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LOS DESCAMISADOS
y
LA VERBENA DE LA PALOMA

LA INTIMIDAD DEL GÉNERO CHICO
BIEN CANTADO E INTERPRETADO

Título: Los Descamisados (Sainete Lírico en un acto)
Libro Carlos Arniches y José López Silva
Música: de Federico Chueca
Intérpretes: Javier Ibarz (Sandalio),
Juan Manuel Cifuentes (Pérez),
Enrique Ferrer (Forito), Javier Ferrer (El Pelao),
Juan Manuel Velasco (El Colorao),
Paco Sánchez Marín (El Chaval),
Marta Moreno (Eulogia), Saioa Hernández  (Silvina)
Estreno en Madrid: 31 de octubre de 1893,
Teatro Apolo
Título: La Verbena de La Paloma (o El boticario y las chulapas y celos mal reprimidos) (Sainete Lírico en un acto)
Libro: Ricardo de la Vega
Música: Tomás Bretón
Intérpretes: Juan Manuel Cifuentes (D. Hilarión),
Javier Ferrer (D. Sebastián),
Enrique Ferrer (Julián),
Lola Casariego (Señora Rita),
Francesca Calero (Susana),
Saioa Hernández (Casta),
Marta Moreno (Tía Antonia),
Javier Ibarz (El tabernero),
Carmelo Peña El sereno),
Beatriz de Urbina (Doña Severina),
Elena Ramos (Mariquita),
Carlos Fernández (Guardia 1º),
José Manuel Velasco (Guardia 2ª),
Paco Sánchez Marín (Mozo 1º),
Didier Otaola (Mozo 2º)
Estreno en Madrid: 17 de febrero de 1894,
Teatro Apolo de Madrid
 
Escenografía: Ópera Cómica de Madrid
Vestuario: Mariano Mara
Coreografía: Marco Berriel
Iluminación: Pedro Pablo Melendo
Realización de Escenografía: Altamira
Realización de vestuario: Cornejo
Realización de iluminación: Centro Cultural de la Villa
Jefe Técnico: Alfonso Cogollo
Maquillaje y peluquería: Jesús Gil Bermudez
Atrezzo: Mateos-Ópera Cómica
Sastrería: M. Teresa Becerro, Alejandro Carrasco
Regidor: Elena Vallala
Maestros repetidores: Juan Ignacio Martínez Ruiz
                                 Celia Laguna
Diseñador gráfico y ayudante de Producción: Juan Fernando de Nevreze
Fotógrafo: Brian Hallet
Coordinadora de Prensa: Alicia Rubio Martínez
Producción: Ópera Cómica de Madrid
Producción Ejecutiva: Concerto XXI
Director-gerente: Fernando Poblete
Orquesta:
Ensamble Instrumental de Madrid
Coordinación orquesta:
Andrés de Nevreze
Coro: Ópera Cómica de Madrid
Ballet: Ballet de Concerto XXI
Coordinadora ballet: Carolina Gómez

Vuelve la Ópera Cómica de Madrid al Centro Cultural con un programa doble, ambos dedicados al género chico, pero con la cualidad de esta Compañía: la búsqueda de  títulos olvidados. En este primer programa recupera Los Descamisados y lo presenta con otro de toda la vida: La Verbena de la Paloma.

Los Descamisados

De Los descamisados nos atrae, en principio, todo al desconocerse totalmente porque dejó de estar en el repertorio desde hace muchos años. Por La Verbena de la Paloma se siente la curiosidad, como siempre, de ver qué es lo que hay de nuevo en cuanto a la puesta en escena o bien gozar simplemente de una música y unos tipos que no aburren.


FOTO: SOFÍA MENÉNDEZ
Y vamos con Los Descamisados, título que suena a Revolución y clase social desamparada. Carlos Arniches y José López Silva firman un libreto con ribetes reivindicativos y de denuncia - ¿o de crítica al partido de los obreros? - en clave sainetera. El tema gira en torno a las elecciones municipales al Ayuntamiento de Madrid. El estreno coincide, casi, con las de este 2007, pero la fecha no parece que sea una intención sino una coincidencia.

