RESEÑA,
1984
NUM 148,
pp. 22-23 |
LA
TEMPRANICA
y
LA GRAN VIA
DESIGUALDAD
DE TRATAMIENTO
No era
la primera vez que Adolfo
Marsillach se metía con el musical. Ya dirigió Cuadros Disolventes y una Mata-Hari
para Concha
Velasco.
|
Tras la interesante visita de
la Opera de Dresde, el Teatro de
la Zarzuela
vuelve al género que lleva su nombre dentro de la temporada lírica que, desde
ahora, sus responsables pretenden
continuar. De forma paralela a la primera experiencia con Gloria y peluca y La verbena
de
la Paloma,
le toca el turno a una obra muy conocida: La
gran vía, y otra no tan olvidada como la pieza de Barbieri, pero menos habitual en el repertorio: La tempranica.
Título: La tempranica.
Libreto: Julián Romea.
Música: Gerónimo Giménez.
Intérpretes: Emilina López/Belén Genicio (María), Javier Alaba, Teófilo Calle, Juan Reyes,
José Antonio Ceinos.
Estreno en Madrid: Teatro de
la
Zarzuela, 1983 |
LA
TEMPRANICA (1983)
FOTO: ANTONIO DE BENITO |
EN
LA TEMPRANICA TODOS LOS PAPELES,
EXCEPTO EL DE
LA
PROTAGONISTA,
SE CANTAN MAL,
Y EL DIRECTOR HA PASADO POR ELLA
COMO POR UN COMPROMISO OBLIGATORIO Y VERGONZANTE.
La
mayor parte de la música de La tempranita, debida a Gerónimo Giménez, es de
sabor nacionalista
y entronca con las preocupaciones de musicólogos y compositores
españoles de la época. A menudo suena como Il trovatore, de Verdi, y a recordarlo ayuda mucho la "gitanería" del
libreto, pero hay que recordar que la ópera verdiana
es de 1851, es decir, cincuenta años anterior a La tempranita. Pero también se pueden señalar
atisbas de lo que será el lenguaje plenamente nacionalista de Falla en La vida
breve (1913).
LA TEMPRANICA
(1983)
FOTO: ANTONIO DE BENITO |
El libreto es pobre y pintoresquista.
La puesta en escena de Marsillach,
si es que existe, no lo ha evitado en modo alguno. El director ha pasado por
esta obra como por un compromiso obligatorio y vergonzante que le permitía
llegar a lo que era su verdadero objeto de interés, el lucimiento de La gran vía. Los actores (?) se ponen o
bien pintorescos también o bien sumamente pesados. Felizmente, Emelina Jiménez,
cubana,
tiene una preciosa voz que sirve a la bellísima música de Giménez,
aunque se trata de una voz "in progress", aún sin concluir en sus posibilidades,
que si se educa aún más en fraseo, actuación puramente dramática y economía de
emisión puede dar un gran salto hacia el repertorio operístico que, desde luego,
no le es ajeno. Juan Reyes resulta
un insoportable Grabié, y el barítono Javier Alaba no puede con el personaje
de Don
Luis. En cuanto a José Antonio Ceinos, en Miguel, no hace sino naufragar en la
trampa andalucista del horrible libreto de Julián
Romea (sobrino). Citemos en su descargo, aunque podía haberlo evitado, un parlamenteo que corresponde a su personaje: "iJozú, Jozú, Jozú!
No me cambio yo ahora... ¿por quién? ... ni por er
mesmo Padre Zanto de
Roma," ¡Para qué más comentarios!
*****
Título:
La Gran Vía.
Libreto: Felipe Pérez y González.
Música: Federico
Chueca y Joaquín Valverde.
Intérpretes: Alfonso del Real, Angel
de Andrés, Natalia Duarte (la que tiene que servir), Irene Daína,
José Varela, Francisco Navarro y Julio Incera (los
tres ratas).
Director musical: Urbano Ruiz Laorden.
Director de. escena: Adolfo Marsillach.
Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela,
1983 |
LA GRAN VÍA
(T. DE
LA
ZARZUELA,1983)
FOTO: ANTONIO DE
BENITO |
LOS MEDIOS PUESTOS A DISPOSICIÓN
DE ADOLFO MARSILLACH PARA DIRIGIR
LA GRAN VÍA
HAN SIDO BIEN ADMINISTRADOS,
AUNQUE
LA
PRIMERA DE LAS PIEZAS DEL PROGRAMA
MEREC!A OTRO TRATAMIENTO
MÁS IMAGINATIVO Y MENOS APRESURADO.
