EL ZOO DE CRISTAL
DRAMA DE RECUERDOS
FOTO: JEAN PIERRE LEDOS
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Título: El zoo de cristal.
Autor: Tennessee Williams.
Traducción: León Mirlas.
Dirección: Agustín Alezzo.
Escenografía y vestuario: Ana Garay.
Iluminación: Felipe Ramos.
Música: Mariano Marín.
Coreografía del vals: Mónica Runde.
Ayudante de dirección: Amanda Rodríguez.
Fotografía y retrato del padre de Tom: Jean Pierre
Ledos.
Diseño gráfico: Luis Castro.
Producción: Producciones Cristina Rota, S.A.
Producción ejecutiva y distribución:
Producciones Teatrales Contemporáneas, S.L.
Realización de escenografía: Monenegro, S. A.
Realización de vestuario: Cornejo.
Intérpretes: Luis Tosar (Tom), Cristina Rota (Amanda,
la madre), María Botto (Laura) y Juan Carlos Vellido (Jim).
Duración: 2h. 35 min (incluido descanso de 15 min)
Estreno en Madrid: Centro Cultural de la Villa, 9 – IV
- 2005.
En la
pared del salón cuelga el retrato del ser señor Wingfield,
esposo de Amanda y padre de Laura y
Tom. Abandonó a su familia y la dejó a la deriva
en una deprimida ciudad sureña de los Estados Unidos en la que
no es fácil levantar cabeza. Más aún si uno sus miembros padece
un defecto físico, como le sucede a Laura. Su leve
cojera es un obstáculo para cultivar las relaciones sociales que
le permitan
CRISTINA ROTA (AMANDA, la madre) |
encontrar a la persona que la saque de casa y asegure su futuro.
Hay otra foto, esta vez en el programa de mano. Es un retrato de
familia. En él aparece el hermano mayor, ocupando el lugar del
cabeza de familia ausente. A su lado, la madre, sonriente,
contenta. Algo separada, seria y tal vez asustada, está Laura.
Es la única que no mira a la cámara. Detrás de ellos, de pie,
Jim, el joven que hubiera podido casarse con ella. Es
una foto que nunca se hizo, que sólo existe en la cabeza de la
madre. Por eso, nos la muestran hecha añicos. Esos pedazos de
papel resumen el drama de esa familia, porque la realidad es que
el pretendiente, compañero de trabajo de Tom,
apenas lo fue durante unas horas, las transcurridas durante una
cena preparada para “pescar” novio para la frágil niña. La
información sobre lo sucedido en esa velada en la que se esfuman
las esperanzas respecto al porvenir de Laura y,
por extensión, del resto de la familia Wingfield,
abocada a cuidar de ella indefinidamente, nos la proporciona
Tom.
MARÍA BOTTO (LAURA, la hija) |
También nos habla del ambiente de amargura que reinaba en la
casa familiar, al que resultaba difícil sustraerse, y nos ofrece
testimonios de la tiranía de una madre dominante, obsesionada
con controlar todo cuanto sucedía entre sus paredes,
atosigadora, empeñada en dar ordenes y en recriminar las
conductas de los demás. Tom, para huir de ese entorno y de la
mediocridad de su trabajo como empleado en un almacén de
zapatos, da cuenta, además, de sus intentos de evadirse. Su
refugio en el alcohol, las escapadas nocturnas a las sesiones
cinematográficas y la escritura de poemas se revelan inútiles,
hasta que, siguiendo los pasos de su padre, se va. Lo que nos
llega desde el escenario son sus recuerdos.
JUAN CARLOS VELLIDO (JIM) |
Tom es el alter ego del propio Williams. Estamos, pues, ante una
obra con una enorme carga autobiográfica. En este texto
primerizo, el autor nos habla de él y de su entorno. Pero el
tiempo ha superado las referencias personales que contiene y ha
borrado lo que hay de local en la historia que se nos muestra.
Los conflictos que plantea siguen existiendo en la sociedad
actual. De ahí el interés que continúa despertando cuando ha
transcurrido más de medio siglo desde su estreno, reforzado por
una escritura que superaba la tendencia realista de la época y
hoy conserva intactos todos sus valores. El zoo de cristal ha
entrado en la categoría de los clásicos contemporáneos. Por ello
no es extraño que siga representándose en todo el mundo, aunque
hay algo más que lo explica. El papel de la madre es un regalo
para cualquier buena actriz que haya alcanzado su madurez
interpretativa, lo que garantiza su casi continua presencia en
los escenarios. En España, la última que lo asumió fue Amparo
Soler Leal y, en estos momentos, Jessica Lange lo hace en Nueva
York. No es sorprendente que Cristina Rota haya escogido este
texto para subir por primera vez a un escenario de nuestro país,
tras quince años de residencia en él dedicada a la formación de
jóvenes actores.
LUIS TOSAR
(TOM, en la foto encarna al Padre) |
Para la puesta en escena ha contado con Agustín Arezzo,
prestigioso director argentino que nos visita por primera vez.
Apoyado en una sencilla y práctica escenografía de Ana Garay, su
trabajo se ha centrado en la dirección de los actores. Arezzo ha
rebajado el tono dramático habitual en otros montajes, por lo
general más cercanos a la propuesta original. Para ello se ha
servido del personaje de la madre, en el que ha resaltado
determinados aspectos de su personalidad, sobre todo el irónico,
en detrimento de los esenciales. El resultado es que la
interpretación de Cristina Rota sigue derroteros distintos al de
los demás actores. Lejos del comedimiento del que éstos hacen
gala, su actuación esta salpicada de gestos que rozan la
exageración. Luis Tosar se muestra sobrio, tanto cuando es el
narrador de la historia, como cuando forma parte de ella. Pasa
con facilidad de una función a otra, diferenciándolas
perfectamente. Aquella la cumple con frialdad y cierto aire
nostálgico y ésta con contenida ira. María Botto, en su bello y
difícil papel de hija, sale airosa, alcanzando el punto más alto
de su actuación en la larga escena que sigue a la cena, aquella
en la que vence su timidez y se confía a Jim y, luego, tras el
vals que logra hacerle olvidar su cojera, regresa bruscamente a
la realidad. Juan Carlos Vellido, en el breve papel de
invitado a la cena, saca el máximo provecho a su personaje.
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