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CIEN MINUTOS
IMPACTANTE ESPECTÁCULO
QUE HOY COBRA MAYOR VERISMO

Título: Cien minutos
Texto: Toma¾ Pandur (Basado en Los Hermanos Karamazov de F. M. Dostoyewski) (1821 – 1991)
Dramaturgia: Livia Pandur
Escenografía: Marko Japlj
Vestuario: Jelena Prokovic
Música: Richard Horowitz
Video: Mileusnic + Serdarevic
Producción en línea: Vladimir Dekic
Director técnico: Adam Muzafirovic
Compañía: Pandur Theaters y Festival Ljubljana
Producción: Festival Ljubljana: Darlo Brlek (director) y pandur. Theaters: Livia Pandur productor. En colaboración con el Festival Ex Ponto, RTV Slovenia, el Consejo de la Ciudad de Ljubljana y el Ministerio de Cultura de Eslovenia.
Intérpretes: Sonja Vukicevic, Goran Susljik, Livio Badurina, Stefan Kapicic, Felix Stroebel, Vesna Miles, Nina Violic, Hristina Popovic.
Director: Toma¾ Pandur
Duración: 100 minutos.
Traducción simulatánea.
Estreno en Madrid: Centro Cultural de la Villa,
15 – II - 2006

Espectáculo para mayores de 18 años.


Si el programa de mano y demás información no lo advirtiesen, difícil sería remontarnos a Los hermanos Karamazov de F. M. Dostoyewski por la sola visión del espectáculo. Del autor ruso queda la esencia y la muy esencia así como la línea de un paralelismo entre unos hermanos desconocidos entre sí - obligados a convivir - y la también imperante obligación de convivir las diversas naciones en que quedó fraccionada Yugoslavia, tras la muerte de su antiguo dictador Tito.

La guerra surgió entre los hermanos dostoyewskianos. También surgió la guerra entre dichas naciones. Conocer tales detalles, sirven para comprender el proceso creativo de Toma¾ Pandur y el por qué de las lenguas diversas que usan los personajes y la procedencia distinta de los actores. También entender que el espectáculo tiene un aire testimonial y eso que se ha llamado “echar los demonios fuera”.

El espectáculo es tan visual que, en el fondo, no importan mucho si no se captan todos los textos o se desconoce el origen o inspiración, debido a que se trasciende la anécdota novelística o la situación histórica de la Yugoslavia “post-titania”.

Desde el principio, se pretende un juego con el espectador. Actores y público se acercan y en ciertos pequeños monólogos o canciones el actor acude al público olvidándose de la escena.

En el “hall” del teatro comienza la representación con la primera reunión de los hermanos y el padre. Todos, alrededor de una mesa. Se saludan, nos saludan como movimientos y maquillaje expresionistas, máscara que oculta el interior. Todo con una exquisita educación. En el texto se define como El discreto encanto de la burguesía. La cena de la Nueva Europa.

Un “slogan” a lo largo de la representación es el penetrar en la parte trasera del teatro o detrás del telón. El “hall” es sólo el telón en este teatro de Pandur, y en el ser humano: su fachada. Cuando dejamos el “hall” y entramos en la sala vamos a ver lo que hay detrás de esa mesa primera - la Cena de la Nueva Europa o primer encuentro de los Karamazov. Vamos a ver lo que esconde el alma humana, a través del onirismo, que es donde, parece ser, se revelan las nuestras motivaciones e instintos ocultos.

Sentados en el patio de butacas – sobre la escena -, los instintos interiores aflorarán de una forma brutal, soez, baja en los cuales el componente erótico está muy presente. Como trasfondo una serie de proyecciones a gran velocidad, se precipitan en un montaje el cual mezcla iconos, vida urbana, líneas etc… que se proyectan sobre un muro – el único elemento escenográfico – sobre el que treparán los actores y alguno formará la imagen del crucificado.

