RESEÑA, 1969
NUM. 28, pp. 189 -191 |
las criadas
jean
genet
Según Arcadio Baquero Goyanes el estreno en España de Las Criadas fue antes del 1969:
“…el drama de
Genet, bajo la dirección de
Álvaro Guadaño, fue
estrenado el 11 de junio de 1963, en
el
teatro Goya, por «Dido, pequeño Teatro» de
Josefina Sánchez Pedreño. Sus
protagonistas fueron:
María Paz Ballesteros y
Laly Soldevilla (las
criadas) y
Esmeralda Adam (la señora). Las tres actrices alcanzaron un notable
éxito en su difícil trabajo”. *
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Título: Las Criadas
Autor: Jean Genet
Compañía: Nuria Espert/Armando Moreno
Intérpretes: Nuria Espert,
Julieta Serrano,
Mayrata O´Wisiedo
Dirección: Víctor García
Estreno
en Barcelona: 1969
Estreno
en Madrid: 1969 |
JULIETA SERRANO
NURIA
ESPERT
FOTO:
MONTSE FAIXAT |
Estremecedor
espectáculo éste, ceremonia irritante y
provocadora, oficiada por tres mujeres que personalizan la malevolencia y la
frustración. Son sesenta minutos de intensidad dramática, mantenida sin
interrupción (no hay entreactos) por dos criadas, parodiando a su señora
cuando está ausente, o adulándola del modo más servil cuando vuelve a casa.
Aunque
el espectáculo produce en muchos espectadores un
evidente malestar, no puede contentarse el crítico con levantar acta de estas
molestias y reacciones, ni siquiera con hacer de su posible revulsión personal
la sustancia y el argumento de su crítica. Hay que intentar tomar el toro por
los cuernos y enfrentarse con esa bestia negra que es el teatro metafísico de
la perversión, tal como lo cultiva Jean
Genet, dentro de la familia de dramaturgos «malditos», que incluye a Strindberg (Sonata de espectros), Sartre (A puerta cerrada), Camus (El malentendido), Ionesco (Asesino sin gajes), etc.
Jean Genet no es un
autor célebre ni mucho menos glorioso. En su vida hay rasgos muy sombríos
(expósito, delincuente, presidiario). Su actitud vital es la del que
vive al margen de la ley y de la sociedad; su filosofía es el nihilismo. Estos
rasgos no serían interesantes a nivel universal si no constituyeran la poderosa
personalidad de un escritor de los más verídicos y agresivos de nuestro tiempo.
Para Genet, el teatro es una gran
metáfora contundente por la que el autor evoca en el espectador las vivencias
más radicales del hombre. Es el suyo un teatro intelectual, simbólico, austero
y cruel, en donde no rige ni el realismo, ni lo psicológico, ni las estéticas
complacientes.
NURIA
ESPERT
FOTO:
MONTSE FAIXAT |
Por
ello nos parece tan meritoria la labor llevada a cabo la pasada primavera en
Barcelona por la compañía que encabeza Nuria Espert y que dirige Armando Moreno, y esperamos se cumpla
su propósito de llevar el espectáculo a Madrid en el otoño. Es
interesante conocer a Genet en
directo y participar en alguna de sus «ceremonias». También es digna de aplauso
la dirección escénica y el montaje de Las criadas (a cargo de Víctor García), por lo original y por
lo bien adaptado al «ambiente espiritual» de la obra: monumentalidad fúnebre,
hermetismo carcelario, convencionalismo simbólicos, etc. Y mayor alabanza todavía
merecen esas dos consumadas actrices que son Nuria Espert y Julieta
Serrano, en su papel de criadas, por el enorme esfuerzo y la total entrega
a su juego dramático. |
La
obra es una representación dentro de la representación, por una acertada
combinación de mutaciones y de recursos ficticios y concretos; pero tiene
también algo de ceremonia macabra y de pugilato deportivo. Las dos criadas expresan su odio a la señora y su odio mutuo con toda la intensidad
de su mutuo amor frustrado. En la acción hay gritos, golpes, carreras,
revolcones; unas veces las sirvientas se arrastran por el suelo y otras pasean
sobre señoriales coturnos; a veces se muestran medio vestidas y otras
cubiertas con mantos fastuosos.
El continuo movimiento expresionista,
turbio y aberrante, se convierte así en un teatro de sombras, en una danza de
espectros, o en una especie de rito religioso
invertido con reminiscencias órficas. Es un ejercicio de histerismo
voluntario, un desahogo del mal que esas mujeres sienten dentro y que
exteriorizan en actos de fingida emulación de maníaca. Cuando la señora
de la casa está ausente, una de las criadas se pone sus vestidos e imita sus gestos de
autoridad y dominio sobre la otra sirvienta, que unas veces la adula y otras la
escarnece hasta quererla matar. La continua y recíproca
mutación de papeles aumenta el formalismo alegórico de la obra y, en
consecuencia, crece también en el espectador la impresión de que este juego
ritual, desenfadado y masoquista, está desprovisto de realidad. Estas
presencias, con sus voces y gestos, son más bien signos que establecen una discusión mental. Porque
la vida del hombre, según Genet, fuera de estos gritos desesperados y provocativos, está vaciada de todo contenido. La visión no puede ser más nihilista.
