BORIS GODUNOV
LA FURA DOMESTICADA
Título: Boris Gødøunøv
Idea original y dirección artística: Àlex Ollé
(La Fura dels
Baus)
Texto original: David Plana
Dramaturgia: Àlex Ollé y David Plana
Iluminación: Pere Capell y Àlex Ollé
Diseño de vestuario: Catou Verdier
Creación de vídeo: Frank Aleu
| Urano
Banda sonora: Josep Sanou
Elementos escénicos y atrezzo:
Alberto Pastor
Diseño de vídeo: Joan Rodon
Asistencia a diseño de sonido: Damien Bazin
Director técnico: Xavier Xipell
Técnico de sonido: Albert Freixas
Técnico de iluminación: Jordi Thomas
Dirección de producción: Carles Manrique
Producción ejecutiva: Susanna Jove
Road manager: Sol Blasi
Auxiliar de producción: Cai Felip
Entrenador físico: Salvador Chaves
Asesor de armamento: Ramón López
Fotografía de butaca: David Ruano (TNC)
Equipo de
La Fura dels Baus
Gerente: Joan Ortega
Coordinación de proyectos: Rosa Arnáiz
Administración: Esther Sastre y Sonia González
Adjunta a dirección artística: Vicky Murillo
Directores
artísticos de
La Fura
dels Baus: Miki Espuma, Pep Gatell, Jürgen Müller,
Àlex Ollé, Carlus Padrissa y Pera
Tantiñá
Coproducción: Centro Dramático
Nacional/Teatre Nacional de Catalunya/Elsinor/La Fura dels Baus
Con la colaboración de Ayuntamiento de Molina de Segura y Ayuntamiento de Rubí
Compañía:
La Fura dels Baus
Ayudante de dirección: Anna Rodríguez
Intérpretes: Pedro Gutiérrez, Pep Miras, Juan
Olivares, Francesca Piñón, Albert Prat, Óscar Rabadán, Fina Rius, Sara
Rosa Losilla, Manel Sans
Dirección escénica: David Plana y Àlex Ollé
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero (CDN), 18–IX-2008 |



FOTOS: DAVID RUANO |

FOTO: DAVID RUANO |
Todavía está fresca en nuestra
memoria la terrible acción terrorista que tuvo lugar hace seis años en
el teatro Duvbrovka, de Moscú,
cuando un comando de independentistas chechenos interrumpió una representación
teatral y secuestró a actores y espectadores. Tras varios días de angustia, el
desenlace fue un baño de sangre que se produjo cuando el ejército ruso
recibió órdenes de asaltar el coliseo. Ahora,
La Fura dels Baus recrea aquellos sucesos en Boris Godunov y lo hace convirtiendo a sus actores en
terroristas y, al público, en su rehén. Todo el teatro se convierte así en
escenario de
la
representación. Para quiénes fuimos testigos de aquellos
primeros intentos de los años sesenta del pasado siglo de romper la
cuarta pared que separa a público y actores o de llevar el teatro a espacios no
convencionales que facilitaran su aproximación física, esta propuesta estaba
llena de atractivos, más aún viniendo de la mano de
la mítica Fura del
Baus, pionera en España aquellas formas dramáticas que hundían sus
raíces en Artaud y su teatro de
la crueldad. Entre las
compañías extrajeras que mostraron ese nuevo teatro en nuestro país hay
que recordar el Living Theatre y el Teatro Libero de Roma. En el caso del grupo norteamericano, era
turbadora la presencia a unos centímetros de distancia de un actor semidesnudo
que dirigía sus palabras como si cada espectador fuera su único destinatario.
En cuanto al Teatro Libero, creado y
dirigido por Luca Ronconi, fue
memorable la representación de su Orlando
furioso en la pista central del Palacio
de los Deportes madrileño, en la que el público compartía con los actores
un espacio invadido por pequeños escenarios montados sobre carras
móviles y enormes caballos metálicos que se abrían paso a duras penas.

