RESEÑA (JUNIO, 1967)
NUM. 18, pp.205-207 |
ESPERADNO A GODOT
SAMUEL BECKETT
El crítico refleja la discusión que suscitó la obra
desde su estreno. Hay quienes querían buscar a Dios en
ese Godot y otros la Nada. El Teatro Comercial en Madrid
se había decidido a montar un texto que podría ser un
fracaso para el público medio del teatro. No obstante en
la España de finales de los sesenta se comenzaba a
estrenar lo que hasta el momento había sido clandestino
clandestino. |
RAFAEL ARCOS (ESTRAGÓN)
ARTURO LÓPEZ (VLADIMIR) |
Título: Esperando a Godot
Autor: Samuel Beckket
Intérpretes: Rafael Arcos (Estragón), Arturo López
(Vladimir),
Fabio León (Lucky)
Estreno en Madrid: Teatro Beatriz, 1967
Sensación ambivalente la del público - público medio - que
abandona el teatro Beatriz después de cada representación de la
pieza de Beckett. Y dos preguntas fundamentales: ¿Es esto
teatro? ¿Qué quiere decirnos el autor? Dos preguntas
justificadas ante una obra oscura, enigmática, y que rompe
radicalmente con todas las leyes de estructura dramática.
¿Qué significa, qué quiere decir esta obra? ¿Son sus cinco
personajes - Wladimir, Estragón,
Pozzo, Lucky y el niño símbolos de
algo? ¿Se completan y necesitan inevitablemente entre sí
Wladimir y Estragón, de tal modo que sean,
que simbolicen dos aspectos esenciales de un mismo hombre? ¿Se
complementan a su vez Pozzo y Lucky,
mera representación de las dos realidades cuerpo y alma? Esta
disposición en parejas, ¿es un símbolo de la humanidad dividida
en dos grupos fundamentales? El niño que aparece al final de los
dos actos y que tiene también su correspondiente complemento -
un hermano que guarda ovejas, él mismo guarda cabras- ¿vuelve
una vez más a recordarnos a esa humanidad dividida - tal vez
Caín y Abel - en dos sectores
contrapuestos?
¿Y ese sexto personaje, obsesivamente nombrado y que no viene:
Godot? ¿Quién es Godot? Hay
interpretaciones para todos los gustos. Para unos es un claro
diminutivo de la palabra God (DIOS) - así de
Charles sale Charlot, de Pierre, Pierrot
-. Para otros no sería precisamente Dios sino algo más general
que representaría lo trascendente al hombre, llámese Dios,
religión, Buda, etc. -:”esperando a un tal Godet, Godot, Godin…”
-, dice Pozzo como insinuando las variaciones de un mismo tema
fundamental. Eric Bentley cree que es una alusión aun
personaje de Balzac, Godeau, que aparece en una de sus
comedias – días - Le Faiseur o Mercadet -, personaje
inventado por el protagonista Mercadet para zafarse de
sus acreedores echándole la culpa de todo a ese imaginario
Godeau que habría huido con la caja robada. «Todo el
mundo tiene su Godeau ... », es decir, una excusa,
una pantalla a la que echar la culpa de nuestras dificultades.
En fin, para que no faltara la nota grotesca, ha habido incluso
algún crítico que hace años creyó que Godot era un
doble de De Gaulle (!)
De entre la selva de interpretaciones - ingeniosísimas,
sutilísimas- que se han dado a la obra, quisiera ahora destacar
dos fundamentales que son diametralmente opuestas: la cristiana
y la nihilista.
INTERPRETACIÓN CRISTIANA
Para los críticos que defienden el sentido cristiano de la obra
- Fraser, MacCoy, Kenneth, Rexroth,
Leonard Pronko, Edith CERN - son motivos
esenciales: la amistad entre Wladimir y
Estragón, la alusión a los dos ladrones crucificados con
Cristo, la esperanza incansable y fiel de los dos vagabundos y
el árbol que en el segundo acto aparece con hojas.
a) La amistad de Didí y Gago sería un llamamiento
a la hermandad universal, un canto a la solidaridad o más
radicalmente aún la solución definitiva y cristiana: Godot
no tiene que venir porque la esperanza y el amor hacia Dios ha
de convertirse en amor por los demás, en ternura y desvelo por
nuestro prójimo que representa a Dios; ternura y desvelo de
Wladimir arropando a Estragón o dándole
de comer, amor de estos dos vagabundos sencillos e ingenuos que
no saben separarse el uno del otro, que sufren cada uno con los
dolores del otro.
b) La alusión a los dos ladrones significa esta división radical
de la humanidad en elegidos y condenados.