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JULIETA SERRANO
NURIA ESPERT
FOTO: MONTSE FAIXAT |
Dos
son los temas principales que esta alegoría propone, que podrían resumirse así:
la alteridad humana es imposible y nociva; la identidad personal es imposible también.
La
relación señorsiervo ejemplifica en esta obra todas las relaciones
humanas. Hay seres que son o se creen superiores y satisfechos; entonces para
ellos el prójimo no es más que un objeto que ellos manipularían su
gusto. La señora dice a las criadas que son obra suya, que no existen
más que porque ella quiere: «me resultaría tan fácil haceros desaparecer... »
Pero la señora necesita de sus criadas para seguir siendo señora:
son los ojos de ellas los que la reflejan bella, noble, amante en tribulación,
etc.
Por
otra parte, las criadas, si reconocen servilmente que
son objetos insignificantes (“Todo para usted, señora”) y recitan las
bondades de su ama, también se dan cuenta del envilecimiento que comporta esta
dependencia total. Por esto desearían destruir a la señora. Pero resulta
que tampoco pueden prescindir de ella: necesitan de algo bello y noble, de
algo elevado que las saque de su vulgaridad.
NURIA ESPERT
JULIETA SERRANO
FOTO: MONTSE FAIXAT |
A esta recíproca relación de dependencia se suman ciertas implicaciones sexuales, no precisamente confesadas o
consentidas, pues se trata más bien de la libido como fuerza elemental de atracción
o de repulsión. Pero al ser imposible toda verdadera comunicación, la libido
se frustra siempre y las relaciones humanas se pervierten todavía más. El amor
frustrado se convierte en odio y la vida en un formidable juego de sombras,
unidas sólo por el miedo y por gestos de destrucción. No sólo las criadas con la señora, también ellas entre sí se enredan en el
laberinto de imposibles apetitos y de constantes revulsiones. Cada criada en
su vileza es el espejo de la otra: “Me enferma ver mi imagen devuelta por tu espejo como un mal
olor. Tú eres
mi mal olor». Ni siquiera pueden amarse porque se dan repugnancia mutuamente: «Amarse en la
servidumbre no es amarse.» |
Junto
a esa perversión de las relaciones de alteridad, el
ser humano experimenta -según Genet-
una total frustración en sí mismo. Sin comunicación posible, vive' atrapado en
un laberinto de espejos turbios, movedizos y fríos, que le impiden reconocerse
y realizarse. (Gran acierto ese escenario metálico, movedizo y asfixiante. al
mismo tiempo, que ha montado Víctor García para esta representación.) No sólo las personas, sino los objetos actúan en el
individuo acusándolo y acorralándolo. La casa es como una gran trampa para sus
domésticos. El ser humano quisiera escapar de ella, pero no puede. Y entonces
cada individuo Se martiriza a sí mismo. (Una de las criadas se flagela en
escena y luego desea destruirse y se envenena.) y es que ni siquiera el
conjuro de las fuerzas del mal ofrece consistencia alguna al individuo. El
odio y la revolución que las criadas quieren poner por obra no son más que
ficción, como lo es también todo deseo amoroso. Las dos sirvientas se deshacen
en insultos; pero inútilmente, como si nadie las oyera. Y al fin se sienten
vacías, abandonadas aun del mismo odio, que era la última fuerza que les
quedaba. (“Se me
han acabado los insultos...”) La vida
humana aparece entonces como una siniestra sombra
gesticulante, desprovista de realidad.
Como
se ve, el nihilismo de Las criadas es radical y está expresado sin paliativos. Es la denuncia más desaforada
que hemos oído a la existencia humana, hecha no sólo por un pobre desafortunado,
sino por alguien que se siente rechazado por la misma vida, por un
fuera-de-la-ley, un amante frustrado en todos sus deseos, un delincuente
destruido
por sus propios impulsos de destrucción. Escuchar este
alarido de protesta y de odio es algo estremecedor y que puede aleccionamos. No
basta decir que nos molestan esas estridencias y que no es decente oídas ni
vedas. Pensamos, por el contrario, que necesitamos auscultar de vez en cuando
las voces del abismo, hacer el viaje a los infiernos llevados por los recursos
del arte y constatar
que este abismo de tribulación y de odio está poblado por hermanos nuestros. El
odio y la voluntad de destrucción que experimentan muchos hombres
contemporáneos nuestros, ¿no estará provocado muchas veces por nuestra
inconsideración, por la, injusticia consentida, por nuestra falta de amor y de
entrega a los más desamparados?
* Bajo la dirección de Mario
Gas se ha representado en el Teatro
Albéniz, de Madrid, el drama Las
criadas, de Jean Genet, con Aitana Sánchez-Gijón, Emma Suárez y Maru Valdivieso como figuras de la obra, que ha obtenido excelente
crítica y acogida |
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