GATAS
LA POSIBILIDAD DE
LA CONVIVENCIA
EN
LA DIVERGENCIA.
A ESO LE LLAMAMOS
DEMOCRACIA
Título: Gatas (Basada en Porteñas de
Manuel González Gil y Daniel Botti)
Adaptación: M.
González Gil, Miguel Ángel Solá, Blanca Oteyza y Ángel León
Asesor histórico: Ángel León
Música: Martín Bianchedi
Diseño Vestuario: Lala Huete
Producción: El Catalejo / Loquibandia
Intérpretes: María
Pujalte (Cayetana), Blanca
Oteyza (Alicia), Cuca Escribano (Fátima), Miriam Montilla
(Clara), Paloma Gómez (María) y Paloma Montero (Ramona), Enrique Montilla (José
María)
Dirección: Manuel González Gil
Duración: 120 min. (sin intermedio)
Estreno en Madrid: Teatro Fernán Gómez (Centro De Arte),
3 – X - 2008 |
FOTOS BASE: ANDRÉS DE GABRIEL |
CUCA ESCRIBANO/ MARIA PUJALTE
FOTO:
ANDRÉS DE GABRIEL |
Gatas
proviene del texto Porteñas
de Manuel González Gil y Daniel Botti. Se estrenó
en Argentina, y viajaba en el tiempo por los avatares históricos de aquel país.
El viaje se emprendía mediante la reunión de un grupo de mujeres, cada cierto
tiempo, las cuales se enfrentaban ante el acontecer de la vida, aunque con
matices diversos, debido a su distinto extracto social e ideológico, de un modo
unitario: la liberación de la mujer. Tal diversidad terminaba
por encarnar distintas ideologías. No obstante este calidoscópico modo de
pensar y
actuar,
no era óbice para un mínimo de
entendimiento
entre unas y otras y para un ceder, aquí y allá, en aras
de mantener la amistad por encima de todo. Y ésta sería la tesis central, si es
que podemos hablar de una tesis formal. |
BLANCA OTEYZA/MIRIAM MONTILLA
PALOMA GÓNEZ
FOTO: ANDRÉS DE GBRIEL |
Si el texto se redujera
al de Porteñas, tendría menos
interés para España, al no conocerse muchos de los acontecimientos de
Argentina. Era algo similar a lo que le sucedía con El baile, que narraba la historia de Europa en la primera parte e
inicios de la segunda del siglo XX. Cuando se llevó a cabo la traslación al
teatro, los acontecimientos se tradujeron a los vividos por la sociedad
española: guerra civil, postguerra, muerte de Franco y el paso a
la
democracia etc... Aquí hubo que hacer lo mismo. Los acontecimientos que reviven esas mujeres son los acaecidos en
la España que va desde 1900 hasta el 2000. Viendo la obra se necesitan, sin que
sean imprescindibles, la vivencia o el conocimiento de tales hechos. Habiéndolos
vividos o el recuerdo de algún relato de nuestros mayores, la imaginación del
espectador se desboca y se enriquecen las vivencias a las que aluden las dos
horas de representación. Lo que se mantiene incólume, en Porteñas y Gatas,
es lo que he dado en llamar tesis: la posibilidad de convivencia por encima de
cualquier divergencia. Y eso es lo que la sociedad actual llama “democracia”.
PAKLOMA MONTERO/MARÍA PUJALTE
FOTO: ANDRÉS DE GABRIEL |
He mencionado El baile como punto de referencia. No
obstante Gatas va por caminos
diversos en su desarrollo. El baile
era una amable visión de la historia, viéndola pasar estando en un salón de
baile. Las modas y los ritmos nos iban dando ese paso del tiempo, manteniéndose
eterno el mencionado salón, altar de baile, el cual pervivía a pesar de todos
los avatares.
En Gatas hay algo más:
se crea conflicto dramático por las ideas de unas y otras, hasta el
punto
de llegar a la enemistad que se consigue superar,
justamente por la necesidad de su contrario: la amistad.
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El artificio del teatro le permite jugar a la eternidad física. En
todos esos 100 años la decrepitud física no invade a esas 6 mujeres, sólo les obliga a cambiar de vestuario a
tenor de la moda imperante para centrarnos en la época o bien definir su
glamour y su amargor. No es casual que desde que empieza la guerra civil hasta que
llegue la democracia, la 6 mujeres visten de negro, porque la muerte ha entrado
en sus hogares. También el paso de los años afecta a los teléfonos, pero
no al servicio de té de fina porcelana de Limoges o al mobiliario de alta cuna
como es la casas de Cayetana, centro de operaciones de aquellas mujeres.
