
interpretativa hay que señalar un buen trabajo en todos. No obstante -
es posible que sea una manía personal - dentro de esta excelencia hay algo que
me cuesta integrar. Los personajes de Claudio (Hugo Silva) y Polonio (Manuel Morón), en sus momentos más agresivos acuden al desaforado grito,
y el grito no es fácil en teatro, aunque lo sea en la vida real, si no está
bien modulado y éste no es el caso. Aquí el grito se hace más incómodo una vez
que se usa la amplificación microfónica. El teatro que
cada vez más,
recurre a tal ayuda electrónica se acerca al cine en la
expresión verbal y éste siempre es mucho más discreto. Debería tomar ejemplo. Pero,
dejando de lado la técnica, tal explosión oral externa se entiende menos en el
personaje de Claudio, en el cual, prácticamente, casi todas sus
intervenciones son gritadas, y no se ve la razón una vez que Claudio
llega a estar definido como una “serpiente”.
Imagino que son pautas de dirección y menos de libertad interpretativa por
parte del actor. |
VICIOS
PRIVADOS,
PÚBLICAS
VIRTUDES |
No hay que buscar una literalidad
shakesperiana en el orden de escenas, ni de que estén todos los textos. No se
ha pretendido. Ello no impide que el espectáculo nos llegue bien y la tragedia
hamletiana se transmita muy a flor de piel. Es un Hamlet descontento con todo el sistema – no solamente motivado por
el crimen de su padre - y enfrentado a él, mediante la agresión, el sarcasmo,
la desfachatez y el mundo orgiástico sexual. El descaro de agresión sexual de
la que hace alarde el propio Hamlet y la corte danesa me ha
recordado la concepción que el cineasta Miklos
Jancso tiene del príncipe heredero Rodolfo
de Habsburgo – hijo del emperador de Austria Francisco José y la famosa Sisi
– en la película Vicios privados,
públicas virtudes, el cual organiza una gran orgía con los hijos e hijas de
las grandes familias para así chantajearlas y poder vengarse, una vez que sus
colaboradores han sido encarcelados. El motivo es el enfrentamiento con su
padre al querer otro tipo de estado
para
el Imperio: los Estados Confederados. Lo mismo que el
Rodolfo de Jancso se mueve en una corte intrigante y la
combate con el descaro sexual como protesta, aquí hay algo similar en el
tratamiento, aunque, indudablemente, va más allá que la película de Miklos Jancso. Rodolfo es un
ser contestatario y procaz que hace de la protesta un gran espectáculo de
divertimento. Este Hamlet llena de amargura y crueldad su contestación. Los dos
coinciden en ser unos grandes directores de escena y montar un trágico
espectáculo que controlan en todo momento, como expertos marionetistas.
ASIER ETXEANDÍA |
Uno de los puntos centrales en Hamlet
es la vuelta desde el más allá de su padre (Asier Etxeandía), pidiendo venganza y comprometiendo a su hijo para
que la lleve a cabo. Pandur acierta
en la construcción de este personaje al presentarlo como el auténtico artífice
de todo, convirtiéndose Hamlet en un demiurgo guiado por
control remoto. La aparición del espectro-padre en el reino de los vivos es de
un gran efectismo y eficacia narrativa.
A
lo largo de la historia teatral de Hamlet,
el espectro ha recorrido las tradicionales transparencias de las gasas hasta llegar
a los hologramas. Pandur ha
preferido los elementos teatrales – que no vamos a desvelar – pero que son de
un gran acierto, en el que el elemento agua es protagonista. No solamente se
apartan de lo trillado, sino que son un gran
hallazgo.
Espectáculo y eficacia narrativa se aúnan de un modo magistral.
Otro
de los elementos a destacar es la concepción del espacio escénico. Algo insólito.
Un laberinto de cortinas – negras, blancas y rojas - con vida propia nos
trasladan de un espacio a otro guiadas por un serpenteante carrusel en las
alturas. Amén de ubicarnos en diversos espacios, nos comunican una serie de
sensaciones acordes con los sentimientos y todo ese deslizarse del cortinaje en
rieles octogonales, sugieren las serpientes de una corte, que anidan en todos
los personajes. Ello se complementa con una iluminación muy cuidada en cada
momento. Se juega también con el elemento agua en el suelo que funciona como
reflejo, como frontera de los diversos espacios y proporciona a todo el
conjunto una cierta tristeza como es lo propio de los paisajes húmedos.
FOTO: ALJOSA REBOLJ |
En Hamlet
siempre se habla del grupo de cómicos que llega a la corte. Hamlet,
una serpiente también él, es retorcido para denunciar el asesinato de su padre.
Los cómicos representan, bajo las pautas del propio Hamlet, una situación,
calco de lo ocurrido. En esta versión no existe claramente. Sí hay un
distanciamiento al final de la primera parte entre personajes y actores. Todos
se saludan con sus nombres y no con los de sus personajes.
Son
los cómicos. Posteriormente durante media
hora – la fijada para lo que tradicionalmente se llama descanso – Asier Etxeandía y el resto de los
actores, menos Blanca, nos deleitan
con un espectáculo-cabaret, en el que Asier
despliega sus dotes de cantante. Como todo cabaret pretende ser provocativo en gestos y relación con el
público. Imagino que quiere ser la representación de los cómicos del Hamlet tradicional. Asier tiene fuerza en su canción pero la credibilidad del resto de
los actores como figuras de cabaret restalla y no llega a convencer. La
sensación que se tiene es que se despega del resto y se alarga en exceso. Un
miércoles, con predominio de público joven, este interludio obtuvo enardecidos bravos
y aplausos.
La
supresión explícita de estos cómicos que llegan a la corte danesa, puede tener
su explicación al enfocar a Hamlet como el gran director de
escena – guiado por su padre/espectro – desde que la obra comienza.
Se
ha hablado de lo masculino/femenino en Hamlet. Lo masculino lleva a la
brutalidad y lo femenino a la conciliación y la sensibilidad. Esta dualidad no
queda tan clara. La impresión general que se tiene es que Hamlet es todo brutalidad.
Lo femenino se ha perdido.
Otro
de los personajes que se desvanecen es Ofelia. Es cierto que Ofelia,
en su relación con Hamlet y en el entramado de la historia, no es un personaje
agradecido. Casi siempre desaparece, pero aquí más.
Si
en todo la primera parte el interés es constante, en la segunda parte la
potencia y vitalidad de la tragedia a duras penas se mantiene viva y el interés
decrece. Se desea que el inexistente telón
caiga.
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