Un aspirante a concejal, de cuna proletaria y por nombre Sandalio, comienza a tocar las teclas – sin pudor a la honradez – para llegar al cargo municipal. Fue proletario y ahora es empresario de una carpintería con obreros a su cargo, una esposa que no olvida sus orígenes y una niña enamoradiza de un periodista. Pretende que todos los que le rodean bailen a su son: a sus obreros les exige el voto, ya que de lo contrario se van a la calle; el novio – bilbaíno de pega – es un periodista y su medio informativo puede resolverle el aspecto publicitario; unos amigos – pícaros y matones – comprarán votos, previo pago; el barrio, proletario él y ubicado en la Plaza de la Cebada y alrededores, confían en que les sacará de precarios, y una mujer, la única sensata, con voz y voto en la casa sobre todos y sobre Sandalio, a pesar de que las leyes piden del momento se decantan por “la mujer con la pata quebrada y en casa”.

Aunque en clave sainetera, llama la atención la crítica sociopolítica del libreto, que, en principio es crítica al partido de los obreros. Hay acusación de corruptela en la compra de votos, de incongruencia ideológica en cuanto que predica la liberación de la mujer, pero la prefiere sumisa. No sé si la intención de los libretistas se quedaba en la crítica al partido de los obreros. Es posible. En ese caso los autores tendrían mucho tufillo a reaccionarios. También puede ser que esta crítica concreta sea una parábola para ir más lejos. A estas alturas, hemos visto muchas películas y no películas acerca de la corrupción en las urnas y, por lo tanto, esta historia de Sandalio y su ambición  se puede hacer extensible a toda clase política. Tenga lo que se quiera la amplitud de la denuncia, se cuenta con gracia, chistes y expresiones castizas.

Los personajes centrales son tres: Sandalio (Javier Ibarz),  Eulogia (Marta Moreno), su mujer, y el Sr. Pérez (Juan Manuel Fuentes). La pareja de enamorados – Silvina (Saioa Hernáddez) y el periodista Florito (Enrique Ferrer) - pasan a un segundo lugar.

La partitura de Federico Chueca es muy al uso de sus acordes y los aires musicales recuerdan, agradablemente, otras obras suyas. No hay grandes despliegues vocales y de hecho las voces masculinas van encomendadas a esa trillada nomenclatura en la zarzuela: tenor cómico. Las melodías parten de mazurcas, jotas, pasacalles, seguidilla… Se oyen con gusto.  La pareja de enamorados también aquí tienen poco protagonismo. Musicalmente se les reduce a una intervención minúscula en el dúo del Sr. Pérez y Eulogia, que es la que se lleva el protagonismo en la parte cantada.
FOTO: SOFÍA MENÉNDEZ

Orquesta, coros y cantantes suena bien y conjugan su canto con la parte interpretativa. Marta Moreno (Eulogia) – asidua a los espectáculos veraniegos de zarzuela -  es dueña de la interpretación. Es una cantante segura en el registro de personajes de reparto. Aquí goza de protagonismo y bien. Juan Manuel Cifuentes (Sr. Pérez) manifiesta un dominio de la escena a los dos niveles. Es ducho en recursos, pero tiene que cuidar que éstos no le sobrepasen y le sitúen en la sobreactuación. Bien escogido Javier Ibarz para Don Sandalio, un mequetrefe ante la imponente Doña Eulogia.

La escenografía sobria, discreta y eficaz se ha pensado para que pueda ser útil en La Verbena de la Paloma

LA VERBENA DE LA PALOMA

La Verbena de la Paloma es un título recurrente en el repertorio. Siempre es agradable volverlo a ver. El Teatro de la Zarzuela lo montó en el 2006 como gran espectáculo, trasladándolo a los años 30 y con un prólogo para cumplimento de ocupar más tiempo. La Verbena de la Ópera Cómica y aquella tienen un punto en común: el cantante Juan Manuel Cifuentes que interpreta a Don Hilarión y su concepción. No se trata de un vejete, sino de un bien alimentado cincuentón. En lo demás se atiene a una Verbena ambientada en su año: el 1894. También hay un tratamiento de la Tía Antonia, menos esperpéntico. A ésta se la ha solido presentar como una vieja bigotuda, ordinaria hasta las cachas y sin gusto en el vestir. Aquí el vestuario es más elegante y si se quiere toda ella más naturalista, salvo la obligada ronquera de la voz que exige el libreto:

La leche merengada me parece mejor
A ver si se me aclara esta pícara voz

Marta Moreno – generosa en anatomía – encarna a esta Tía Antonia y hasta se marca unos cadenciosos pasos de baile tras la soleá de la Cantaora. Por cierto en el programa de mano no se indica quién la canta. Imaginamos que Lola Casariego – la misma intérprete de la Seña Rita - , que al no tener que cantar en escena, puede hacer doblete. Y ya que estamos con Lola Casariego, no descubrimos nada nuevo si alabamos su timbre de voz. Es cantante segura, así como intérprete convincente.

