COPPÉLIA
EXCELENTES PASOS A
DOS
Título: Coppélia
Coreografía: Eduardo Lao
Música: Leo Delibes
Escenografía: Carles Pujol
Vestuario: Pedro Moreno
Iluminación: Nicolás
Fischtel (A.A.I.)
Producción:
Ballet Víctor
Ullate Comunidad de Madrid
Intérpretes solistas: Eri Nakamura
(Coppélia), Luca Vetere (Doctor Coppelius), Yevgen Uzlenkov (Franz), Anaa Noya
(Diva Espectral), Leyren Castresana (Betty), Natalia Tapia
(Rosi), Christina Pizzardini (Andreina), Dorian Acosta (D.J)
Androides:
Kara Wilkes,
Sophie Cassegrain, Natalia Arregui, Zara Calero, nandita Shakardass, Christina
Pizzardini, marta Rodríguez Coca, Natalia Tapia, Leyre Castresana.
Empleados: Dorian Acosta,
Paolo Arcangeli, Mathew Bledsoe, Cristiano Colangelo, Leonard Ángel, Xavier
Irurzun, Raúl Montes, Reinol Morales, Yevgen Uzlenkov, Rubén Ventoso, Luca
Vetere
Invitados Fiesta: La Compañía
Director artístico: Eduardo Lao
Director General:
Víctor Ullate
Estreno absoluto: Palacio de
Festivales de Santander, 27 – IX -2006
Estreno en Madrid: Teatro
Albéniz,
28 – XI – 2006 |
Y.UZLENKOV/A. NOYA/E. NAKAMURA
Y. UZLENKOV/S. CASSEGRAIN
N.TAPIA/ C. PIZZARDINI
FOTOS: JESÚS VALLINAS |
En estos últimos unos años Víctor Ullate ha gustado
de los ballets largos: El Sur, Samsara. Eran nuevas creaciones,
sin antecedentes. Ahora la ha emprendido con el clásico Coppélia, pero
ha confiado en su director artístico Eduardo Lao y le ha concedido que
fuera él quien la coreografiase. Y éste ha optado por, casi, partir de cero. Del
argumento original respeta la esencia del cuento de Hoffman – El
hombre de arena - en cuanto que hay una Muñeca y su
creador, el Dr. Coppelius. Y de la versión clásica de danza,
queda también la esencia y los personajes centrales, pero tratados a su antojo.
Sí se respeta la brillante música de Leo Delibes. Deliberadamente Eduardo ha querido hacer otra cosa y, según declaraciones suyas, solamente se ha dejado
inspirar por la música y ha evitado ver la coreografía clásica para no dejarse
influir.
ERI MAKAMURA
FOTO: JESÚS
VALLINAS |
Con respecto al argumento la muñeca, pasa a ser una
androide, y la casa del dr. Coppelius un laboratorio cibernético.
No existe una pareja feliz y por lo tanto se olvida de Swanilda pero
se queda con Franz, que resulta ser un mozo supervisor de la limpieza del gran laboratorio y un apasionado de la fotografía. Una vez que la pareja, como tal,
no existe, tampoco las amigas de Swanilda, pero sí tres
mujeres de la limpieza de ese mecánico local. Curiosonas ellas, como
las del original, y hambrientas del fashion de los vestidos de las androides, el dr.
Coppelius las pilla, casi, con las manos en la masa y se ven obligadas a fingir ser unas
androides más. En la
historia original es Swanilda quien es sorprendida in fraganti y su
salida es fingir ser la muñeca que ha conseguido cobrar vida. En esta
ocasión son los flashes de la cámara de Franz quien provoca una
especie de corto circuito y hace que la Diva Espectral venga en ayuda de la androide y le infunda vida
autónoma, aunque no humana. Para Coppelius el invento de su
androide ha triunfado y se decide - será el segundo acto – presentarla en
sociedad. Aquí se consumará el final que es mejor no desvelar, pero que poco
tiene que ver con el original.
Desde ya, se puede decir que Eduardo Lao ha acertado tanto
en la historia como en la parte coreográfica. Y la factura externa de la puesta
en escena es muy buena. Dramatúrgicamente ha huido de las convenciones del ballet clásico
del siglo XIX, en el que la historia central, ingenua, se ve arropada por un
sinfín de danzas o pasos a dos, a veces gratuitos y cuyo interés radicaba en el
virtuosismo de la propia danza al interpretarla. Aquí Eduardo no pierde
de vista que está contando una historia y tanto la música como la danza las
pone al servicio de la narración.
En el ballet clásico, tarde o temprano, la danza deja paso a la pantomima. En esta versión se puede decir que ésta, prácticamente, no existe. Todo se encomienda a la danza, hasta el punto de que el
dr. Coppelius también baila y cobra
mayor protagonismo. |
Y. UZLENKOV/E.
MAKAMURA
FOTO: JESÚS
VALLINAS |
La base fundamental, sobre todo en los pasos a dos, es el clásico.
Y los pasos a dos abundan: la Diva Espectral y Coppélia; Franz y Coppélia, Coppelius y Coppélia.
