RESEÑA,
2004
NUM. 357,
pp. 37 |
Temerario y exitoso experimento
CICLO TEBANO
Manuel
Canseco decidió unir todas las tragedias que tenían la familia común y unirlas a lo
largo de cuatro horas en los fines de semana. Durante la semana se alternaban
de dos en dos.
Un
experimento que parecía un poco una locura, dio buen resultado en cuanto se
podía seguir la gran historia de esa saga griega. |
Título: Ciclo Tebano (Edipo Rey, Edipo
en Colono, Eteocles y Polinices, Antígona).
Vestuario: Lorenzo Collado.
Espacio
sonoro y coros: Miguel
Tubia.
Coreografía: Eduardo Ruiz Piña.
Intérpretes: Francisco Hernández (Edipo),
Maite Brik (Yocasta), Cristina Juan (Antígona), Cristina Palomo (lsmene), José
Maya (Potínices), Javier Carcía (Eteocles), Manuel Brun (Crean te), Ramons Pons
(Tiresias/Ayo), Joan Llaneras (Teseo/Pastor), Amaya Curieses (Eurídice), David
Sánchez (Hemón/Sacerdote), Antonia Paso (Mensajero), Raquel Berini (Criado),
Juan Miguel Ruiz (Mensajero 1).
Dramaturgia,
espacio escénico y dirección: Manuel Canseco.
Estreno
en Madrid: Teatro
Galileo, 18 – X - 2003. |
MAITE BRIK
FRANCISCO HERNÁNDEZ
FOTO: E. DÍEZ |
JOAN LLANERAS/ CRISTINA JUAN
FRANCISCO
HERNÁNDEZ
FOTO: E
DÍEZ |
Con toda la
familia de Edipo: Yocasta, Antígona, Ismene, Polinices, Eteocles, Tiresias,
Creonte, Eurídice, hay que reconocer que uno se arma, por olvido, un
pequeño lío y cuando cada obra se representa aislada hay que retrotraer
la memoria, porque a excepción de Edipo ciego y Yocasta suicidada, los
recuerdos son vagos. Y no digamos cuando confundimos unos y otros con la
familia de Electra. Bien, pues una de las virtudes de este Ciclo
Tebano íntegro de Manuel Canseco es que las
historias se hilvanan muy bien y el «culebrón» Edipo se comprende mucho
mejor e incluso nace el interés como sucede con las narraciones
por jornadas en las que al final de cada una de ellas se escribe «continuará».
Vale la pena el atracón de seis horas para el espectador. Para los actores
puede ser una buena paliza, pero lo que siempre se dice: «están acostumbrados». |
Hay
muchos aciertos. El primero de todos es el haber sabido acondicionar
escenográficamente la sala con una geometría espacial de templo griego y a la
vez muralla de la ciudad. Un frontal de teatro a la italiana y un pasillo que
irrumpe entre los espectadores y llega hasta el extremo opuesto. Rodeándonos,
columnas dóricas. La evocación clásica es buena y sin grandes alharacas. El
minimalismo es su punto de partida.
FOTO: E. DÍEZ |
Otro
acierto es la revisión de los textos - están editados y se pueden adquirir en
el hall -, ya que ofrecen una versión comprensible y cercana a nuestro lenguaje
huyendo de retoricismo s, pero manteniendo el modo de hablar de los trágicos,
por encima del costumbrismo. Entre los cuatro textos es protagonista el de Eteocles
y Polinices, por lo que tiene de mayor creación literaria. Sófocles olvidó
esta historia. Manuel Canseco se ha
apropiado la autoría sofocliana y ha construido,
bien,
una nueva tragedia a partir de Los siete
contra
Tebas de Esquilo y Las Penicias de Eurípides. Solamente los especialistas
podrán encontrar un pero aquí o allá y quitar o poner una coma de más. La
sensación es que el mencionado texto no desentona ni en lenguaje ni en
estructura de las tres tragedias de Sófocles. Hay una unidad en las cuatro
obras, gracias a una dramaturgia unitaria.
Más
aciertos. La interpretación en su conjunto consigue huir de la
grandielocuencia de otros montajes instalados en espacios abiertos o escenarios
de mayor aforo. La cercanía física y casi táctil de los actores con el público
logra que el «verbo» se diga más llanamente, sin perder la dignidad de la tragedia.
FOTO: E.
DÍEZ
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La economía
de producción idea el buen aprovechamiento de los trece actores que alternan su
personaje, a tenor de la tragedia, con su participación en el coro. A la trouppe griega se adhiere Francisco
Hernández como un convincente Edipo. En sus interpretaciones
protagonistas hay un buen nivel y sobre todo consiguen que el texto llegue de
forma comprensible y creíble. No obstante, en los momentos cumbres del pathos hay una pequeña tendencia a extralimitarse
en el lamento. Olvidan que la cercanía del
espectador pide un dolor más interiorizado de voz y expresión. |
Después
está el consabido coro, tan maltratado en sinfín de tragedias griegas y al que
creo que pocas veces se le ha encontrado su modo de decir y que solamente logró
su engranaje perfecto en la Ópera y en las comedias musicales. Y aquí está el
secreto. La melodía musical es la que hace creíble la intervención conjunta de
voces. Tal melodía, aunque posiblemente elemental, la poseían lo griegos. En
esta ocasión el tratamiento de los coros es desigual. Flojo, sin inspiración y
monótono en los dos primeros Edipos y mucho más trabajado a nivel de
voz y coreografía en las dos tragedias últimas. En éstas se han incorporado
melodías musicales sencillas, o bien se alternan en tríos o en solos al emitir
el texto. Los movimientos son más fluidos.
Este
coro, a nivel de ubicación espacial, comete ciertos errores. Se han colocado
butacas frontales al pasillo. Cuando el coro se sitúa en dicho pasillo tapan
totalmente la escena del teatro. O sobran dichas butacas o el coro actúa de
otra forma. No se entiende por qué no se han colocado todas las butacas al estilo
de una pasarela de modas, aprovechando el pasillo que atraviesa de un extremo a
otro. |
FOTO: E. DÍEZ |
Espectáculo
con muchos aciertos posee una virtud más. Imagino que no lo ha pretendido pero
posee un carácter pedagógico para el estudiante de literatura: sumergirlo en el
género de la tragedia griega y poder contemplar unitariamente la obra trágica
de Sófocles. Para el espectador de a
pie, esta Tebas edipiana es un
espacio de intriga policíaca y de drama familiar. Vamos, un culebrón de lujo y
calidad.
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