“Uno de los ladrones se salvó. Es un buen porcentaje”,
comenta Wladimir. Pozzo, cuando
intenta vender a Lucky en el mercado de San
Salvador - Martin Esslin advierte la significación del
nombre “Salvador”- ¿está intentado salvarse él, apoderarse de
ese 50 por 100 de probabilidades al deshacerse de su pareja
Lucky? Cuando aparece ciego en el segundo acto se
repite la alusión a las dos categorías de hombres: Estragón
llama: “¡Abel! ¡Abel!“, y
responde Pozzo; vuelve a llamar Estragón:
“¡Caín! ¡Caín!”, y al
responder otra vez Pozzo, comenta Estragón:
“Es toda la Humanidad.” El
muchacho que guarda cabras es bien tratado por Godot,
mientras su hermano que guarda ovejas es golpeado por Godot. De
nuevo la alusión a Caín y Abel, a réprobos y elegidos. (En el
Evangelio de San Mateo, 25, 33, se habla del Juicio final:
“Serán congregadas todas las gentes, y
las separará unas de otras, como el pastor separa las ovejas de
los cabritos; y colocará las ovejas a su derecha y los cabritos
a la izquierda”.) En una interpretación cristiana de
estos datos habría que deducir que sólo se salvan los que
esperan - Wladimir, Estragón y
precisamente la labor cristiana de Wladimir será
convencer a Estragón - siempre más escéptico y con
un miedo terrible a ser condenado - de que deben permanecer
esperando a Godot: Wladimir:
“ ... Tenemos la suerte de saberlo. Sí;
en medio de esta inmensa confusión, una sola cosa está clara:
esperamos que venga Godot.” Estragón:
“Es verdad... “
Wladimir: “No somos santos;
pero hemos acudido a la cita. ¿Cuántos pueden decir 10 mismo?”
c) En el segundo acto, el árbol que antes estaba seco, ha echado
hojas. De ahí deduce McCoy que en realidad ya ha llegado
Godot, aunque los dos vagabundos no se dan cuenta
de ello. El
árbol
seco, la Cruz, se hace árbol de Vida, es decir a toda esperanza
atormentada sucede ya el deseo cumplido, según la frase de la
Sagrada Escritura (Proverbios, XIII, 12):
“La esperanza que se prolonga es tormento del corazón; mas
árbol de vida es el deseo cumplido.” Beckett -
en la versión inglesa- ha puesto en labios de Wladimir
una alusión directa a esta frase del libro de los Proverbios:
Wladimir: “Hope deferred
maketh the something sick.” Si esta interpretación es
válida, Dios estaría presente en todo el segundo acto,
habría castigado a Pozzo con la ceguera por haber
intentado vender a Lucky y seguiría sosteniendo
ocultamente la esperanza de los dos vagabundos que sería ahora
ya, no la incertidumbre de la existencia de Dios, sino la
inseguridad de todo hombre viator que debe vivir en este mundo
“con temor y temblor”, atormentado tal vez a veces por el
problema de la predestinación, pero esperanzado siempre en la
llegada definitiva de Dios.
INTERPRETACIÓN NIHILISTA
Pasemos ahora brevemente a exponer la interpretación nihilista,
totalmente contraria a la anterior. Para los críticos que
sostienen esta interpretación - Ruby Cohn, Charles
Glisksberg, Rossette Laman, George Wellwarth
-, el tema de la obra no es otro que “la inutilidad del
pensamiento y la consiguiente absurdidad de toda acción
humana...; toda verdad última se encuentra para siempre allende
la frontera de la mente humana, y por consiguiente la verdad no
existe de modo efectivo. Esta desperanzay desamparo en medio de
un universo ignoto e incomprensible son los que han conducido a
Beckett a la salvaje integridad de su pesimismo.
Beckett hace que a su lado Schopenhauer
parezca un alegre optimista y Nietzsche un creyente devoto”. Estas frases rotundas proceden de
la pluma joven - demasiado segura de sí misma - de George
Wellwarth. La alusión a los dos ladrones sería sólo la prueba de
que Beckett cree imposible el análisis de una verdad religiosa,
que se apoya en contradicciones: de los cuatro evangelistas sólo
uno dice que se salvó uno de los ladrones, dos no mencionan el
hecho y el cuarto dice que ambos maldijeron a Cristo. No podemos
saber con certeza nada, todo - aun las verdades más necesarias
para fundamentar y dar sentido a nuestra vida - es confuso,
arbitrario y absurdo. La espera de los dos vagabundos es inútil,
Godot nunca vendrá. Ni siquiera saben con certeza quiénes son ni
dónde están, ni reconocen fácilmente el sitio de la cita, ni son
reconocidos por el muchacho o los otros dos con quienes se
encuentran. El que el árbol tenga hojas en el segundo acto
significa tan sólo el paso del tiempo, un cambio de estación,
que no ha traído cambio alguno a la situación desesperada de los
vagabundos.
