HAROLD PINTER
o
LA HIPERTROFIA DE
LA SITUACIÓN
HAROLP
PINTER,
Tras conocer la concesión del Premio Nobel |
LA ÚLTIMA COPA, 2007
TEATRO ESPAÑOL, 2007 |
La aparición escénica de Pinter se produce en los años en
los que el clima del teatro y de la sociedad inglesa está experimentando un
cambio profundo. Los llamados angry young
men -otra etiqueta notablemente popular, pero de contornos semánticos
demasiado vagos- constituyen una manifestación de esa actitud de rebeldía e
insolencia frente al mundo creado por las generaciones anteriores y al que los
jóvenes consideran exquisito, puritano, falseado e hipócrita. Este punto de
vista no es muy distinto del que ofrecen los jóvenes de otros
países occidentales, asqueados por las
secuelas de una guerra que ha hecho perder la confianza en
valores, esperanzas
y normas que se consideraban
intocables. Los Osborne, Delaney, Arden, Wesker
y el
propio Pinter, entre otros, muestran unas
relaciones humanas basadas en la hostilidad
y en la desconfianza, unos ambientes dominados por
la sordidez física y moral y unos personajes desencantados y con frecuencia
agresivos. El lenguaje abandona los territorios de la urbanidad y los límites
del eufemismo para desenvolverse con naturalidad, desenfado e incluso con
violencia, aunque no le falte tampoco un profundo sentido poético. |
HAROL PINTER,
MÁS ALLÁ DE
LA GENERACIÓN
AIRADA
Pero, aunque la
obra de Pinter no es ajena a las
propuestas de este grupo de dramaturgos -no demasiado cohesionado,
por otra parte- tampoco se agota en los límites del hiperrealismo y del
descontento expresado a través de la protesta provocativa y airada de los
llamados angry young men. En Pinter, como también en Arden, Wesker e incluso Osborne, se advierte un deseo de
renovación formal acorde con la actitud y la visión del mundo desde la que
componen su dramas. Pero es Pinter quien llega más lejos en la representación de un mundo dominado por las
tensiones y la violencia, latente o presente, y por la profunda falsedad que
muestra el agudo contraste entre lo que los seres humanos exhiben y lo que ocultan.
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¿TEATRO DEL ABSURDO
PARA HAROLD PINTER?
VIEJOS TIEMPOS, TEATR STUDIO
VARSOVIA,
1984 |
Esta dimensión de su teatro aproxima su
obra a la de dos de sus autores favoritos, Beckett y Kafka, (probablemente habría
que pensar también en la afinidad con la obra de Ionesco), pero la etiqueta del absurdo aplicada a Pinter ha de ser utilizada con prudencia. Es más, la propia denominación de teatro del absurdo
puede resultar hoy imprecisa y vaga para designar a una producción escénica
demasiado amplia y dispersa como para caber en un mismo epígrafe, y, a la vez,
excesivamente excluyente,
en cuanto que aísla un fenómeno que forma parte
de una visión del mundo más amplia y que se
relaciona con otras manifestaciones, teatrales o no, del pensamiento y la
estética de los años cincuenta, sesenta y hasta de los setenta. Lo
existencial es fácilmente reconocible en el teatro pinteriano, con su carga de
angustia, con su imposibilidad para entender, por parte de los seres que protagonizan sus piezas, las reglas de un
juego extraño que es su propia vida, percibida así como un lacerante
misterio, que exige soluciones tan urgentes como imposibles. De ahí que su
literatura dramática roce con frecuencia lo onírico y se muestre en ocasiones
como una pesadilla, como un conjunto de situaciones inmersas en una atmósfera
irrespirable.
Pero, por lo demás, la supuesta relación de Pinter con el absurdo no lo obliga a
desprenderse del hiperrealismo dominante en su generación, de la crítica social
o de la adopción de un compromiso inequívoco, alejado de la vaguedad o la
ambigüedad que en ocasiones se atribuye -injustamente- al llamado teatro del
absurdo. Destacan en algunas obras de Pinter las referencias precisas a la sociedad inglesa contemporánea, las inequívocas
indicaciones espacio-temporales, la densa presencia de personajes y ambientes
reconocibles desde los modos de representación naturalistas y también desde
géneros escénicos tradicionales y diversos, que van desde el drama social hasta
el vodevil. |
El montacargas
vagabond acting
troupe
filadelfia, 2004 |
PINTER,
UN AUTOR DESCONCERTANTE
H.PINTER, JANE LOWE
LA VUELTA AL HOGAR
PALACE THEATRE,
WATFORD, 1969 |
Pero la
contemplación de las obras de Pinter o las lecturas de sus textos nos dan la impresión, al menos inicialmente, de un
autor hermético y un tanto
desconcertante. Sus piezas resultan porosas y opacas a la vez, susceptibles de
muchas interpretaciones y resistentes a una comprensión rotunda e
inconfundible. La porosidad y la opacidad del teatro pinteriano radican sobre
todo en una historia que se ofrece frecuentemente como variaciones o
posibilidades sobre el mismo tema (La
colección, o en cierto modo El amante,
por ejemplo), en el uso de la elipsis (Tierra
de nadie, El amante, etc.), en el extraño carácter de las relaciones
que se establecen entre los personajes (Retorno
al hogar, Tierra de nadie, El portero, La habitación, etc.), y, sobre todo,
la ausencia de antecedentes de los personajes, lo cual los convierte en
desconocidos
entre sí, para el
LA
VUELTA AL HOGAR
NORTHCOTT
THEATRE, EXETER, 1969
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espectador y para el
autor mismo.