Dostoyewski había concebido ese encuentro infernal entre hermanos – provenientes de distintos lugares y sin ninguna antigua convivencia - en el que se da todo tipo de monstruosidades, como símil de la diversa vida humana que cuando se desboca, por la falta de entendimiento, es brutal en su enfrentamiento. El mismo símil sirve para la anécdota concreta de las naciones en que quedó dividida Yugoslavia. No obstante, muy pronto, toma carácter universal: sirve para cualquier enfrentamiento en el que se desata toda la vileza que está dentro de esa especie que se denomina, irónicamente, humana

El tema se hace más cercano ante las ya conocidas fotografías de abusos en las cárceles de Abu Ghraib. El esquema ser repite. La mesa de reunión no es sino el aspecto exterior de los impecables uniformes y posteriormente se desencadena y sale al exterior toda la brutalidad que esos soldados llevaban dentro, los cuales, en realidad, son meros intérpretes de un sistema.

Esta es la gran intuición de Pandur, aunque sea Dostoyewski quien se lo inspire. La validez del espectáculo se hace en estos momentos más apremiante.
 
Trabajado en clave expresionista, a veces, y otra realista juega con un ambiente tenebrista en luces y vestuario negro sadomasoquista con apuntes de fiesta elegante y sofisticada. Es una acertada plasmación de la complejidad que se pretende reflejar: el exterior y el interior. Lo mismo sucede con las luces.

Por parte de los actores es un trabajo total y se emplean de lleno con fuerza y convicción. Me han recordado a ese tipo de actores al que Antonin Artaud llamaba acróbatas

El espectáculo es de una gran fuerza por la cantidad de imágenes y situaciones dramáticas y brutales que crean los actores, las cuales quedan tremendamente potenciadas por la música de Richard Horowitz, muy en la línea de los gustos musicales y de elevado volumen de Toma¾.

Llegados casi al final de los horrores, Sonja Vukicevic – el padre o la Nueva Europa – interpreta un solo de El lago de los cisnes, símbolo de una cultura europea, aunque proceda de Rusia. Se trata de una interpretación decadente, eufórica a veces, angustiosa otras. Al fondo el resto de los
actores con tutús trémulos, como quienes están desorientados. La música, por momentos pierde su tesitura clásica y se acelera en ritmo y volumen. Es una imagen impactante de desolación, patetismo y desconcierto.

Al final tres de los actores se desnudan totalmente. Tras los cien minutos de agresiones corporales y negruras en los vestuarios, contemplar la desnudez sin ninguna connotación crea un remanso de paz y una esperanza de regeneración en el ser humano. Vista esta escena desde el lado testimonial de Toma¾, nos habla de una Europa totalmente distinta de la que existe para poder empezar.

En el 2006 hemos vivido la guerra de Irak, la cual connota el espectáculo haciéndolo más universal. Si en su creación pudo verse como un testimonio político, hoy es una amarga reflexión sobre los recovecos y siniestralidad del hombre, cuya única salvación es volver a la desnudez y comenzar de nuevo
 


COLLAGE ALTERNANDO LA
REALIDAD DE IRAK (Fotos publicadas por WHASINGTON POST)
y el
ESPECTÁCULO DE TOMA® PANDUR:
CIEN MINUTOS

Personalmente, si el espectáculo lo hubiera visto antes de los acontecimientos de Irak – la guerra de Yugoslavia nos llegó mucho más light -, pensaría que habría bastante de oportunismo, concesión a la galería y mucho de efectismo. Contemplar las vejaciones de Irak y por asimilación la de tantas guerras o enfrentamientos a lo largo de la historia, el espectáculo no sólo no es efectista sino que ha conseguido plasmar escénicamente los horrores de los recovecos oscuros del ser humano. En el 2006 ha trascendido la anécdota de los Karamazov y la tragedia de Yugoslavia. Lo cual no es una sorpresa, porque tanto la novela como el espectáculo no eran sino una parábola del ser humano.

Cien Minutos es un impactante espectáculo que hoy cobra mayor verismo.


José Ramón Díaz Sande
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