FOTO: DAVID RUANO |
En
los años ochenta,
La Fura dels Baus tomó, entre nosotros, la
antorcha de este teatro nuevo y provocador. Accions,
ofrecida en una de las naves el antiguo mercado
de Legazpi, fue impresionante. El espectáculo era de una violencia extrema
y, aunque, sin que lo pareciera, todo estaba bajo control, el aparente caos provocaba
en los espectadores un miedo físico real. Algo parecido sucedió con Suz/o/Suz
y Manes. Aquellos eran claros
ejemplo de un teatro de participación activa. Actores y espectadores estaban
inmersos en un impresionante ritual de ruido y fuego. No olvidaré, en el
primero de los espectáculos citados, la imagen de una mujer que, en medio de
aquella orgía de destrucción, se refugió en un rincón de la nave y allí
permaneció inmóvil con la cabeza escondida bajo los brazos.

PEDRO GUTIERREZ
FOTO: DAVID RUANO |
No es la nostalgia lo que me lleva a
remontarme a tan lejanos tiempos. A evocarlos me empuja la contemplación del
último trabajo de aquel grupo que se situó en primera línea en el teatro de
vanguardia español. Esta Fura no
es aquella. El camino que lleva recorrido hasta aquí está salpicado de
espectáculos de calle de gran formato, apoyados en presupuestos millonarios
financiados por multinacionales e instituciones públicas con los que mantiene
viva su fama. Al tiempo, ha ido despojándose de parte de los elementos que
producían mayor rechazo en el público que no comulgaba con su teatro e
incorporando, para ganárselo, recursos y fórmulas que le eran ajenos,
procedentes de ese teatro que ellos combatían. El punto de partida de ese
proceso se produjo cuando
decidió
hacer teatro de texto y actuar en escenarios a la italiana. Ombra y F@usto versión 3.0 fueron los primeros pasos dados
en esa dirección. El Boris Godunov
que se ofrece en el María Guerrero
se inscribe en ese viaje emprendido para conquistar nuevas audiencias. Un viaje
fallido. Plantear el secuestro del público es un hecho provocador que se ajusta
a la tradición furera, a condición,
claro está, de que las víctimas se sientan sometidas a algún grado de violencia
que las inquiete, lo que aquí no sucede. Los terroristas toman el escenario y
el patio de butacas, los recorren esgrimiendo sus armas de fuego, pero los
espectadores permanecen impasibles en sus asientos porque no se sienten
amenazados. No participan. No se involucran en la acción en la que, se supone,
participan. En otros tiempos, los actores les habrían increpado, levantado de
sus butacas e incomodado llevándoles de un lado a otro del teatro. Lo malo no
es que todo sea fingido, como lo era lo que hacían antaño, sino que no
se disimule la falsedad.

FOTO: DAVID RUANO |
Hay
otro aspecto discutible en esta propuesta. Se trata del constante recurso al
cine. Su utilización como elemento escenográfico resulta adecuado en la primera
escena, en la que se representa Boris
Gudonov, de Pushkin, pero se nos
antoja abusivo cuando se emplea para proyectar sobre la gran pantalla escenas
amplificadas de lo que los actores interpretan en ese momento o acontecimientos
que tienen lugar en el exterior del coliseo. Se tiene la sensación de que la
capacidad de expresión del
teatro
es limitada y necesita, para cubrir sus carencias, la muleta
cinematográfica. Es triste que esa muleta se emplee en uno de los momentos de
mayor calado en la obra, aquel en que el poder se despoja de la máscara con la
que comparece ante los ciudadanos y muestra su verdadero rostro cuando debate
las formas poco ortodoxas de combatir el terrorismo.
Entre
los intérpretes, Pedro Gutiérrez realiza un buen trabajo en el papel de jefe del
comando. Pero las actuaciones más brillantes corren a cargo de las tres
actrices que forman parte del reparto: Fina
Rius, Sara Rosa Losilla y Francesca Piñón, en especial la
de la última, que protagoniza un conmovedor monólogo.
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FOTO: DAVID RUANO
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