RESEÑA (SEPTIEMBRE 1989)
NUM. 198. pp. 17 |
COMEDIA SIN TITULO
LO ÚLTIMO Y LO PRIMERO DE LLUIS PASQUAL |
Título:
Comedia sin título.
Autor: Federico García Lorca.
Escenografía y vestuario: Fabiá Puigserver.
Música: Josep María Arrizabalaga.
Intérpretes: Alfonso del Real, Pedro del Río,
Cherna de Miguel,
José Antonio Correa,
Cesáreo Estébanez, Juan Polanco, Marisa
Paredes,
Imanol Arias, Joaquín Molina, Carmen Rosi,
Jesús
Castejón, Ramón Madaula, Juan José Otegui,
Walter Vidarte, Flora
María Alvaro, Juan Echánove,
Miguel Zúñiga, César Sánchez.
Dirección: Lluis Pasqual.
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero, 23-VI-89.
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INMANOL ARIAS |
Hacerse cargo de un texto inédito, de nebulosa terminación y
máxima brevedad, como lo es éste, requiere un serio compromiso
de fidelidad. Lluis Pasqual así lo ha entendido en esta ocasión,
y de ahí que su último trabajo en el CDN pueda convertirse, por
plenitud de aciertos, en el primero.
Lorca lo expresó con toda claridad: es tiempo - el suyo - de
adentrarse en el fango y rescatar a los enfangados para que
alcancen las azucenas. Era, cierto, momento de tragedias.
Fascismo, sublevaciones militares, convulsiones sociales cuyos
ríos de sangre no irían a dar a la mar, sino al enfrentamiento
civil español que, eso sí, sería el morir. Comedia sin título es
el último lamento de un visionario poético que quiso y supo
fundir ética y estética.
La muy querida fórmula de «teatro en el teatro» supera aquí la
tensión alcanzada en Pirandello, Calderón o Shakespeare. Y a
partir de la principal Comedia Novelesca de éste último, El
sueño de una noche de verano, se muestran las complejas vísceras
del mundo teatral. Como todo buen enamorado, Lorca exige a su
gran pasión, la escena, toda la transparencia que en pocas
ocasiones los amantes conceden. Que la obligada convención no
nuble la razón; que la fantasía no sea engañoso camino de
evasiones, sino gozosa prolongación de la realidad; que los
artistas no permanezcan instalados en sus particulares torres
doradas y se conviertan en portavoces lúdicos de la sociedad.
Lluis Pasqual persigue a un Lorca auténtico, cuyo espíritu
rebelde es evocado a través de una vieja grabación. De forma
pausada, el arabesco de la noche encantada (como Víctor Hugo
calificó la pieza de Shakespeare), va dejando paso a una
realidad humana y social donde ya no cabe el plácido
ensimismamiento. Las contradicciones morales del autor-director
(figura compendiadora tras la cual Lorca quiso, sin duda,
camuflarse), motivan los primeros enfrentamientos con el resto
de los actores, y con algunos espectadores que reclaman el viejo
sueño burgués: que la representación sea simple liberación. Pero
la realidad exterior avanza implacable hasta penetrar en la
misma sala con el desgarro de la lucha callejera, el terror de
los cañonazos y la represión popular. El teatro (como edificio y
arte) queda destruido físicamente por la fuerza de lo inmediato.
Es tiempo de tragedia.
La puesta en escena lo abarca todo; no hay lugar en el María
Guerrero que no quede al servicio de un espectáculo sorprendente
donde los actores tienen la oportunidad de representar y
representarse en ese juego psicológico donde el desdoblamiento
se convierte en reto permanente. Imanol Arias regresa a sus
raíces teatrales y logra que ese autor - director se - convierta
en el ser atormentado, complejo y vivísimo que Lorca diseñó.
Marisa Paredes, en su doble interpretación de Titana y la
actriz
convencional, pasa de la idealización de la primera a la
desmitificación de la segunda demostrando, una vez más, sus
sólidos fundamentos interpretativos. Junto a ellos, el resto de
los actores comparten un perfecto acoplamiento a cada uno de sus
cometidos.
Comedia sin título cierra así la creación de Lorca y la
aportación de Pasqual al CDN. Entre los escombros (tanto
simbólicos como materiales) que ambos dejaron, se abre camino lo
más esperanzado del teatro español.
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