Este rasgo es especialmente perceptible en
El
montacargas, en El portero, en La habitación o en Tierra de nadie, por ejemplo, pero, de
una manera o de otra, puede observarse en casi toda la producción pinteriana.
En este sentido sí cabe hablar de una alternativa a los procedimientos
empleados por el naturalismo, que hace
de la historia de los personajes uno de los pilares básicos del teatro, tanto
desde el punto de vista de la escritura, como desde los criterios de la
interpretación y la puesta en escena. No ocurre así en el teatro de
Pinter, donde los personajes irrumpen
en la escena sin que nadie sepa nada de ellos, y sin que ellos transmitan más
que aquello
que constituye la situación dramática.
Este conjunto de rasgos propios del
teatro de Pinter se relacionan con
un aspecto que caracteriza su producción dramática toda: el predominio de la
situación sobre la historia. Es esta una nota específica, pero no exclusiva de Pinter. Buena parte del teatro
contemporáneo busca el aligeramiento de la historia tradicional y potencia, por
el contrario, la situación dramática. La trama se adelgaza, los personajes
muestran exclusivamente el perfil requerido o configurado por la situación. Los
procedimientos psicologistas, biológicos o sociales del naturalismo o la
ascendencia heroica o mítica, que procede de la tragedia clásica y de sus
continuaciones históricas, dejan paso a personajes de estirpe más humilde,
aunque de no menor eficacia dramática, fugaces en ocasiones, pero inquietantes
siempre.
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El amante
ligero malestar
TEATR DRAMATYCZNY
VARSOVIA, 1996 |
HAROLD
PINTER |
La situación tiende a crecer y los
episodios de la trama a reducirse o a simplificarse. En el teatro de Pinter esta tendencia alcanza uno de
sus puntos culminantes en el panorama escénico contemporáneo. La situación se
agiganta y se convierte en algo monstruoso que fagocita y paraliza en cierto modo
la historia, hasta tal punto que podríamos hablar de una hipertrofia de la situación. Este rasgo se percibe con
claridad en dramas como El portero, El montacargas, La habitación, Retorno al
hogar, Tierra de nadie e incluso
en El amante o La colección.
El traslado del
foco principal de interés que va de la historia a la situación, contribuye, en
efecto, a ese hermetismo atribuido a Pinter,
y, en consecuencia, a la posibilidad de una interpretación plural de sus
textos.
La situación que se hipertrofia y parece no
avanzar, o al menos no lo hace de una manera lineal o
metódica, es más incómoda que la historia bien trabada. El ambiente parece
enrarecerse y el escenario transmite esas sensaciones angustiosas y opresivas
que aquejan a sus personajes.
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SITUACIONES DELIRANTES,
DISLOCADAS, DEFORMES
¿Qué tipo
de situaciones trabaja Pinter para
conseguir estos efectos? La primera impresión que recibimos de ellas es que se
trata de situaciones delirantes, dislocadas, deliberadamente deformes. Sin
embargo, remiten a situaciones frecuentes en el teatro: la irrupción de un extraño (El
portero, Tierra de nadie, La colección), el retorno de un antiguo habitante
de ese espacio (Retorno al hogar, La
habitación y, en cierto modo, El amante),
una historia de triángulo o de infidelidad matrimonial
(El amante,
La colección), la adopción de distintos
papeles - teatro dentro del teatro - (El amante), la extraña misión conferida (El montacargas), el traslado forzoso de
un personaje a un espacio que anula su libertad (La penúltima), etc. Pero las situaciones parecen descomponerse,
convertirse en algo extraño desagradable, molesto, y, a la vez deforme,
monstruoso. La historia no avanza como sería previsible, según las maneras
tradicionales de desarrollarla, sino que gira en torno a sí misma.
