RESEÑA,
1994
NUM. 246,
pp. 23 |
SWEENEY TOOD
COMEDIA MUSICAL
En el
Festival de Otoño de 1993 programó Sweeney Todd,
un musical que, en aquellos tiempos, marcaba una nueva línea en todos los
aspectos: temática macabra, tragedia y la concepción de actores cantantes para
una partitura, que por otra parte no era fácil. Declan Donnellan
transforma el espectáculo de Harold
Prince en un
musical de “cámara”. La obra se había estrenado ese mismo año.
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Título: Sweeney Tood.
Adaptación: Christopher Bond.
Música
y texto:
Stephen Sondheim.
Libreto: Hugh Wheeler.
Escenografía: Nick Ormerod.
Iluminación: Mick Hughes.
Producción: Jason Barnes.
Intérpretes: Alun Armstrong (Sweeney Todd), Julia
McKenzie (Mrs. Lovell), Adrian Lester (Anthony Hope), Carol Starks Gohana),
Sheila Reid (Pordiosera), Denis Quilley Guez Turpin), Barry James (Alguacil
Bamford), Adrian Lerwis Morgan (Tobías Ragg), Nick Holder (Adolpho Pirelli).
Director
de orquesta: Paddy
Cuneen.
Director: Declas Donnellan.
Estreno
en Madrid:
Teatro Albéniz, 10 – XI - 93.
(Festival de Otoño) |
FOTO: ROYAL NATIONAL THEATRE |
El
Royal National Theatre - cuyos orígenes
se remontan a la dirección de Laurence
Olivier (1963) - trae al Festival
de Otoño una historia familiar al público inglés desde
1825 a raíz de un relato
tremebundo aparecido en Francia en los Archivos
de
la Policía
de Fouché. Publicado como novela por entregas con el título El collar de perlas, un romance, de Thomas Peckett en 1846, sube al escenario en 1847 en un adaptación
de George Dibdin. A partir de
entonces las versiones se multiplican. En 1923 ya aparece con el título de Sweeney Tood y en 1956 George King la dirige para el cine como
El diabólico barbero de Fleet Street.
John Granko lo transforma en ballet.
En 1979 (Nueva York) se consolida como versión musical con música y letra de Stephen Sondheim y libreto de Hugh Wheeler, a partir de la versión
teatral de Ghristopher Bond, que
había sido muy representada a partir de 1970. Harold Prince fue el director y construyó un gran musical que
cosechó 8 Premios Tony, incluido al
del Mejor Musical.
En
1993 Declan Donnellan - director de
esta versión -, transforma el espectáculo de Harold Prince en un musical de «cámara». Se estrena el 2 de junio
de 1993 y nos llega en otoño a España. Es de agradecer esta
prontitud y también el buen gusto por haber seleccionado una obra con grandes
virtudes.
FOTO:
ROYAL NATIONAL THEATRE |
La partitura es apta para los llamados
actores-cantantes. Una faceta muy
propia
del musical inglés y americano y que España practicó en el género chico.
La Verbena
de
la Paloma,
en su origen, fue construida para este tipo de actores. La entrega de la
partitura a cantantes de vocalización italianizantes operística transformó el
género y creó un nuevo gusto
en
el público. Hoy, el mencionado género chico no se digiere si no
media un estilo operístico. Ese actor cantante ha desaparecido de nuestros
lares. Es cierto que en los últimos tiempos se han utilizado actores para
zarzuelas y género chico, pero eran actores que intentaban cantar. El actor
cantante va más allá. Sabe modular la voz con un auténtico cantante, sabe
colocarla en su punto exacto y posee al “trinar” un “bel trino”, aunque en una “tessitura”
diversa de la operística. Esto es lo que consiguen magistralmente los actores
de Sweeney Tood. Y como son actores,
proporcionan una gran calidad interpretativa al espectáculo, faceta que no
siempre lo consiguen los del “bel canto”. En todo el reparto se constata una
gran calidad y una unidad de estilo. Es el buen hacer de la tradición inglesa.
Es cierto que la mayoría son “tipos”, pero estos están espléndidamente
trazados.
FOTO: ROYAL NATIONAL THEATRE |
Y
si la calidad interpretativa sobresale llamativamente, también sucede lo mismo
con la acertada aplicación de las leyes y lenguaje teatral. Sin llegar a
afirmar que se juega con medios humildes - no se trata de un teatro pobre - sí
aparecen como tal, ya que se utilizan los recursos de un modo muy funcional,
sin intentar epatar y llevando la escenografía y demás utillaje hasta el límite que
se necesita.
Otra
de las virtudes es la creación del ritmo visual. Baste como ejemplo la “variedad!
de los diversos asesinatos, aunque siempre sean degollados en el mismo sillón y
con el mismo medio: la navaja de afeitar. Dentro de esta uniformidad la
imaginación escénica y lumínica les proporciona la variedad en la unidad, y
gracias a una cierta ironía y discreción la truculencia se convierte en fina
hilaridad.
Sweeney Todd es un bello
espectáculo capaz de convertir al reaccionario en amante del teatro. Es
también la demostración del género musical incorporado plenamente a la acción
dramática. La música no resulta en ningún momento gratuita, sino que sirve a
un texto de crónica negra nacido a la luz de una especie de “venganza siciliana”.
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