Estas serían - en bloque y sin matizar- las dos actitudes
críticas más opuestas acerca de Esperando a Godot.
Irreconciliables.
¿Se puede decir todavía algo nuevo, es posible un nuevo intento
de interpretación? Las líneas que siguen pretenden modestamente
acercarse una vez más a esta obra controvertida, tan rica en
motivos y sugerencias.
HACIA EL TEMA FUNDAMENTAL
¿Cuál es el tema fundamental de la obra? Según afirma el mismo
Beckett, un texto de San Agustín:
“No desesperes: uno de los
ladrones se salvó. No confíes demasiado: uno de los ladrones se
condenó." ¿No podría ser acaso este texto un intento de
conciliación entre las dos interpretaciones contrarias?
Siguiendo la estructura doble de la frase agustiniana, doble
sería también el mensaje de Beckett al espectador de su obra:
“No confíes demasiado. No desesperes.” La primera frase se
acercaría a la postura nihilista, la segunda a la cristiana. Tal
vez el texto central de la obra sea el famoso discurso de Lucky
del primer acto. Un monólogo incoherente y larguísimo, parodia
de una argumentación lógica: a través de sus razonamientos
inconexos Lucky nos muestra la inutilidad del pensamiento
científico moderno. He subrayado esta última palabra porque la
considero clave para una recta interpretación de pensamiento de
Beckett. No es lo mismo hacer una crítica radical de la ciencia
moderna que hacer una crítica absoluta y total de todo
conocimiento.
El mismo Wellwarth, uno de los más apasionados defensores del
nihilismo de Beckett, se ve obligado a admitir:
“Beckett deja
entender que la impotencia humana en cuanto a pensamiento y
acción data sólo de los tiempos modernos.” Beckett, como casi
todos los autores del Teatro del Absurdo está desengañado de la
ciencia y de la técnica, de todo este intelectualismo exacerbado
que ha deshumanizado al hombre actual. Ciencia y técnica que,
aliadas con el poder totalitario y abusivo, han servido, entre
otras cosas, para llevar a los hombres a una guerra mundial. ¿No
podría resumirse la primera parte del mensaje de Beckett en las
palabras: “No confíes demasiado en la ciencia ni en el poder,
porque no pueden salvar al hombre”? Pozzo es el poder tiránico
que necesita a Lucky para que piense por él. Pero
Lucky, que “solía pensar muy bien antes”, ahora sólo profiere una sarta de
incoherencias. Pozzo, que tan seguro de sí aparece en el primer
acto, se in tranquiliza durante el monólogo de Lucky y aparece
ciego en el segundo acto.
Pero el hombre es algo más que conocimiento, y dominio tiránico.
Además de Pozzo existen también en el mundo dos pobretes -
Wladimir y Estragón que siguen esperando por encima de todo. Que
no pueden desertar de su cita con lo trascendente ni ahogar en
ellos esa tremenda realidad a la que Anouilh llamó
“la cochina
esperanza”. Una esperanza confusa, incierta pero sencilla y
tenaz. Y tan profundamente humana y simpática - para Beckett y
para su público - como humanos y simpáticos son sus dos
portadores, pobres payasos de la risa y el llanto. Por eso es
difícil no sentir ante esta obra de Beckett más que amargura o
pesimismo nihilista. Algo hay en la obra que se resiste a ser
exclusivamente negro. De ahí esa sensación ambivalente del
espectador medio, sin prejuicios librescos, que responde, según
creo, precisamente a la doble temática de la pieza. Al doble
mensaje - agridulce, agustiniano - del “No confíes demasiado” y
“No desesperes”. Entre la presunción intelectualista de la
ciencia deshumanizada y la absoluta desesperación nihilsta,
Beckett nos ha descrito con simpatía y emoción contenida ese
término medio - misterioso, inexplicable- que es la esperanza
tenaz de los humildes.
La representación del Teatro Beatriz es correcta sin ser
brillante. Rafael Arcos y Arturo López son Estragón y
Waldimir
en una interpretación ajustada y difícil; tal vez han acentuado
escasamente los rasgos circenses, de music-hall, tan importantes
en la visión de sus personajes como los momentos serios. Fabio
León hace un Lucky inolvidable. Ojalá que el éxito comercial de
Esperando a Godot sea el estímulo necesario para seguir
representando otras obras del Teatro del Absurdo desconocidas
todavía para el público español.
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