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EL PORTERO (T. ABADÍA, 2006)
VERSIÓN DE CARLOS ALFARO |
TRAICIÓN (SALA GUINDALERA)
2007 |
Hay en esta concepción teatral
elementos que lo aproximan también a Beckett:
circularidad, situación distorsionada, ausencia de tratamiento lineal de la
historia, violencia latente o explícita, aspectos de carácter onírico, etc. Por
ejemplo, tras la trama de El amante o
de La colección -dos de las piezas
más transparentes de Pinter, pese a
su complejidad- pueden adivinarse los modelos del vodevil deliberadamente
trastornados, y también elementos de la comedia de enredo o de la comedia
psicologista. Se diría que Pinter parodia esos géneros desde un sano sarcasmo, como si los considerase
insuficientes por ingenuos o planos en el tratamiento de una realidad mucho más
profunda, compleja y perversa. De modo
semejante, en El
montacargas pueden advertirse elementos propios del género negro, pero también de la farsa que recurre al humor negro. Ben y Gus son víctimas de una broma macabra, pero broma al fin y al cabo. En Retorno al hogar quedan restos del drama
social y hasta del melodrama, y en la compleja pieza titulada Tierra de nadie podría pensarse en la
utilización de rasgos característicos de la vieja alegoría. |
PERSONAJES INVADIDOS POR
EL ABURRIMIENTO Y EL DESENCANTO
Pero Pinter busca trascender esos referentes. No se queda en ellos. Le
sirven para indagar en la situación de sus personajes, unos personajes pinterianos dominados casi siempre
por el aburrimiento y por el desencanto, cuyos orígenes suelen ser diversos: la
miseria, la rutina, la imposibilidad de actuar o la conciencia más o menos
explícita de que todo esfuerzo es inútil, etc. En efecto, es muy distinta la condición de los personajes de El portero, El amante, Retorno al hogar, La
colección o Tierra de nadie, por
ejemplo, pero en todos ellos se aprecia una paralización de sus actividades, de
sus posibilidades vitales, de sus iniciativas o de sus deseos. La situación que les sobreviene constituye así,
y a la vez, un alivio contra el tedio, pero
también una forma de desesperación delirante e
improductiva. |
THE BIRTHAY PARTY, FEBRERO, 1971
Lincoln
Center de Nueva York |
Pero volvamos a
la situación inicial del teatro de Pinter:
alguien llega y, como sucede en tantos textos dramáticos, altera el precario
equilibrio que reinaba en aquel ámbito. No hay demasiada diferencia respecto a
los modelos clásicos, excepto si consideramos que en Pinter estos efectos se acumulan, se repiten a veces, en lugar de
diluirse o de dejar paso a otras situaciones. Se anquilosan, o, como antes se
decía, se hipertrofian. Así, advertimos en sus dramas una verdadera obsesión
por el intruso. Es un teatro de cuerpo extraño. Hay una sensación
general de incomprensión, de inhabitabilidad, de descontento del hombre en el
mundo. Seres que viven de alquiler o que acuden a alquilar estancias ya
ocupadas (La habitación). Personajes
que entran casi por casualidad o por compasión y no quieren abandonar luego ese
lugar al que arribaron, pese a que les
sea hostil o incómodo (El portero, Tierra de nadie). Gentes que ocupan
lugares desapacibles y peligrosos (El
montacargas).
EL DOMINIO DEL ESPACIO
Es posible - e interesante - leer el
teatro pinteriano desde el concepto del espacio. Su obra está poblada de seres
que quieren penetrar en un espacio, seres que se niegan a abandonarlo o seres
que quieren marcharse y no pueden hacerlo. Todo lo cual lleva a una lucha sutil
o tosca por el dominio de ese espacio. Quien entra en un lugar, aunque este sea
provisional o desapacible, o aunque haya
sido acogido con generosidad) realiza tentativas de hacerse con el poder. (El portero, Tierra de nadie, pero
también El amante, La colección o La habitación) El teatro de Pinter establece
la
conflictividad
de las relaciones entre el hombre y el espacio o
entre los hombres por el espacio. |
FRANCES O’CONNOR, H. PINTER
FILM: MANSFIELD PARK, 1999 |
LIGERO
MALESTAR
(2007)
TEATRO ESPAÑOL, MADRID
CRISTINA SAMANIEGO, CHEMA MUÑOZ
FOTO: SERGIO PARRA |
Pinter ha hablado alguna vez de cómo han sido
determinadas imágenes las que han originado algunas de sus piezas teatrales,
por ejemplo, El portero. Y, en efecto, sus textos revelan esa fuerza y
esa permanencia tenaz de una imagen, habitualmente incómoda, desasosegante. A
partir de ella no es extraño que el lenguaje parezca insuficiente, que
se fracture, que se utilice más para
ocultar que para comunicar, que sea objeto de estrategia para la dominación
del espacio.
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