RESEÑA (ABRIL 1995)
(Nº 260, pp.4 - 5) |
UN CELOSO EXTREMEÑO
ZASCANDIL
ADAPTA UNA NOVELA DE CERVANTES
(Cervantes ha subido al escenario no tanto con sus obras
de teatro,
sino mediante sus adaptaciones novelísticas.
Este el caso de Un celoso extremeño.) |
Título: Un celoso extremeño.
Autor: Miguel de Cervantes.
Adaptación: Daniel Moreno y Rafael Ruiz.
Dirección y escenografía: Rafael Ruiz.
Intérpretes: Valentina Sarmiento, Carmen Pardo, Marcos León,
José Marie Adeva.
Estreno en Madrid: Sala Galileo. Febrero 1995. |
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Cervantes escribió dos versiones distintas de una historia muy
semejante. El motivo contaba ya con una larga tradición y
combinaba elementos como el matrimonio entre el viejo y la niña,
que tan fecundo sería en el teatro posterior, con una trama de
celos, de engaños y de adulterio. El entremés que tituló
El
viejo celoso elegía un desenlace característico de la farsa en
el que el viejo marido resultaba burlado. En la novela ejemplar,
titulada El celoso extremeño, Cervantes optaba por una solución
más piadosa, en la que el adulterio no llegaba a consumarse.
Zascandil ha escogido la versión narrativa como base para un
espectáculo enmarcado en un viaje de un grupo de cómicos,
quienes para entretener el tedio de la carretera leen e imaginan
la historia de Cervantes. Lectura, narración e interpretación
propiamente dicha se alternarán en una labor en la que los
actores cambian de personaje cuantas veces sea necesario. La
música —grabada y en vivo, pero siempre sugerente— marca con
acierto transiciones y cambios y ambienta temporal y vitalmente
la historia. El ritmo es más rápido habitualmente y los cambios
de los personajes se verifican con fluidez, excepto en algunos
momentos en los que se ha recurrido a un pseudodistanciamiento y
el actor realiza su transformación ante los ojos del público, lo
cual resulta contradictorio con las opciones estéticas
escogidas.
La interpretación revela esfuerzo, voluntad y entusiasmo.
Ciertamente, los cambios de identidad y el tono de farsa no
permiten demasiados matices, pero no siempre se proporcionan a
los personajes los contornos que serían deseables.
Zascandil cuenta ya con una interesante trayectoria teatral de
la que forman parte espectáculos de carácter muy diverso. Su
elección ahora del clásico por antonomasia de la narrativa
española revela una cierta audacia y a la vez una importante
dosis de confianza en las posibilidades del grupo. El resultado,
por encima de algunos errores, pone de manifiesto su
profesionalidad, su capacidad de hallar soluciones, su buen
gusto y su dominio de determinados resortes. Pero no sé hasta
qué punto tiene sentido que un grupo joven escoja como base para
un espectáculo el texto de una novela que, dejando aparte su
incuestionable calidad, poco puede aportar a la escena actual,
tanto en lo que se refiere a la presencia de los problemas o de
los asuntos que preocupan a nuestros contemporáneos, como en lo
que atañe a la dimensión estética o formal propiamente dicha.
Zascandil hace farsa clásica y la hace bien, pero ¿debe
limitarse a eso la labor de un grupo teatral joven en una sala
de la que cabe esperar riesgo, novedad, experimentación?
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