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MABOU MINES DOLLHOUSE
basada en
CASA DE MUÑECAS
de
HENRIK IBSEN
UN GROTESCO DRAMA NATURALISTA |
Título: Mabou Mines DollHouse.
Autor: Henrik Ibsen.
Adaptación y escenografía: Lee Breuer y Maude Mitchell.
Creador y director: Lee Breuer.
Coreografía: Eamon Farell
Coreografía especial: Eric Liberman
Música: Eve Beglarian.
Escenografía: Narelle Sissons.
Iluminación: Mary Louise Geiger.
Vestuario: Meganne George.
Títeres: Jane Catherine Shaw.
Operadores de marionetas: Kristopher Medina, Honora Fergusson
Neuman, Ilia Dodd Loomis, Eamon Farell, margaret lancaster y
Jessica Weinstein
Sonido: Edward Cosla.
Producción oiginal: Sharon Fogart y Lisa Harris en
colaboración con Dovetail Productions y la participación de
Robert Blacker
Producción: Sharon Levy, Dovetail Productions, Inc.
Intérpretes: Maude Mitchell (Nora), Mark Povinelli (Torvald
Helmer), Kristopher Medina (Nils Krogstad), Honora Fergusson
Neuman (Kristine Linde), Ricardo Gil (Dr. Rank), Margaret
Lancaster (Helene), Hannah Kritzeck y Sophie Birkedialen/Eiler
Sundt.
Actuación especial: Eamonn Farrell, Ilia Dodd loomis Zanquera y
Jessica Weinstein.
Acompañamiento al piano: Ning Yu.
Ópera final: Compositora: Eve Beglarian.
Cantantes: Lauren Sauce (soprano) y Peter
Stewart (barítono).
Estreno en Madrid: Teatro Español,
25 – X - 2006 (Festival de Otoño) |
MARK POVINELLI
MAUDE MITCHELL
FOTOS: NANCY SANTOS |
El teatro no es solo literatura, se ha dicho. En efecto, no lo
es porque su fin último, su razón de ser, es la representación
escénica. A veces ni siquiera es literatura. Desde mediados del
pasado siglo, son frecuentes los espectáculos que no nacen de un
texto previo, sino de una idea. En ellos, por lo general, los
elementos no verbales tienen más importancia que la palabra. No
importa si el espectáculo es bello y si, además, contiene un
discurso interesante. Esa capacidad para dirigirse al espectador
con los más diversos lenguajes es uno de los elementos que
contribuyen a la grandeza del teatro. Ahora bien, no conviene
hacer mezclas explosivas. De la de ingredientes de calidad no
tiene por qué resultar un plato exquisito. Ante un texto
hermoso, lo que se le pide al director es que cuente con los
actores idóneos para transmitirlo, que no haga en él mudanzas
innecesarias o cortes caprichosos, sobre todo cuando forma parte
del repertorio universal, y que no pretenda hacer explícito,
mediante recursos escénicos llamativos, lo que el autor ha
explicado perfectamente. Su trabajo será tanto más meritorio
cuanto mejor y más discretamente defienda el valor de lo que se
ha puesto en sus manos y menos provoque la sospecha de que se ha
dejado llevar por un desmedido afán de protagonismo.
FOTO: NANCY SANTOS |
Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, la obra que sugiere estos
comentarios, ha sido representada miles de veces. Para la
historia del teatro han quedado puestas en escena como la de
Ingmar Bergman al frente del Dramaten, todas ellas respetuosas
con su condición de drama naturalista y comprometidas con su
contenido. Otras, más espectaculares, han pasado sin pena ni
gloria. |
FOTO: NANCY SANTOS |
En la presentada en Madrid por la compañía neoyorkina Mabou
Mines, dirigida por Lee Breuer, la escenografía reproduce la
casa de muñecas que Nora, la protagonista, ha regalado a sus
hijos con motivo de la Navidad. Una casa a la medida de los
niños en la que todos los objetos –mobiliario, utensilios,
piezas artísticas, adornos y piano- son los adecuados a sus
estaturas. Una casa que, siendo un juguete, es, al tiempo, la
que habita la familia. En ella, los personajes que van
apareciendo se mueven con dificultad. Nora, su amiga
Kristine y
la criada Helene ocupan un espacio reducido para su tamaño. Al
entrar y salir de la estancia han de agacharse, apenas caben en
los asientos y las tazas que se llevan a los labios son
diminutas. La sorprendente disparidad de escalas recuerda las
dificultades de Gulliver para acomodarse a las dimensiones de
Liliput. Son como muñecas de porcelana atrapadas en una reducida
jaula. La aparición de los personajes masculinos depara una
sorpresa: están interpretados por actores enanos. Ellos sí
encajan en aquel espacio. Mientras ellas, para moverse, tienen
que adoptar posturas complicadas o caminar a gatas o de
rodillas, los hombres se mantienen erguidos, instalados en un
mundo hecho a su medida. Si Ibsen puso en cuestión la estructura
de la familia de su época denunciando el distinto e injusto
papel que en ella jugaban sus miembros, aquí, las diferencias
físicas entre los hombres y las mujer se plantean como metáfora
de una sociedad patriarcal en la que ellas, a pesar de su
corpulencia, son juguetes procreadores y criadas obedientes. Lo
que Breuer ofrece es un discurso sobre el poder, discurso
superficial en el que la fuerza de las imágenes empuja a un
segundo plano las palabras. Lo insinuado en el texto, se hace
explicito en la puesta en escena, que no ahorra acciones
provocativas. Lo son, por ejemplo, aquellas en que los enanos
desnudos asaltan con grotesca pasión los cuerpos de las, para
ellos, gigantas.
FOTO: NANCY SANTOS |
Cuando llega el momento en el que Nora va a
rebelarse contra su situación, la casa de muñecas es desmontada
y su lugar ocupado por un escenario en el que se representará
una ópera bufa. Así, el tenso diálogo que mantienen ella y su
esposo se convierte en un vibrante dúo de soprano y barítono. Al
público que ha seguido la representación desde la sala, se suman
numerosas marionetas instaladas en unos palcos que, a modo de
nichos, salpican el fondo y los laterales de un escenario
cubierto de rojos telones. Un final brillante para una función
espectacular, como corresponde a una compañía devota de las
modernas tecnologías y cuyas creaciones son deudoras de
manifestaciones artísticas ajenas al mundo del teatro. Un
espectáculo impecable desde cualquier punto de vista.
Técnicamente está bien resuelto y la interpretación es
magnífica. También lo es la música, tanto la original como la
procedente de otras fuentes. Sin embargo, superada la sorpresa
que provoca la irrupción de los enanos, el interés decae y sólo
se recupera en muy contadas ocasiones. ¿Cuál es el problema?
Haber vestido el drama naturalista que es Casa de muñecas
con los ropajes del grotesco. El resultado indica que se trata
de un emparejamiento contra natura.
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