RESEÑA (FEBRERO 2001)
(Nº 324, pp. 13) |
ROBERTO ZUCCO
UN TREN QUE DESCARRILA
(En el 2001 la Sala Cuarta Pared
retomaba el texto de Roberto Zucco,
en el que Tristán Ulloa como Zucco, alcanza una alta
cota interpretativa)
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Titulo:
Roberto Zucco.
Autor: Bernard Marie Roltés.
Traducción: Carla Malteini.
Dirección: Jesús G. Salgado.
Escenografía: Teatro de Buende.
Intérpretes: Tristán Ulloa,Yolanda Robles, Manan,
Gallego, Manuela Paso, Raúl de Tomás, Javier Gutiérrez, Belén
Gonzdlez, Maximiliano Márquez, Margarita Lascoiti, Marilyn
Torres, Juan Carlos Moya, Javier Lago, Francisco Reyes, Miguel
del Ama, Charo Garrido.
Estreno en Madrid: Sala Cuarta Pared, 11 – I – 01.
La
madre de Roberto Zucco compara a su hijo, poco
después de haber asesinado a su padre sin que le moviera razón
alguna, con un tren que descarrila. Después la matará a ella.
Luego a un inspector de policía y a un muchacho de catorce años.
Su biografía, que incluye la violación de una niña y otras
hazañas, es el retrato de un ser violento que mata porque
entiende que ese es su oficio. Por eso, al ejercerlo, lo hace a
sangre fría, sin sentir remordimientos. El personaje no nació en
la mente de Koltés. Existía realmente. Se llamaba
Roberto Succo y fueron sus actos los que le inspiraron. Esa
criatura monstruosa a la que compadecemos, aunque nos repugne,
es un ser excepcional, pero no único. Roberto Zucco es la
obra que cierra la escasa producción dramática de Koltés
y quizás la mejor. En el proceso de reescritura fue depurando
todo aquello que le parecía superfluo hasta lograr que en los
diálogos sólo quedaran las frases útiles. El resultado fue un
texto despojado de adornos, pero que conserva íntegra la enorme
riqueza poética que caracteriza su escritura anterior.
Jesús C. Salgado ha resuelto la puesta en escena en
función de los limitados medios de una compañía como Teatro
del Duende. Todos los espacios quedan enmarcados por un
andamiaje metálico que envuelve el escenario. Un mobiliario
escaso los define. Y los llena un nutrido grupo de actores que
sale airoso del empeño. A la cabeza, Tristán Ulloa, que
alcanza sus mejores momentos en las escenas en que, callado y
curioso, muestra su perplejidad ante lo que ve. Se advierte, en
el espectáculo, que no todas las situaciones han sido resueltas
con igual acierto, lo que produce algunos altibajos, por otra
parte inevitables. Por ejemplo, en la escena de la comisaría, no
parece afortunado haber encomendado el papel de comisario a una
mujer. En cuanto a la escena de la detención, su estética remite
a un realismo grosero que no se percibe en la propuesta del
autor. Otras escenas, sin embargo, están bien resueltas. Entre
ellas, la que inicia el espectáculo, en la que el diálogo entre
los guardias que hacen la ronda nocturna conserva la grandeza
shakespeariana que también imitó Koltés. Pero sobre todo,
la que culmina con el asesinato de la madre. El duelo
interpretativo que sostienen Yolanda Robles y Tristán
Ulloa impresiona. Es, sin duda, una de las cumbres del
espectáculo.
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