FUENTEOVEJUNA
LOS ABUSOS DEL PODER
Título: Fuenteovejuna.
Autor: Lope de Vega.
Versión: Laurence Boswell y Rakatá.
Escenografía: Jeremy Herbert.
Iluminación: Chahine Yavroyan.
Vestuario: Catriona McFee.
Música: Pascal Gaigne.
Maquillaje
y peluquería:
leticia Rojas
Dirección
coral: Luis
Miguel Baladrón
Coreografía:
Juana
González
Lucha
escénica: Carlos
Alonso
Espacio
Sonoro: Óscar
Laviña
Productor
Ejecutivo: Tono
Escudero y José María Benítez
Asistente
de Escenografía:
Almudena López Villalba
Coordinadora
de Vestuario: Susana
Moreno
Asistente
de Vestuario: Ana
Llena
Asistente
de Iluminación:
Fernando Martínez
Asesor
de Verso:
Ernesto Arias
Sastra: Karmen Abarca
Utilería: Begoña Hernando
Atrezzo
Vestuario:
Anuschka Braun
Restauración
y atrezado:
Arquimesa (Juan Sánchez y Marta Lalanda)
Fotógrafa: Alejandra Duarte y José Luis
Sanz
Diseño
Gráfico: Miguel
Ángel Triguero
Distribución: Producciones Teatrales
Contemporáneas S. L.
Asistentes de dirección:
Joaquín Yver y
Simón
Breden
Compañía
Rakatá
Intérpretes:
Alberto Jiménez (Fernán Gómez), Jesús Fuente (Ortuño, juez), Luis Moreno
(Flores), Cristóbal Suárez (Maestre), Inés Sanjuan (Pascuala), Lidia Otón
(Laurencia), Oscar Zafra (Mengo), Bruno Ciordia (Barrildo), Roberto Mori
(Frondoso), Mario Vedoya (Alonso), Paco Luque (Juan Rojo), Rodrigo Arribas Rey
Don Fernando), Elicia Muñoz
(Reina
Doña Isabel), Emilio Buale (Don Manrique), Jesús Teyssiere (Cimbranos),
Alejandra Saenz (Jacinta), Andrés Rus (Leionelo), Alicia Garau (Inés Rojo, dama
de compañía), Ana Mª Montero (Elena Rojo), Begoña Navarro
(Sebastián Torres), Belén Ponce de León (Alejandra Rojo), Carmen Pardo (Beatriz
Torres), Gadea Quintana (Blanca Torres), Lola Martín (Angelina Estévez), Lucía
Camón (Olalla Redondo, dama de compañía), Magdalena Tomás (Rosalía
Redondo), Daniel Acebes (Cura, Ministro, Mionje), Luis Briones (Martín del
Pozo, Soldado, Monje), Pedro Casado (Alberto Redondo, Ministro, Monje), Juanma
Casero (pedro Redondo, Monje, Guardia
Real), Gonzalo Fuentes (Fernando Redondo, Monje, Villano), Andrés Rus (Monje,
Villano), Manuel Sánchez (Carlos rojo,
Escrivá, Monje) y Juan Pedro Schwartz (Luis Moreno del Pozo, Monje, Escrivá)
Colaboración
Especial:
Garardo Malla (Esteban)
Dirección: Laurence Boswell.
Estreno: Teatros del
Canal, Sala A,
7 – V - 2009. |
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FOTO: ALEJANDRA DUARTE |
Nuestro teatro aúreo es parte esencial de
repertorio universal. No es extraño, por tanto, que sus obras más
significativas sean representadas de forma habitual fuera de nuestro país. Pocas
eran, sin embargo, las compañías extrajeras que traían esas producciones
a nuestros escenarios. Cuando empezaron a hacerlo, sus trabajos eran vistos, a
priori, con recelo, como si sólo nosotros tuviéramos el derecho y la capacidad
de representar como Dios manda a nuestros
autores.
Olvidábamos que nuestros directores frecuentaban a los
grandes dramaturgos foráneos sin que pusiéramos en duda su legitimidad para
hacerlo. Cierto es que estas puestas en escena no solían viajar a otros paises.
La visita al teatro Español de Madrid hace cuatro años de
la Royal Shakespeare Company con varias piezas del Siglo de Oro
traducidas al inglés, estuvo precedida por cierta desconfianza, pronto superada.
