JOHNNY COGIÓ SU
FUSIL
El horror de la
guerra
Título: Johnny cogió su
fusil
Autor: Dalton Trumbo
Adaptación: Antonio Álamo
Adaptación Teatral: Antonio Álamo y Jesús Cracio a partir de la
novela de Dalton Trumbo
Espacio Escénico: Jesús Cracio
Iluminación: Pilar
Velasco
Música: Leonard
Cohen, Bob Dylan, Bruce Springsteen, The Beach Boys, Janis Joplin, Metallica, John Cale, Michel Franti
Diseño
Gráfico: Oscar Mariné
Espacio Sonoro: Borja
de Andrés
Imágenes: Miguel González
Coreografía: María José del Valle
Fotografía: Silvia Sardinero
Ayudante de Dirección: Elisa
Marinas
Ayudante de Producción: Gabriela Tirado
Compañía: Fundiciones Teatrales (Comunidad de Madrid)
Producción: Fundiciones
Teatrales C, S.L. – Subvencionada por el Ministerio de Cultura (INAEM),
Comunidad de Madrid (Consejería de Educación y Cultura), Festival Internacional
Madrid Sur.
Distribución: Gaupasa S.L.
Intérpretes: Sergio
Otegui (Johnny Vivo),
Beatriz Bergamín (Kareen y Enfermera
nueva), Ramón Pons (Coronel y Padre), Paca
Mencía (Enfermera y Mujer militar), Marcos
Fernández (Joe Mutilado)
Dirección: Jesús Cracio
Estreno en Madrid: Sala Cuarta Pared,
10 – I - 2007 |

SERGIO OTEGUI

Marcos Fernández
FOTOS: SILVIA
SARDINERO |
Con
su novela Johnny cogió su fusil, Dalton Trumbo se sumó, en 1939, a una
larga lista de escritores que, inspirándose en la Primera Guerra Mundial, describieron
el horror de los conflictos bélicos y las dolorosas consecuencias que tienen
para quiénes, siendo ajenos a sus motivaciones, participan en ellas, en muchas ocasiones
contra su voluntad. Entre ellos, Andreas
Latzko, autor de Hombres en guerra; George Duhamel, que reunió una serie de
relatos antimilitaristas en dos volúmenes titulados La vida de los mártires y Civilización; Henry Barbusse, que publicó,
primero como folletín y luego como novela, El
fuego(diario de una escuadra); y, sobre todo, Enrich Maria Remarque, cuya novela Sin novedad en el frente, que tuvo gran difusión en España, fue llevada, al igual que
Johnny cogió su fusil, al cine, obteniendo en los Oscar dos estatuillas,
una de ellas a la mejor película. Buena parte de los escritores citados
participaron en aquel conflicto, de modo que sus narraciones están inspiradas,
casi siempre, en sus propias experiencias. No es el caso de Trumbo, que nunca estuvo en el frente y
que escribió su relato muchos años después de que concluyera aquella
tragedia, precisamente cuando la segunda gran guerra del siglo XX se estaba
fraguando. A pesar de que el nuevo desastre y el goteo continuo de conflictos
de menor calado, pero igualmente crueles, han seguido alimentando el censo de
la literatura pacifista, Johnny cogió su
fusil no ha sido eclipsada por las
aportaciones más recientes, en parte, porque la película que el propio
novelista dirigió en 1971 renovó su vigencia en años de gran
efervescencia antimilitarista, pero también porque la estremecedora historia
que se cuenta no ha perdido interés.

FOTO: SILVIA SARDINERO |
Quizás esa sea la razón
por la que Jesús Cracio, a la hora
de llevar a la escena su denuncia contra la guerra, haya recurrido a un texto
que alude a una realidad bélica muy distinta de la que muestran los actuales
conflictos, en la que las reglas del juego han sido profundamente modificadas.
En aquella guerra, la mayor parte de las bajas se producían en combate.
La Segunda Gran Guerra,
trajo como
novedad los bombardeos de ciudades por parte de la aviación y las víctimas
entre la población civil crecieron. Hoy, son más
seguros los campos de batalla que la retaguardia. Por cada soldado muerto o
herido, se producen no menos de diez bajas de personas ajenas a los
enfrentamientos. Las estadísticas de las guerras de Yugoslavia, Irak, Somalia, Palestina
o Líbano así lo acreditan. Cracio,
al situar la acción en nuestros días, pudo haberse inspirado en materiales
literarios más recientes, que los hay. Pero, como hemos apuntado, debió pesar
más en su decisión la enorme fuerza del alegato pacifista de Trumbo que cualquier otra
consideración, entre ellas las dificultades para convertir en materia teatral
lo que bulle en la cabeza de ese soldado al que una bomba le ha arrancado
brazos y piernas y anulado los sentidos, convirtiéndole en un pedazo de carne que
no puede transmitir sus pensamientos.

BEATRIZ BERGAMÍN
FOTO: SILVIA SARDINERO |
La adaptación para la
escena que Antonio Álamo ha hecho de
la novela ha resuelto ese inconveniente desarrollando varios procesos que
emanan de un núcleo central, en el que se muestra a Johnny postrado en la cama de un hospital. Sus pensamientos llegan
al espectador gracias a una voz en off, inaudible para los personajes –médico y
enfermeras- que le atienden. Por ella, se sabe como el protagonista toma
conciencia de su estado físico. Otro Johnny vivo, ajeno a la acción, es testigo sereno, aunque a veces indignado, de
cuanto sucede y, cual reportero de un medio de comunicación, transmite en forma
de monólogos la información que obtiene. Este personaje
desdoblado
es también el alter ego del autor, de
modo que, al tiempo que es redactor de la noticia,
actúa como portavoz de su discurso crítico.
En una plataforma elevada se contemplan, apenas velados por una tela
transparente, el pasado de Johnny,
recuerdos que remiten a un tiempo feliz y prometedor, truncado por la fatal
explosión de la bomba. Y, en fin, ese mismo tejido traslucido, que deja ver un
escenario limpio y luminoso, se hace opaco para convertirse en pantalla sobre
la que se proyectan la traducción a imágenes de contenido psicológico del
pensamiento de Johnny o
apocalípticas escenas bélicas.Jesús Cracio, fiel al espíritu y a la
letra del teatro independiente, del cual procede y que siempre ha presidido su
trabajo, ha ensamblado, con más imaginación que medios, todos estos planos para
ofrecer un conjunto homogéneo arropado por una excelente selección musical de
piezas de Janis Jospin, Bob Dylan y Leonard Cohen entre otros. Pero su mejor baza son los actores, bien
escogidos. Destacan, por la importancia de sus papeles, Sergio Otegui, que es
Johnny vivo, y Beatriz Bergamín, que interpreta a Kareen, la novia del
joven, y a la enfermera que logra dialogar, a través del tacto, con él. En
trabajos de menor trascendencia, brillan el veterano actor Ramón Pons, Paca Mencía y Marcos Fernández, éste privado del
uso de casi todas las herramientas imprescindibles para el ejercicio actoral,
pues representa al Johnny reducido a una vida casi vegetativa.
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