En el mismo estilo gran parte de la danza de las tres mujeres de la
limpieza. Sobresalen por su belleza, perfección e inspiración los pasos
a dos de la Diva Espectral (Ana Noya) y Coppélia (Eri
Nakamura). Ambas bailarinas muestran una gran sensibilidad y virtuosismo en
sus movimientos. El primer encuentro es una bonita combinación y contraste de
los movimientos más etéreos de la Diva y los más
mecanicistas de la Androide, los cuales progresivamente adquieren
mayor flexibilidad hasta llegar al culmen en el paso a dos de la segunda parte.
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Este estilo se combina
- va obligado por el mecanicismo de los diversos androides - con elementos
extraídos de la danza contemporánea. Se trata de movimientos mecanicistas que,
incluso, traslada a los empleados del gabinete cibernético, cuyos movimientos
mantienen la misma tónica en todo menor. Recuerdan los movimientos
expresionistas que Frinz Lang compuso para su película Metrópolis.
Ello hace que la historia cibernética teledirigida, se amplíe al mundo de los
humanos (¿una crítica a nuestra apresurada y estructurada sociedad el
siglo XXI?). En contraste con ellos los movimientos – en puntas - más flexibles
y líricos de las mujeres de la limpieza que a veces deforman para darles un
toque de humor. |
La combinación de ambos movimientos acertada a lo largo del primer
acto, encuentra su trampa al final de éste y creo que habría que revisar dicho
final. Eduardo se mete en un callejón sin salida. Asistimos a la locura
de movimientos de todos los androides, incluidas las mujeres de la limpieza que
fingen serlo, y la de los propios empleados que traen y llevan a las androides.
Por otro lado la música de Delibes es brillante y fue compuesta para danzas
vistosas. Aquí al tener que mantener los movimientos mecánicos, el conjunto
pierde brillantez y la danza se hace reiterativa. Puede más la música que la
danza. Pienso que necesitaría una revisión.
En la segunda parte en la que las androides ya no existen, todos
los movimientos corales resultan más fluidos. Hay que destacar la creación del
personaje del Disk Jockey, tanto en cuanto construcción del
personaje – muy imaginativamente vestido - como por los movimientos creados
para él que Dorian Acosta interpreta ajustadamente. Ya he mencionado el acierto de hacer bailar a Coppelius (Luca
Vetere). Eduardo ha creado unos expresivos movimientos que combinan
el clásico y un cierto expresionismo corporal, que componen perfectamente el personaje y que
Luca ejecuta con gran limpieza. |
DORIAN ACOSTA
FOTO: JESÚS
VALLINAS |
Más pálido, desde el punto de vista de la danza, es la concepción
de Franz (Yevgen Uzienkov). En esta versión tiene menos
protagonismo, ya que, prácticamente la fuerza protagónica recae sobre Coppélia.
Cabe destacar el paso a dos del segundo acto de él y Eric (Coppélia).
Es un bonito paso a dos que sabe a poco y en el cual se podría haber permitido
una mayor concesión al convencional virtuosismo del clásico de toda la vida.
ERI NAKAMURA
FOTO: JESÚS VALLINAS |
Eri Nakamura muestra en
esta coreografía un gran dominio del movimiento corporal. Se ha concebido para
ella, en el primer acto, unos movimientos que, trazados desde el clásico,
intentan dar la rigidez de la Androide. Es una bailarina segura y
que lleva el movimiento de fragmentación hacia la perfección,
Ana Noya expresa un gran lirismo y espiritualidad en
contraste con el mecanicismo de Eri. El primer paso a dos de ambas está
tratado muy inteligentemente en una sucesiva progresión hacia la Humanización. Acertada la aparición por los aires – la llevan entre dos bailarines – al
utilizar un vocabulario estrictamente dancístico y teatral.
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Hay que destacar el imaginativo vestuario que crea Pedro Moreno,
a través del cual se nos da las texturas cibernéticas, sin renunciar al tu-tú,
que sirven de enganche visual y plástico con el mundo del ballet clásico.
Algo similar hay que
decir de una escenografía ingeniosa y visualmente muy impactante con un
guiño hacia Metrópolis. De gran efectismo la levantada de la
puertas del fondo con los acordes musicales. Aunque en el Teatro Albéniz está
algo más reducida, cumple los requisitos mínimos. Coppélia es un espectáculo de una gran unidad y
calidad en todos los sentidos. Todo está al servicio de la narración, sin
tiempos muertos o concesiones al mero exhibicionismo. El buen hacer de toda la
compañía nos habla de que ésta se encuentra en su mejor momento y vuela
alto. Con todo, como he mencionado anteriormente, necesitaría una revisión en
el
final del primer acto y, posiblemente,
enriquecer coreográficamente el paso a dos de Coppélia (Eri Nakamura) y Franz (Yevgen Uzlenkov) en el segundo acto.
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Y. UZLENKOV/E. MAKAMURA
FOTO: JESUS
VALLINAS |
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