RESEÑA (ABRIL, 1999)
NUM. 304, PP.32 |
TOT ESPERANT GODOT
VISIÓN OBLIGADA |
EDUARD FERNÁNDEZ
ANNA LIZARÁN
FOTO: ROS RIBAS |
Título: Tot esperant Godot
(Esperando a Godot).
Autor: Samue Beckett.
Traductor: Joan Oliver.
Dirección y vestuario: Lluis Pascua!.
Escenografía: Frederic Amat.
Intérpretes: Anna L/zaran, Eduard Fernández, Francesc
Orella y Mare Marttnez.
Estreno en Barcelona: Teatr Lliure, 10-II-99.
Tot
esperant Godot de Samuel Beckett (1906-1989) se estrenó en París
en 1953 con dirección de Roger Blin y desde su estreno ha
generado una multitud de tesis, análisis e interpretaciones,
desde lecturas de clara significación religiosa a otras
marcadamente épicas o militantes. Lluís Pascual en el programa
de mano nos anticipa que el paso del tiempo ha hecho que Tot
esperant Godot dejara de ser un texto críptico para pasar a ser
transparente. Ahí, en esta declaración de principios, se
encuentra el mayor acierto de la propuesta del Lliure que se
aleja voluntariamente de licencias gratuitas en la puesta en
escena de este clásico de la dramaturgia contemporánea.
El montaje de Pascual respira honestidad y minuciosidad en el
análisis del texto, ninguna réplica resulta vacía en unos
diálogos ya de por sí monótonos, breves, absurdos y
reiterativos. Pascual ha construido un poema sobre la existencia
y sobre la humanidad contemporánea donde Godot no es nada ni
nadie, limitándose a mostrarnos a unos pobres trotamundos
ahogados en un blablá inútil mientras esperan, siempre esperan,
en tierra de nadie sin saber muy bien cómo ni por qué esperan.
El texto es una partitura del trágico vacío de la existencia
humana con centenares de acotaciones que la dirección ha sabido
orquestar en un tempo perfecto, donde la escueta y apocalíptica
escenografía de Frederic Amat y el vestuario del propio Pascual
potencian la ausencia de sentido de la espera de Vladimir (Anna
Lizaran) y Estragó (Eduard Fernández). Dos vagabundos a modo de
clowns que se encuentran con Pozzo (Francesc Orella) y su
esclavo Lucky (Marc Martínez) en una espera inútil y desoladora,
donde el paso del tiempo es lo único con entidad propia.
A pesar de la declaración de principios de evitar una lectura
religiosa de Tot esperant Godot, Pascual se toma la licencia de
poner alas de angelito al muchacho que anuncia, al final de los
dos actos, que seguramente Godot vendrá mañana. Un mensajero
alado que se aleja de la voluntad «transparente» del montaje
pero que ratifica a través del estado lamentable y roñoso de las
plumas que Godot no es el Dios esperado. Godot no vendrá mañana
ni nunca.
Tot esperant Godot es una obra de actores y las cuatro
interpretaciones del Lliure son estupendas. Sobresale Anna
Lizaran en una actuación implacable que nos atrapa incluso
cuando desaparece de escena y Marc Martínez nos deja con la boca
abierta en un soliloquio-danza de una cruel comicidad patética.
El montaje del Lliure de este clásico imprescindible es ejemplar
y la lectura «laica» o «transparente» por la que apuesta
Pascual
es de visión obligada.
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