COMEDIA SIN TÍTULO
LAS ENTRAÑAS DEL TEATRO
Título:
Comedia sin título.
Autor: Federico García Lorca.
Dramaturgia y dirección: Luis Miguel Cintra.
Escenografía y vestuario: Cristina Reis.
Iluminación: Daniel Worm d’Assumpçao.
Espacio sonoro: Juan Manuel Artero.
Ayudante de Dirección: Carlos Aladro
Asistente redirección: Rafael Díez-Labín
Ayudante de escenografía: Elisa Sanz
Ayudante de vestuario: Deborah Macías
Producción: Teatro de la Abadía
Intérpretes: Ernesto Arias (Director),
Alberto Jiménez (Autor),
Chema Ruiz (Espectador),
Inma Nieto (Espectadora),
Luis Moreno (Apuntador),
Lucía Quintana (Atriz),
Diego Toucedo (Obrero),
Jorge Muriel (Leñador),
Fernando Sánchez Cabezudo (Criado/Tramoyista),
Víctor Criado (Hombre/Silfo)
y David Boceta (Lobo/Bottom/Hada).
Duración aproximada: 1 hora y 20 minutos
Estreno en Madrid: Teatro de la Abadía,
10-XI-2005. |
FOTOS: ROS RIBAS |
En
julio de 1936, unos días antes de abandonar Madrid camino de
Granada, a la pregunta de un periodista sobre lo que estaba
preparando para el teatro, García Lorca respondió que
había escrito un drama social, aún sin título, con intervención
del público de la sala y de la calle, donde estallaba una
revolución y asaltaban el teatro. Se refería, sin duda, a la
obra que nos ocupa.
Nos
hallamos ante un texto inquietante, del que Margarita Xirgu
diría que reflejaba el ambiente de los días que se estaban
viviendo en España y que había en él como un presentimiento de
lo que ocurriría después. Pasados algunos años, uno de los
recuerdos más nítidos de la actriz era que la acción transcurría
en un teatro cerrado en el que se representaba El sueño de
una noche de verano y que, durante ella, en la calle
estallaba una revolución, de modo que nadie podía salir. Es
difícil olvidar una situación semejante, que se hace más
angustiosa cuando las conversaciones entre los actores y el
público derivan en agrios enfrentamientos en los que salen a
relucir egoísmos e incomprensiones. Pensando en su futura
representación, Heraldo de Madrid llegó a publicar en su
sección de rumores que la creciente intensidad emocional de la
obra aconsejaba que los espectadores que no fueran capaces de
controlar sus nervios harían bien en abandonar la sala. Por su
parte, el crítico argentino Pablo Suero, tras la lectura
del texto, dijo que Lorca nos situaba ante un teatro
nuevo, que confundía escenario, público y calle, un teatro
dotado de una fuerza de sensación brutal y, al tiempo, encendido
de extraña poesía. Para Miguel Medina Vicario, Comedia
sin título era el último lamento de un visionario poético
que quiso fundir ética y estética. Por eso, en su crítica a la
puesta en escena ofrecida en 1989 en el Centro Dramático
Nacional, aplaudió que Lluis Pascual, su director,
convirtiera la representación en un acto de descarnada
liberación, la cual se alcanzaba con la reducción a escombros
del teatro María Guerrero.
No
hay en la propuesta de Luis Miguel Cintra, prestigioso
director portugués, fundador en los años setenta de la
compañía Cornucopia, en cuyo historial figuran los montajes
de Así que pasen cinco años y El Público, esa
carga de violencia que otros habían advertido. Él ha elegido un
camino menos accidentado, que conduce al auto sacramental. El
vínculo no es gratuito, pues es cierto que la obra está cargada
de símbolos y que el propio Lorca, refiriéndose a su
teatro imposible o irrepresentable, del que forma parte
Comedia sin título, hablaba a menudo de los misterios
medievales y de los autos sacramentales. Pero la elección de
Cintra, siendo legítima, es arriesgada, pues lo que ofrece
es un espectáculo frío, que logra no entusiasmar. La emoción es
sustituida por la reflexión. Su apuesta por ésta se ve reforzada
por el hecho de que, al texto incompleto que dejó Lorca,
ha añadido fragmentos de otras obras del autor, principalmente
de El Público, de entrevistas y de algunos de sus
escritos teóricos. También en este caso estamos ante un recurso
nada gratuito, pues si bien para unos Comedia sin título
es el primer acto de una obra nunca escrita, para otros se trata
de un fragmento de El Público.
Merece
mención aparte, porque resulta discutible, la incorporación,
casi al final de la representación, de parte del Gran teatro
del Mundo, de Calderón. Se insiste con ello en el
supuesto paralelismo entre la obra de Lorca y el auto
sacramental, pero como bien advirtió la estudiosa lorquiana
Marie Laffranque, Comedia sin título no es una grave
lección o amarga enseñanza sobre la vida humana. No quiere,
pues, llevarnos a una especie de Gran teatro del Mundo,
sino abrir las puertas y descorrer las cortinas del mundo
inmenso que late entre las paredes del teatro. Por ello,
concluye, la intención de Lorca es inversa a la que mueve
al dramaturgo barroco.
En el montaje que comentamos, todo está puesto al servicio de la
personal lectura de Luis Miguel Cintra, desde la
abigarrada y luminosa escenografía, que firma su habitual
colaboradora Cristina Reis, hasta la contenida interpretación de
un buen equipo de actores, muchos de ellos vinculados a
La Abadía.
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