HOMENAJE A LOS MALDITOS
GLORIOSAS MOMIAS
Título: Homenaje a Los Malditos.
Autor: Eusebio Calonge.
Dirección y espacio escénico: Paco de la
Zaranda.
Intérpretes: Gaspar Campuzano, Enrique Bustos,
Francisco Sánchez (Paco de la Zaranda),
Fernando Hernández, Ana López, María Duarte y Ana Oliva.
Compañía: La Zaranda (Teatro Inestable de
Andalucía La Baja).
Estreno en Madrid: Teatro Español, 8-IX-2005. |
FOTO: AGUSTIN HURTADO |
Vuelve
La Zaranda a sus escenarios decadentes, antesalas de la
muerte, tal vez panteones habitados por difuntos. En Vinagre
de Jerez, se trataba de una vieja y polvorienta bodega. En
Ni sombra de lo que fuimos, su obra más reciente, de una
feria vacía en la que solo queda en pie un tiovivo destartalado.
En
FOTO: AGUSTIN HURTADO |
este ocasión, nos introduce en un café que fue lugar de
encuentro de escritores y artistas, sede, tal vez, de alguna de
aquellas tertulias que reunían, en torno a una mesa y al maestro
de turno, a poetas en ciernes, a plumíferos condenados al
fracaso, a envidiosos de lengua viperina y a otros
representantes dignos o indignos, tanto da, del mundo del arte.
Poco queda de aquel templo de la cultura y, lo poco que queda,
muestra las dentelladas del tiempo que no perdona. Mesas y
sillas desvencijadas, un espejo sin azogue, cortinones
deslucidos, libros viejos desencuadernados y un reloj que se
balancea suspendido en las alturas. En el decrepito salón se dan
cita algunos de los que le frecuentaban. Se reúnen para rendir
homenaje al más ilustre de todos ellos, homenaje fuera de lugar,
por tardío, pues
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quién que lo recibe llega al acto convertido en
una momia. Dos celadores le transportan en una silla desde un
extraño deposito en el que se malconservan los cuerpos de los
que han pasado a ser historia. No están lejos de alcanzar el
mismo estatus de despojo humano los organizadores del acto,
tipos extravagantes de aspecto fantasmal que dan sus últimos
coletazos en este mundo con mucha bulla y mala baba.
Los de La Zaranda se declaran, en cierta medida, parientes de
Valle-Inclán. Lo son, sin duda, aunque no se reconocen como
herederos de él. “Desembocamos en Valle”, dicen. Y es que
consideran que su teatro nació con ellos, sin influencias
extrañas. Paco Sánchez, que suele actuar como portavoz de la
compañía, afirma que no creen en ningún método, que con ellos va
la fe teatral y que, cuando encuentran una fórmula, la
destruyen, porque cada nuevo trabajo requiere un nuevo vuelo. La
realidad es otra. Aunque nunca aludan a ello, el teatro que hace
La Zaranda es deudor del de Kantor, sobre todo a partir de su
desaparición en 1990. Se diría que hizo suyo el Teatro de la
Muerte del genial polaco. Si algo le distingue de éste, es el
barniz de humor negro que extrae de sus raíces sureñas, en
concreto de esa Andalucía La Baja en la que no es infrecuente
que risa y amargura vayan de la mano. La insistencia en repetir
la misma estética en sus espectáculos y en abordar en todos
ellos idénticas cuestiones tiene el inconveniente de que cada
nueva producción parece un calco de las anteriores. En eso,
también se parecen a Kantor, cuyos últimos trabajos repetían
cosas ya vistas.
FOTO: AGUSTIN HURTADO |
En Homenaje a los malditos no hay quiebra de su trayectoria. En
escena están los actores de siempre, con su demostrada eficacia
y tan identificados con sus personajes, y alguna actriz que se
ha incorporado al elenco para la ocasión. Ofician la ceremonia
fúnebre a la que nos tiene acostumbrados, pronunciando, con sus
voces rotas, discursos ininteligibles y frases breves y
sentenciosas, que se repiten como en una letanía sin fin.
Deambulan con andares torpes propios de borrachos, sonámbulos o
moribundos. Y no falta el acompañamiento de la música, que se
hace atronadora en los momentos álgidos. Sin embargo, en esta
ocasión, La Zaranda, sin dejar de ser ella, ha introducido en el
espectáculo elementos plásticos que encajan perfectamente en su
estética expresionista y contribuyen a romper la rutina en la
que habían caído. Viendo los resultados, sorprende que no hayan
recurrido a ellos antes. Desde el motivo del cartel, una de los
cuadros tenebristas de Valdés Leal, hasta la asimilación de las
pinturas negras de Gutiérrez Solana, con su máscaras y las
escenas inspiradas en los tétricos carnavales castellanos, todo
ayuda a que La Zaranda vuele, con renovados bríos, más
alto que nunca.
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