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TRES VERSIONES DE LA VIDA
Un ejercicio de estilo

Título: Tres versiones de la vida.
Autora: Yasmina Reza.
Dirección y adaptación: Natalia Menéndez.
Escenografía: Alfonso Barajas.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Vestuario: María González. 
Música original y producción musical: Kenneth Suárez y Sergio Miró
Espacio Sonoro: Sergio Miró  
Producción:
Vorágine producciones
Productor asociado: Grupo Smedia
Productor Ejecutivo: Emilio Marco
Jefe de Producción: Armando Cartanyá
Distribución: Salbi Senante- Por 2
Prensa y promoción: Ángel Galán y Marc Gall
Fotografía de estudio: Paolo Taglioni
Fotografía cartel y escénica: Enric Leor
Diseño gráfico: Dani Barbero y Snoid
Director Técnico: Avelino Rodríguez
Coordinación técnica: Miguel Ángel Guisado
Ayudante de Dirección: Luis Luque
Ayudante de Escenografía: Ángel Boyano
Ayudante de Producción: Juan Bastida
Ayudante de Vestuario: Habiba El Fahmi Ganem  
Maquillaje y Peluquería: José Mª Noci y Meli Mathe
Zapatos y bolsos cedidos por: Luxax
Iluminación: Esther Zalamea
Sonido: Carlos Díaz
Realización escenografía: Proescen
Estudio de grabación música y efectos: Link Studios
Intérpretes: Silvia Marsó (Sonia), José Luis Gil (Enrique), Joaquín Climent (Humberto), Carmen Balagué (Inés), David Marco (Voz) (Álvaro)
Estreno en Madrid: Teatro Infanta Isabel, 20 – II - 07.





FOTOS: PAOLO TAGLIONI

La comparación es inevitable. Unos años después del clamoroso éxito de Arte, se presenta otro título de Yasmina Reza: Tres versiones ante la vida. Comparte con aquella comedia algunos rasgos evidentes, como son la contemporaneidad, la elegancia de unos ambientes acomodados y cultos, una cierta sutileza en los diálogos y, sobre todo, la aplicación de la ironía –no demasiado hiriente- a la crítica de las relaciones humanas en el ámbito de la sociedad.    Es decir, la dramaturga se mueve de nuevo, y lo hace con soltura,  en el terreno de una alta comedia remozada y puesta al día, caracterizada por la ligereza deliberada y por el intento de diseccionar las manifestaciones de la hipocresía que se hacen visibles en las relaciones de amistad y, específicamente en este caso, en las relaciones de pareja.

Yasmina Reza demuestra también Tres versiones de la vida su capacidad para detectar y mostrar en el escenario situaciones teatralmente eficaces e incisivas, que hurgan en las pequeñas miserias cotidianas de los hombres y las mujeres, su dosificación eficiente del humor y su dominio, en definitiva, de los resortes de una comedia sutil y bien armada.


FOTO: PAOLO TAGLIONI
 

Sin embargo, si Arte sorprendía por una cierta búsqueda de la innovación formal, consistente en la drástica reducción de los elementos de la trama sin que la comedia perdiera en el desarrollo psicológico de los personajes y en sus posibilidades de verbalizar las insospechadas facetas del conflicto, Tres versiones de la vida resulta mucho más artificial e insuficiente en su recorrido.  En realidad, consta solamente de dos escenas que se repiten tres veces con muy escasas y poco ingeniosas variantes. Lo que podría haber sido el clásico juego de tres posibles versiones de una misma situación -como anuncia el título-, con la tradicional habilidad de un comediógrafo que sorprende a sus espectadores apurando esa misma situación y sorprendiéndolos con soluciones distintas, se queda en un mero ejercicio de estilo que decepciona notablemente por la escasa imaginación con la que se resuelve el juego. Poco o nada añaden las dos versiones últimas a las escenas que vemos en primer lugar, ni desde el punto de vista de la trama, ni en lo que respecta a la interioridad de los personajes, ni a  su expresión lingüística, casi siempre roma y previsible, a diferencia de lo sucedía en Arte. En algunas fases de la obra da la impresión además de que la autora recurre con demasiada frecuencia a lo fácil, a lo manido o lo evidente a la hora de buscar los efectos cómicos.

Y ni siquiera se puede achacar a Tres versiones de la vida una extensión excesiva que pudiera aliviarse aligerado el texto. El espectáculo en su totalidad apenas alcanza la hora y cuarto de duración.


FOTO: PAOLO TAGLIONI

La comedia es dirigida con elegancia y pulso firme por una Natalia Menéndez que conoce bien el género y se encuentra a gusto en él. La escenografía es distinguida y oportuna, como corresponde a la situación y al género. La iluminación y el vestuario están también muy cuidados y el conjunto funciona pertinentemente en escena.

Los actores se desenvuelven también con soltura en la comedia y realizan una interpretación contenida y limpia, sin estridencias, que si bien resulta brillante pocas veces, sí parece siempre eficaz y suficiente.  Destaca la madurez cómica de Carmen Balagué, que consigue los mejores momentos de la función.


Eduardo Pérez – Rasilla
Copyright©pérezrasilla


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