.:: Crítica Teatro ::.

UN HOMBRE QUE SE AHOGA
Actores a la sombra de Chejov

Título: Un hombre que se ahoga.
Autor: Daniel Veronese (A partir de Las tres hermanas,
de Anton Chéjov).
Escenografía: Daniel Veronese.
Producción ejecutiva en gira: Sebastián Blutrach
Asistente de dirección: Diego Curatella
Distribución: Producciones teatrales Contemporáneas
Intérpretes: Claudio de Passano (Olga),
Adriana Ferrer (Ferapont) , Malena Figó (Vershinin),
Marta Figueras (Solioni), Ana Garibaldi (Andrei),
Fernando Llosa (Anfisa), María Lubos (Chebutikin),
Pablo Massiez (Natasha), Elvira Onetto (Tusembaj),
Silvina Sabater (Kuliguin), Luciano Suardi (Masha)
y Claudio Toleachir (Irina).
Dirección: Daniel Veronese
Duración: 1h 30 m
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero (CDN),
20 – IX - 2007.

FOTO: SOLEDAD IANNI


FOTO: SOLEDAD IANNI
No figura en la ficha artística ningún responsable del vestuario, por la sencilla razón de que cada actor viste como considera oportuno. Tampoco hay autor de la música, porque la música está ausente del espectáculo, ni diseñador de luces, pues las que iluminan el escenario no cambian durante la hora y media que dura. Se diría que, más que a una representación, asistimos a un ensayo. A esa impresión contribuye el hecho de que el espacio escénico esté rodado de butacas como las que, en la sala, ocupan los espectadores, en las que los actores se sientan cuando no intervienen en la acción, aunque, por su actitud, se diría que nunca dejan de actuar. Pero, a pesar de las apariencias, no es un ensayo, sino un espectáculo acabado, tanto que llega al escenario del María Guerrero tras casi dos años de rodaje. En efecto, el estreno tuvo lugar en Buenos Aires en 2005 y, desde entonces, con algunos cambios mínimos en el elenco, ha visitado varios países, entre ellos España. Programada en la pasada edición del Festival de Teatro Iberoamericano de Cádiz, se representó, además, en otras ciudades, como Gerona, Valladolid y Madrid.
 

FOTO: SOLEDAD IANNI
En todo caso, si no en un ensayo, si estamos ante un experimento teatral. Experimento que toma como punto de partida Las tres hermanas, de Chéjov, pero cuyos verdaderos protagonistas no son los personajes del drama, sino los actores que los interpretan. Que eso es así, lo evidencia el hecho de que la razón de que los papeles femeninos sean asumidos por hombres y los masculinos por mujeres no surge de una determinada lectura del texto del que se parte, sino que responde a una cuestión práctica. El propio Veronese lo ha reconocido así al afirmar que “más que al diseño de un mecanismo dramático determinado, fue fruto de un problema de reparto, de una falla de producción o de casting”. En efecto, al abordar la puesta en escena contaba con un grupo de actores que no encajaban en el proyecto. No queriendo prescindir de ninguno, pensó que cambiando el sexo de algunos personajes podría llegar a “arreglárselas sin demasiado desbarajuste”. Como a veces sucede, lo que nació como necesidad se ha tornado en virtud si atendemos a las interpretaciones que se han hecho de tal mudanza, pues muchos, ignorando lo que en ella hay de improvisación, consideran que se trata de una profunda reflexión sobre el cambio de papeles que, en la actual sociedad occidental, se habría producido entre el hombre y la mujer.
 

FOTO: SOLEDAD IANNI
Centrándonos en el contenido concreto del espectáculo, el texto de Chéjov se va diluyendo en el que firma Veronese. Se reconocen en éste fragmentos del original y se conservan numerosos detalles de su argumento. Permanece el anhelo de las tres hermanas por regresar a la Moscú de su infancia para vivir lo que lo que les está vedado en el ambiente provinciano que las rodea. Se habla, como en el obra del escritor ruso, de las dificultades para salir de él, del enfrentamiento a la rutina diaria, de la falta de libertad para hacer realidad sus sueños y del desencanto que de ello se deriva. Aunque los conflictos de entonces permanecen, el creador argentino los aborda desde otro contexto, que se aleja del mundo decimonónico que inspiró a Chéjov. Lo hace a la luz del siglo XXI, añadiendo, de paso, otras cuestiones de su propia cosecha, como la del desconcierto de nuestro tiempo, con las que trata de provocar nuevas emociones. Lo que sucede es que, en su lectura, se echa de menos la profundidad y exquisita sensibilidad de la que hizo gala Chéjov. El resultado es que, sin negar el interés de la propuesta, Un hombre que se ahoga no está a la altura de su modelo.
 

FOTO: SOLEDAD IANNI

Sin embargo, la importancia de este espectáculo reside en el trabajo actoral. Merece la pena ver como sobre los cimientos del naturalismo chejoviano se practica uno de nuevo cuño, en el que son maestros los actores argentinos reunidos por Veronese. Es una pena que un trabajo de estas características se muestre en un escenario como el del María Guerrero, tan distinto a aquél en el que fue concebido – El Camarín de las Musas bonaerense -, con aspecto de sala de ensayos y en el que público y actores compartían el mismo espacio, o de las numerosas salas alternativas que, desde entonces, le han acogido.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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y
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