LA GRAN VÍA
(T. DE
LA
ZARZUELA,1983)
FOTO:
JESÚS ALCÁNTARA |
El plato fuerte era, pues, gran Vía, una
zarzuela estrenada en 1886 y demasiad ligada a una circunstancia des tiempo y
su lugar como par, que nadie creyera que, cien años después, aún la
escucharíamos con gusto. Sin embargo, así es. Marsillach reservó la
imaginación para la puesta e escena arrevistada - lo
que no es ningún disparate - de su Gran
Vía y, como siempre, eligió algunos números y prescindió de otros, como
hicieron los
mismos
autores, que cambiaran y añadieron a medida
que el éxito de
la pieza multiplicaba sus
significados. |
El
libreto de Felipe Pérez y González
pretendía ser un satírico acicate a la construcción de
una gran calle en Madrid, que un Excelentísimo
Ayuntamiento apoltronado y mojigato podía no atreverse finalmente a
acometer. Se dice que el éxito de la obra fue decisivo para que se llevase a
cabo esa importante remodelación urbana. La puesta en escena es al menos tan
alegre como la música de Chueca y
Valverde, cuya ligereza y facilidad la hace quizá menor ante la propuesta
de La tempranica, pero en
absoluto desmerecedora. La música de
La Gran Vía, linda y menor, es absolutamente
atractiva, y para ello no es preciso recordar tan a menudo que le gustaba mucho
a Nietzsche, que por entonces había
renegado de Wagner y ya no estaba
demasiado en sus cabales.
Algunos aficionados se cabrearon lo suyo cuando comprobaron que algunos papeles estaban confiados
a actores y no a cantantes. Desde luego, la cuestión de voces está totalmente
descuidada aquí. Pero se trataba de una elección: o voces o cómicos. Particularmente
prefiero que el Caballero de Gracia lo interprete Angel de Andrés, con su sentido del humor y su eficacia, aunque, además,
me hubiera gustado que cantase bien su vals. Pero la cosa no es tan grave. Más
grave es que se canten mal todos los papeles de
La
tempranica excepto la protagonista. |
LA GRAN VÍA
(T. DE
LA
ZARZUELA,1983)
FOTO:
ANTONIO DE BENITO |
LA GRAN VÍA
(T. DE
LA ZARZUELA,1983)
FOTO:
JESÚS ALCÁNTARA |
Lo cierto es que
esos dos caballeros que recorren Madrid, el de Gracia y el Paseante en corte, sostienen toda
una obra rabiosamente divertida, llena de intención, que a veces no puede
disimular las prisas con que ha sido montada - y aplazada - en caídas exasperantes
de ritmo (esperemos que la pausa de tres semanas ayude a mejorarlo), casi sin
cantantes - Angeles Chamorro, que canta El
Elíseo, tiene muy poquita voz, aunque sí buen gusto y una lejana escuela
-, y le dan a
la zarzuela una dignidad in habitual en tanto bolo y tanta
antología a la que estamos acostumbrados. |
Creo que los medíos - limitados - puestos a disposición de Marsillach han
sido bien administrados, aunque la primera de las piezas del programa merecía
otro tratamiento más imaginativo y menos apresurado. Muy bien Ángel de Andrés y Alfonso del Real, cómicos, al frente de ese coro reforzado que,
como los habituales del bolo operístico habitual en este local, al principio no tragaba ni a tiros la propuesta de Marsillach. Muy funcional
y vistoso el vestuario de Carlos Cytrinowski,
autor también de una escenografía unas
veces mejor que otras (mejor en el
desfile - débacle final, una Gran Vía de hoy, que se va llenando
de humos e histeria).
Una sorpresa agradable fue la eficaz dirección de
orquesta de Urbano Ruiz Laorden al
frente de
la Sinfónica de Madrid. Esta función sólo pudieron verla los
madrileños durante cuatro días - incluidos los de abono - o Tras el Rigoletto
volverá para una tanda breve de representaciones. Los que deseen
presenciar este espectáculo corren el peligro cierto de perderlo. No parece
fácil que viaje a otras ciudades porque mover todo ese personal podía resultar
por un pico desaconsejable. La solución, evidentemente, sería promocionar temporadas
líricas locales adecuadas a la afición de cada centro.
|