ARTE
EN NADA
TIENEN QUE ENVIDIAR
A LAS
OTRAS VERSIONES
Título:
Arte
Autora: Yasmina Reza
Versión: Fernando Mallorens/
Federico
González del Pino
Escenografía: Ana Garay
Iluminación: Juanjo Llorens
Vestuario: José Juan Rodríguez/Paco
Casado
Producción: Carlos J. Larrañaga
Distribución: Salbi Senante Porz
Diseño
Gráfico: J.
Franco
Intérpretes: Luis Merlo (Iván),
Iñaki Miramón
(Sergio)
Alex O’Dogherty (Marcos)
Dirección: Eduardo Recabarren
Estreno
en Madrid: Teatro
Alcázar,
13 - II – 2009 |
E. RECABARREN/L. MERO/
I.
MIRAMÓN/A. 0’DOGHERTY |
A estas alturas hablar de las excelencias de Arte de Yasmina Reza,
tiene poco sentido. El texto ha sido más que probado en 35 países y, en
concreto, tras el exitoso estreno en España por Flotats el 28 de septiembre de
1998 en el Teatro Marquina, ponerle
pegas sería una insensatez. Ahora se
repone por tercera vez.
En esta ocasión Luis Merlo,
Iñaki Miramón y Álex O’Dogherty,
son los encargados de dar vida a los tres inseparables amigos, hasta que la
llegada de una obra pictórica de arte, avalada por el nombre de su preestigioso autor, pone en peligro sus relaciones y obliga a
repasarlas.
MIRAMÓN/ MERLO/O’DOGHERTY |
Para quien sea neófito en el
texto, así muy de pasada, la cosa va de un día, que termina por no ser
cualquiera, en el que Marcos (Álex O’Dogherty) visita a Sergio
(Iñaki Miramón), el cual se ha gastado 50.000 euros en un cuadro
que califica de obra de arte y que Marcos solamente atina a ver que es
“blanco”. “Todo
blanco”. Percepción de la que disiente su dueño. A partir de
entonces comienzan las disputas y el echarse en cara todo lo que uno y otro
habían ido almacenando en su interior como elementos negativos de su relación. Iván
(Luis Merlo) es el tercero. Más
conciliador, por su talante natural que no gusta del conflicto, intenta no
enfrentarse y buscar vías de solución. Aunque, en realidad,
toda
la polémica le trae un poco al fresco ocupado como está en sus problemas
personales: su futuro matrimonio, su insulso trabajo – excrencia
de ese enigmático matrimonio – y su madre y madrastra con las que tiene que
lidiar ante su inminente boda. |
Hay algo más: la papanatez de dejarse
guiar en el mundo del arte por lo que a veces es una especulación grosera y que
el público medio se siente obligado a decir “sí guana”, porque los gurús de la
galaxia artística – mediatizada por el señor dinero – así lo establecen.
Y ello sin contar con lo que es un auténtico fraude. Aquí la concepción de la
posibilidad de un nuevo arte se lleva al paroxismo y al absurdo, para denunciar
algo que en la realidad existe. Es curioso como con este aspecto parece
identificarse el público, que, imagino, que en más de una ocasión ante lo
artístico incomprensible lo más que ha podido expresar es: “una obra arriesgada”.
El que el personaje de Marcos sea portavoz de este
sentimiento, sirve de catarsis.
La gran virtud del texto es que
a partir de una anécdota insulsa surge todo un conflicto y una galería de
personajes y relaciones en los cuales nos reconocemos en mayor o menor grado. Y
se plantea la autenticidad de la amistad, que es el tema central. Los diálogos
son ingeniosos, agudos y de una escritura brillante. La obra está transmitida
con una buena dosis de humor tragicómico, a partir una interpretación en la que
en ningún momento se hace concesión a la galería. |
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MIRAMÓN/ MERLO/O’DOGHERTY
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Algo que llama la atención, en el texto, es la ausencia de la
mujer. Cuando aparece, en la conversación o en los monólogos, no queda muy bien
parada. Es más bien una intrusa que destruye la amistad o la tranquilidad del
hombre. Se trata de una visión negativa de la mujer, por parte de Yasmina, que la ve a través de ojos
masculinos. Volvemos al tema de la sagrada alianza entre hombres, ya tratada en
otras comedias como La extraña
pareja. Yasmina parece burlarse
un poco de este rechazo de la mujer como intrusa en las relaciones masculinas y
se descuelga con la ironía de que será un cuadro el intruso. Algo que roza lo
antinatural en el mundo de la amistad.
