SWEENEY
TODD.
EL BARBERO
DIABÓLICO DE
LA CALLE
FLEET
RECUPERACIÓN DE UN THRILLER MUSICAL
Título: Sweeney Todd. El barbero diabólico de la calle Fleet.
Música
y letras:
Stephen Sondheim.
Libreto: Hugh Wheeler.
Adaptación: Roser Batalla, Roger
Peña.
Escenografía: Jon Berrondo.
Vestuario
y caracterización: María Araujo.
Iluminación: Kiko Planas (AAI), sobre
diseño de Ignasi Camprodón y Mario Gas.
Utilero
de efectos especiales:
Álvaro Martín Roig
Ayudante
de vestuario: Anselmo Gervolés
Ayudante
de escenografía: Ángel Boyano
Colaborador
de dirección escénica:
José Antonio Gutiérrez
Adjunto
a la dirección musical:
Pep
Paldellorens
Diseño
de sonido: Roc
Matei
Producción:
Teatro
Español
Orquesta: Pep Pladellorens (Piano),
Ernesto Manchón (Teclados), José Luis Álvarez (Contrabajo), José Oliver Bisbal (Flauta y flautín), Fernando
Piqué (Clarinete), Miguel Alcocer
(Fagot), José Luis Medrano (Trompeta y fiscorno), Luis Aldir (Trompa), Joaquín
Anaya, Francisco García (Percusión), Juan Luis Jordá (Violín), Anna Fernández
Torres (Pianista suplente).
Cantantes: Joana Estebanell, Belén
Marcos, Susana Rodríguez (Sopranos), Lucía Martín,
Meritxell
Coma, María Jesús Comerón (Mezzo-contraltos),
Antonio Villa, Tony Cruz, Andrés Navarro (Tenores), Gonzalo Montes, Fernando
Samper, Rafa Casette (Barítonos-bajos).
Intérpretes: Pedro de los Ríos
(Anthony Hope), Joan Crosas (Sweeney Todd), Teresa Vallicrosa (Mendiga), Vicky Peña
(Mrs Lovett), María del Mar Maestu (Johanna), Tony Cruz (Vendedor de pájaros),
Xavier Ribera-Vall (Juez Turpín), Pedro Pomares (Alguacil), Ruth González
(Tobías), Esteve
Ferrer (Adolfo Pirelli), Andrés Navarro (Jonas
Fogg).
Dirección
musical:
Manuel Gas.
Dirección
escénica: Mario Gas
Estreno
en Madrid:
Teatro Español,
15 – X - 2008. |
JOAN BROSSAS/VICKY PEÑA
FOTOS: ROS RIBAS |
FOTO: ROS RIBAS |
La truculenta historia de Sweeney Todd vuelve a los escenarios
madrileños. Mario Gas recupera
este espectáculo con el que obtuvo un éxito considerable años atrás. Se
trata de un trabajo ambicioso, llevado a cabo por un extenso y articulado equipo, de una factura
técnica notable, que parece disfrutar con las posibilidades espectaculares,
valga la redundancia, de esta historia macabra y folletinesca, propicia al
truco, al golpe de efecto, al humor negro. A todo ello se suma, naturalmente,
una música pegadiza y efectiva, que establece un contrapunto amable con la sangrienta
historia. |
No deja de ser curiosa la popularidad de
una historia tan poco amable y que contraviene, al menos en principio, las normas
del buen gusto y las expectativas del final feliz o más o menos tranquilizador.
Parece funcionar emocionalmente el folletinesco deseo de reparación de la
injusta y alevosa afrenta padecida por
el socialmente débil (el barbero) a manos del poderoso (el juez), pero, si
consideramos la desmesura y la ineficacia de la venganza, sólo puede entenderse
la empatía del espectador con la fábula desde una percepción distanciada y humorística
–por oscuro que sea ese humor-, que no toma demasiado en serio
los crímenes del
barbero despechado. En cualquier caso,
ciertamente, esa conexión se produce y Sweeney
Todd se ha convertido en un clásico del teatro musical. |
FOTO: JAVIER NAVAL |
La resolución
escénica del espectáculo es impecable. No era fácil, dada la complejidad de la
propuesta, pero tampoco cabía esperar otra cosa de la mano maestra de Mario Gas, quien se mueve con especial
soltura por estos territorios del teatro de gran formato en los que la
dimensión propiamente espectacular predomina sobre la estrictamente dramática.
Los diferentes mecanismos y trucos, el empleo de las luces, la interacción
entre la música y los aspectos dramáticos funcionan irreprochablemente en un alarde
de eficacia teatral.
FOTO: ROS RIBAS |
Sin embargo, cabe plantear algunas objeciones que no me parecen menores.
La primera, relativa a una interpretación desigual, pero desvaída y mediocre,
en muchos de los casos. Ciertamente parece salvar este apartado Vicky Peña, con su creación
magistral de Mrs. Lovett. Ella sola soporta la dramaticidad del espectáculo,
en un trabajo pleno de madurez, de seguridad, de humor y de encanto. Una
verdadera lección interpretativa. Pero los elogios no pueden extenderse a otros
compañeros de reparto, entre los que predomina una actuación impostada y
hierática, fría en algunos casos, falta de técnica en no pocos y hasta desinteresada (al menos
aparentemente) en muchos de ellos. Llama
la atención ese descuido o ese desacierto. |
La segunda es una
consideración que excede al propio espectáculo y que estriba en la pregunta
sobre el sentido mismo de un trabajo de estas características. Un despliegue
semejante de medios humanos, técnicos y económicos. Un teatro público – nada
menos que el Teatro Español - y
un espléndido equipo de profesionales. Un Festival de Otoño. Casi tres
horas de espectáculo. Todo ello al
servicio de una propuesta manida y ya vista hace pocos años, de muy escaso interés estético, ideológico o
social, más allá del virtuosismo, del esmero y del esfuerzo colectivo – que
quedan fuera de toda duda -, de hallazgos concretos o del trabajo estimable del
propio Mario Gas o el mencionado de Vicky Peña. No es difícil imaginar lo que un equipo como este,
con unos medios semejantes podría hacer si se propusiera acometer empresas de
mayor calado teatral, de mayor ambición y de mayor riesgo.
FOTO: ROS RIBAS |
|