La voces y coros vuelven a estar en su punto y felices en los concertantes. Es un gusto para el oído.

La Verbena de la Paloma, desde siempre me ha parecido un sainete muy peculiar y como cojo y con esta representación vuelve la misma sensación, potenciada por la observación de un espectador extranjero: “Tanto revuelo, en cuanto al argumento y al final todo se resuelve en nada”. Y esa ha sido siempre mi sensación con el tercero y último cuadro. Lo que sucede es que como ya se está habituado a ello pues se perdona ese apresurado final. 

La cojera está ya en la propia música. Su brillante composición rebasa los límites de lo que habitualmente es el género chico. Éste solía tener preludios y números sueltos magistrales, pero La Verbena es toda ella brillante musicalmente, hasta el punto de que los parlamentos son mínimos. Se ajusta más a lo que se ha llamado Ópera Cómica. Por otro lado, el argumento con cierta complicación argumental en el primer y segundo cuadro, se resuelve en picado y precipitadamente en el tercero y último cuadro, sin que los personajes puedan sufrir una conversión más racional. Cuando Julián pide ser llevado a la cárcel, la Susana, sin más, exclama:

Y a mí con él, señor Inspector

Una conversión inaudita.

La cojera sigue en los tres ambientes. Hay una ambición escenográfica que obliga a tres espacios totalmente diferentes y con mutación rápida, para no perder el ritmo de la acción. Es un quebradero de cabeza cuando la escenografía ha dejado de lado los telones pintados y algunos teatros no tienen telar. En casi todas las versiones siempre padece el tercer cuadro, que por otro lado es de una brevedad asombrosa. Si a esto se le añade espacios como el del Centro Cultural de la Villa, uno de los que no poseen telar, la obra de ingeniería teatral obliga agudizar el ingenio. En este caso el ingenio de la Ópera Cómica sale bien parado. Se logran los tres ambientes mediante pequeños aditamentos a los paneles sin que se interrumpa el ritmo total. Don Hilarión inicia sus coplas de Una morena y una rubia – por cierto aquí la Casta y Susana son castañas -  en escena y las termina con las cortinas corridas, mientras los tramoyista arremeten con la mutación escénica. La mazurca  bailada por las chulapas y demás personal en el segundo cuadro nos sirve de intermedio para el último cambio.


LA VERBENA DE LA PALOMA (1937)
Cuadro 2º
NESTOR DE LA TORRE
Y ya que estamos con la escenografía, el texto habla, para el segundo cuadro, de casa baja y pobre con dos grandes rejas para ver el interior y enfrente otra casa de mejores posibles y pisos con una planta baja que aloja el Café Melilla. En esta versión hay una gran reja para la casa de la tía y las mozas, y en la de enfrente un arco moruno nos da la entrada al café Melilla. Al abrirse el telón y contemplarlo no pude menos que recordar la escenografía que el pintor Néstor de la Torre ideó para Una Verbena de la Paloma en 1937, en Las Palmas de Gran Canaria.

La Verbena, tradicionalmente, es también composición de ambientes madrileños con los personajes, en los tres cuadros. Son como estampas de esa calurosa noche madrileña. Todos los vecinos están en la calle. Aquí falta algo de esto. En el primer cuadro faltan los porteros con el niño y la comparsa en la buñolería del fondo. Se comprende la ausencia de la buñolería por estrecheces de espacio, pero no se entiende por qué los porteros no pueden estar. Salen un poco antes de que se lo exija el cantable, y resulta forzado. Para decirlo de una vez, este Madrid de Matilla  resulta un poco deshabitado.

En los últimos tiempos es frecuente que el preludio e intermedio se visualicen con danza o con otros recursos. Se tiene miedo de que el espectador se aburra durante tales interpretaciones a telón cerrado. Por desgracia algunos espectadores hablan o comen algo, ya que para ellos la función no ha comenzado. Matilla recupera los preludios a telón cerrado y se agradece.  

Matilla vuelve a la antigua intimidad que tenía aquel género chico, sin pretensiones de gran espectáculo, pero cuidando con esmero la parte musical e interpretativa. Dentro de lo que permite el espacio desarrolla unas ajustadas coreografías, cuya autoría firma Marco Berriel. Ingenioso el modo de resolver el personaje de la Cantaora en el Café de Melilla. Canta desde dentro – puede usar una cantante -  y con el concertante, sale la Cantaora a bailar, lo cual le permite utilizar una bailarina.


José Ramón Díaz Sande
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Sala II
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