La favorable acogida fue tal que el justo elogio que merecía su trabajo llegó a
alcanzar cotas hirientes para nuestros
creadores, pues parte del público, del que formaban parte no pocos
profesionales de nuestra escena, estableció comparaciones fuera de lugar que
sacaban a la luz ese ridículo papanatismo que a veces nos invade. De un tiempo
a esta parte las cosas han cambiado. El trasiego de artistas entre países que
desarrollan una cultura común han borrado definitivamente las fronteras que
dificultaban el intercambio teatral. Hoy se ve como un hecho normal que
compañías españolas confíen la puesta en escena de los grandes
textos nacionales a directores extranjeros. El ejemplo de Denis Rafter ha dejado de ser, por fortuna, una excepción. Si el
director es prestigioso, como en el caso que nos ocupa, tanto mejor. Su
presencia proporciona una nueva y a veces original mirada sobre obras de sobra
conocidas y eso es saludable. En esta ocasión,
la compañía Rakatá,
que produce el espectáculo, ha puesto la dirección de Fuenteovejuna en manos de Laurence
Boswell, director asociado de
la Royal Shakespeare, al que muchos conocimos en la
citada visita a España de la compañía inglesa. Luego, dirigiría
para Rakatá El perro del hortelano. Con este nuevo encargo, empieza a ser un
viejo conocido en nuestros escenarios.
Fuenteovejuna es una de las obras más representadas de
nuestro repertorio clásico. La han abordado compañías de muy
diversa condición, tanto profesionales como universitarias y de aficionados. Las
versiones han sido numerosas, muchas fieles al texto o al espíritu del original
y, otras, libres, llenas de licencias e incluso manipulaciones. Y es que la
obra de Lope ha servido para
proponer lecturas que reinterpretan su contenido en función de la situación
política existente en el momento de su representación. Pocos textos como éste
han
servido
tanto para estimular el fervor patriótico de
un pueblo o defender la democracia y, en sentido contrario, para justificar la
existencia de dictaduras de todo signo. En esta ocasión no sucede tal. Estamos
ante lo que Lope escribió mostrado
sin desplazamientos a épocas o situaciones distintas a aquella en la que él la
situó y, sobre todo, respetando el espíritu que le guió. Laurence Boswell no se sirve de Lope, sino que le sirve con apasionada entrega, convirtiendo la
representación en un cálido homenaje al genial dramaturgo. |
FOTO: ALEJANDRA DUARTE |
FOTO:
ALEJANDRA DUARTE |
Ha concebido una puesta en escena de gran
formato, presidida por enorme cilindro de madera, que, en posición vertical, se
alza en el centro del escenario cual fortaleza inexpugnable. Lo es, en efecto,
pero cuando la curvada superficie se abre y muestra su interior, deviene en
escenario que acoge buena parte de la acción, la cual se extiende, como una
mancha de aceite, al espacio que le rodea. Cerca de cuarenta actores se
adueñan de tan gran superficie y ofrecen un
espectáculo vibrante y
sorprendente que hace añicos las sobrias
interpretaciones que hemos visto en tantas puestas en escena anteriores. Aquí
se da de lado al hieratismo que suele exigirse a los actores cuando declaman el
verso. Los personajes parecen hechos de carne y hueso, no de cartón piedra.
Estamos, pues, ante una Fuenteovejuna vigorosa,
amena y clara. No hay dobles lecturas ni desviaciones de la línea argumental
trazada por Lope. Puede, no
obstante, que la propuesta de Boswell
no agrade a todo el público, en especial a quienes echan de menos esa sobriedad
a la que me he referido. Quizás tengan un punto de razón en lo tocante al
excesivo folclorismo de algunas partes corales o al cierto aire de
viñeta coloreada que ofrecen las escenas palaciegas. Pero considero que
esos reparos, si existen, son menores. Pesan más los aciertos, entre los que
incluyo, por poner un solo ejemplo, haber suprimido la escenificación, por lo
general mal resuelta, de las torturas que sufre el pueblo. Trasladadas al
interior de la fortaleza, sólo oímos los lamentos de las víctimas, lo que
provoca un efecto más dramático.
FOTO: ALEJANDRA DUARTE |
La interpretación es, en líneas generales,
correcta, aunque siendo el reparto tan numeroso, no todos los actores rayan a
la misma altura. De los que asumen los principales papeles hay que destacar,
sobre todo, a Lidia Otón, que hace una espléndida Laurencia; a Gerardo Malla, en el alcalde; a Oscar Zafra, en Mendo; y
a Luis Moreno, en Flores.
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FOTO: ALEJANDRA DUARTE |
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