En ciertas obras se habla de trabajo de actores – el verdadero
teatro siempre es teatro de actores, lo de la acción pura y dura lo soporta
mejor el cine -, bueno, pues esta es una de esas. La acción es mínima, por no
decir nula. Todo se carga sobre los tres actores, que, en este montaje, cada
uno en su personaje acierta.
En el caso de Alex O’Dogherty recuerda ese personaje que nació con él en
la serie televisiva Cámera Café y que, en dicha serie, resulta
bastante odioso. Aquí hay un progreso. Manteniendo una máscara similar,
consigue que la tal odiosidad no se dé, lo cual es un punto a su favor porque
nos habla de la capacidad de matización en su interpretación. Iñaqui Miramón compone un
divertido y bien medido Sergio.
O’DOGHERTY/MERLO/MIRAMÓN |
Luis
Merlo se ha reservado a Iván. Es un personaje tentador para
un actor, pero que puede llevar al aplauso o al abucheo, aunque este último
aspecto ya no lo practica el público que se ha vuelto más educado, menos
conflictivo o más pasota. Así como la comedia transita por diálogos breves –
hay algunos pequeños apartes hacia el público -, Iván cuenta sus cuitas a
través de un monólogo un tanto extenso y una llamada telefónica. Y aquí está el
conseguir el aplauso o el, ya, inexistente abucheo. Son dos fragmentos
divertidos y muy sugerentes, porque a través de esos monólogos estamos
viendo una serie de personajes. Y en tal
ejercicio actoral “o te
pasas o no llegas” como definía Don Mendo el juego de las
siete y media. Hacía tiempo que no veía actuar a Luis Merlo, por razones ajenas al mundo teatral. Miento, hay que
recordar sus cómicas intervenciones en la serie televisiva Aquí no hay quien viva. Luis
Merlo sabe dosificar la comicidad e ironía del texto sin caer en el
histrionismo. Es divertido, procurando no caer en lo facilón. Y esto el público
– que en un sábado llenaba la sala a lo largo, alto y ancho – lo celebra con
generosos aplausos.
El argentino Eduardo Recabarren
dirige con buen pulso y ritmo esta comedia. Imagino que es algo sobre el que
está entrenado una vez que montajes suyos son Mujeres y Hombres. Se
trata de textos donde toda la fuerza dramática se apoya sobre el modo de decir
los textos, al reducir el espacio escénico a la mínima expresión.
Y hablando de espacio hay que
alabar la concepción escenográfica de Ana
Garay, al idear la perspectiva de una de las paredes, proporcionado cierta
dinamicidad y recurriendo a un concepto minimalista en el que el blanco – tema
de debate de la obra – es señor. Una cuidada y cambiante iluminación,
proporciona variedad y ambiente a un texto que, en el fondo, no necesita de un
espacio concreto como tal. |
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O’DOGHERTY/MERLO/MIRAMÓN
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Este Arte de 2009 viene
después del de 1998 de Josep María Flotats, Carlos
Hipólito y José María Pou y del
de 2006/7 de los argentinos Ricardo Darín, Oscar Martínez
y Germán Palacios. La primera
versión epató, la segunda, aunque no la he visto, las crónicas le concedieron
sus parabienes, por eso no deja de inquietarse uno con una tercera versión por
aquello de que segundas partes – aunque sean de nuevos montajes - nunca fueron
buenas. Este adagio no se cumple en esta ocasión. La versión Merlo/Miramón/O’Dogherty
en nada tienen que envidiar a las otras. Así lo confirmó un público abundante y
entusiasta.
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