He mencionado como tesis (¿?) central la posibilidad de
convivencia entre distintos modo de acercarse a la vida, por la propia historia
de cada uno. Hay algo más: al ser todas ellas mujeres – el hombre es una
anécdota para dar la parte, como se dice en teatro y así la acción prosiga – es
también un reconocimiento de los derechos que las mujeres han alcanzado a lo
largo de todos estos años. De esta forma Gatas se convierte en un homenaje a la mujer y a un credo: la
liberación y adquisición de derechos de la mujer. Los acontecimientos históricos de cada década son los que van
creando el conflicto entre ellas, cuyas repuestas surgen de sus propias
mentalidades que les ha tocado heredar. Herencia capaz de ser transformada solamente
dentro de unos límites: los que le han marcado su estamento social. Y aquí está
la inteligencia de los autores: hacer evolucionar a los personajes dentro de sus propios límites, lo cual les proporciona mayor credibilidad.
La estructura del montaje se va fraccionando mediante el paso de
las décadas, lo cual permite tiempo para el cambio de vestuario. Tales fragmentaciones
tienen algo de brechtiano: Vemos el juego del teatro. Ellas se cambian ante los
espejos de su camerino. Para ello se ha recurrido a una ingeniosa escenografía
funcional y eficaz, y pienso que meditada simbólicamente. |
E. MONTILLA
FOTO: DE GABRIEL |
Nada más entrar en la sala, en la penumbra del escenario - el
telón está corrido -, se destaca en el centro una pantalla que yo, al menos,
confundí con una proyección de tres fotogramas de película, incluidas las
perforaciones. Casi al iniciar la representación comprobamos que no se trata de
una proyección sino de una gasa que iluminada por detrás deja ver tres espejos
de camerino con sus bombillitas de rigor, que yo había confundido con
perforaciones de un fotograma. Se trata del camerino donde las actrices se cambian
de vestuario y cuyas siluetas veremos a lo largo de toda la representación. No
sé si es rizar el rizo o deformación profesional por mi parte, pero el tríptico
de espejos que mi mente confundió con tres fotogramas de película resulta un
elemento escenográfico muy acorde con el texto: el pasearse por la historia y como
actualmente buena parte de la historia se almacena sobre celuloide de imagen
fija o de movimiento era muy congruente sugerir los tres fotogramas. Mi única
duda es ¿lo pensó así el escenógrafo y autor o es pura imaginación mía?
FOTO: RAIMUNDO BELLAS |
La adaptación histórica al
mundo español es acertada y se consigue una buena creación de caracteres,
que buscan más el estereotipo – en este caso nos basta - que los infinitos
matices propios de cualquier personaje. Es obra amable que transcurre por las
lindes de la comedia y del humor, sin que ello le reste momentos de
dramatismo contenido. Esta alternancia de emociones le proporciona el ritmo, tan
deseable en cualquier espectáculo, para que no se traduzcan en sopor las dos
horas de duración. |
Es obra de actrices, ya que todas tienen, en extensión y texto, la
misma duración a excepción de la criada que transita por los linderos de la
escucha y terminará por ser, él, un personaje simbólico y que del no conviene
desvelar más por aquello de no destripar la función.
Sería injusto destacar a una actriz más que otra, ya que cada una
tiene su momento estelar y por lo tanto termina por se una obra coral en donde
no caben divismos. Lo que sí se puede decir es que cada una de ellas crean
personajes muy creíbles. Y ahí va un ejemplo, sin que ello suponga un demérito
para con las demás.
FOTO: ANDRÉS DE GABRIEL |
María
Pujalte es la aristócrata que reúne en su casa, por accidente en un
primer momento, a todo el
gremio femenino. Se llama Cayetana – no sé si el nombre tiene
algo que ver con
la Cayetana real – y resulta
un personaje divertido con su buena voluntad por acomodarse a lo cotidiano,
aunque el peso de su educación la traiciona en más de una ocasión. Es un
personaje bondadoso y amable. En una
entrevista que un rotativo hacía a María
Pujalte, la entrevistadora le advertía que no la veía mucho de aristócrata,
imagino
que por su físico que es como más de andar por casa. Tal reticencia no tiene lugar cuando sube a la escena e incorpora su personaje lleno de un cierto excentricismo y humanidad.
Me ha recordado a esas fabulosas mujeres que Jardiel Poncela dibujó en sus comedias y que tan pocas actrices han
sabido interpretar. La última de ellas, que yo ví, fue Blanca Portillo en Madre el
drama padre.
Hay que alabar el exquisito vestuario, fundamental para situarnos
en cada época. Quien haya visto las litografías del Hogar y
la Moda de los inicios del siglo
y XX, podrá comprobar la exquisitez de aquellos figuras que ahora cobran vida.
Menos acierto a mi entender, aunque comprendemos el simbolismo que se quiere
dar, el vestuario final cuando se balancean en los columpios. Si hasta entonces
la obra a transcurrido por texto y plástica por la línea de la sugerencia, aquí
hay un cambio de criterio que lo empobrece un tanto. ¿Por qué no
dejarlas con el último vestuario?
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