MACBETHLADYMACBETH
La tragedia de los Macbeth
Título: MacbethLadymacbeth
Autor:
William Shakespeare
Traducción: Esteve Miralles
Adaptación: Carles Alfaro y Esteve
Miralles
Espacio
escénico: Carles
Alfaro y José Novoa
Iluminación: Carles Alfaro y Pedro Yagüe
Vestuario: María Araujo
Sonido: Roc Mateu
Banda
sonora: José
Antonio Gutiérrez
Audiovisuales: Álvaro Luna
Producción:
Teatro
Español
Figuración:
Iván Gisbert, Alfonso Bayard. Máximo Esteban, Luis Garvayo y Sabih Montesinos
Intérpretes: Francesc Orella
(Macbeth,
general del ejército del rey),
Adriana Ozores (Lady Macbeth),
Victor Valverde
(Ducan, rey de Escocia),
Vicenta Ndongo (Sargento),
Carlos Heredia Macduff,
noble escocés),
Andrés Herrera (Baquo,
general del ejército del rey),
Jorge
Suquet (Malcom, hijo de Duncan),
David de Gea Fleande, hijo de Banquo)
Dirección: Carles Alfaro
Duración
Aproximada:
2 horas
Estreno
en Madrid:
Matadero Naves del Español,
3 – VI - 2008 |
ADRIANA OZORES/
FRANCESC ORELLA
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Macbeth es, por
excelencia, la tragedia de
la ambición. No pocas sinopsis argumentales la
resumen con éstas o parecidas palabras: Macbeth, estimulado por la profecía
de las brujas e instigado por su esposa, asesina al rey Duncan para
apoderarse de
la corona. Pero
la obra es más compleja y rica. La conducta de sus protagonistas admite muchas
y variadas interpretaciones. En ello reside en buena medida la grandeza del
texto y el interés de muchos directores por llevarlo a escena. Es, sin embargo, un
reto que pocas veces se ve acompañado del éxito. Siendo una de las obras
más representadas del repertorio universal, en pocas ocasiones proporciona un
goce similar al que produce su lectura. No es el caso de esta producción del
Teatro Español encomendada a Carles
Alfaro. |
El Macbeth que aquí se nos presenta es un ser consciente
de que, para que se cumpla su destino, ha de traicionar y matar a Duncan,
el ser del que ha recibido afecto y honores y al que, en justa correspondencia,
sirve con lealtad. La conciencia de que no hay otro camino le atormenta tanto o
más que el crimen en sí. Así, para Macbeth, el asesinato no solo debe
despejar el acceso al trono sino, sobre todo, matar la pesadilla que le
atormenta. De ahí que, en esta ocasión, el personaje se nos presente como un
individuo frágil sumido en un mar de dudas del que le rescata la desmedida
ambición
y
falta de escrúpulos de su esposa, aunque, superado
el trance, sea él quien, ya sin el auxilio
de la instigadora, se sumerja en otro mar, esta vez, de sangre. |
FRANCESC ORELLA |
Hay
otra aportación interesante en este Macheth,
que justifica plenamente el cambio de titulo añadiendo, al primitivo,
el nombre de la protagonista femenina. Lo que se nos ofrece no es la tragedia de
Macbeth,
sino la de los Macbeth. Para Carles
Alfaro y Esteve Miralles, el
otro autor de la versión, ambos personajes son las dos caras de una misma
moneda o, en palabras de Francesc Orella,
que interpreta al protagonista, un monstruo de dos cabezas. Por eso, cuando
ella muere y desaparece de escena, él se convierte en un ser al que se le ha
amputado una parte importante de su cuerpo y cuanto sucede a partir de entonces
parece un añadido innecesario. Ya no hay debate, sino monólogo de
alguien desesperado que camina hacia su fin.
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Ninguno de las dos interpretaciones,
la del asesinato del sueño de
Macbeth y la de la complementaridad
de ambos personajes, son originales, pero pocas veces como ahora han sido
trasladadas al escenario de forma tan explícita y acertada. Para ello, se ha
prescindido de varios personajes. Entre los importantes, faltan las
brujas, la esposa de Macduff, Donalbain, Stward, Seyton
y algunos
nobles escoceses. Con ellos, han desaparecido algunos episodios de carácter
narrativo o contenido histórico. Lo que queda es un texto austero que refleja
los anhelos, la confusión, los miedos, las dudas y la ambición que anidan en la
monstruosa pareja y que muestra los lazos que les unen. Sus palabras desvelan sus más
íntimos pensamientos
y nos llevan a sospechar que las brujas
sólo existen en la mente de Macbeth. De ahí que sus voces nos lleguen a
través de la de él. En la reescritura del original, se ha adjudicado parte del discurso de la esposa de Macduff
a lady Macbeth, cuya presencia en escena ha sido prolongada hasta el final,
“corrigiendo” lo decidido por el dramaturgo inglés.
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Pocas veces como en la presente, la
escenografía ha satisfecho las necesidades del espectáculo. Aprovechando las
posibilidades que brinda el amplio espacio escénico de las naves del matadero, Alfaro ha situado la acción en una
especie de fortaleza rematada, en un lateral, por una torreta o atalaya desde
cuya plataforma no se alcanza a ver el paisaje exterior. Tan hundida en la
tierra está la morada de los Macbeth que por su techo asoman las raíces
desnudas de los árboles que
la
rodean. La escasa luz que alumbra el recinto no nos impide
ver que el suelo es un barrizal cada vez más espeso alimentado por aguas
putrefactas y regueros de sangre.
La
oscuridad tiene en esta puesta en escena un enorme protagonismo. Los diálogos
que discurren por las tinieblas parecen brotar del interior de los personajes.
Se diría que lo que oímos no son sus conversaciones, sino
sus pensamientos, sensación a la que contribuye la utilización
de voces en off. Siendo esta la intención de Alfaro, también podría interpretarse la prevalencia de la palabra
nítida sobre la imagen velada como el reconocimiento de lo afirmado a mediados
del XIX por Thomas Campbell de que,
en Macbeth, hay partes que es mejor
leer que verlas en escena. Opinión que comparten no pocos especialistas en Shakespeare, referida no sólo a esta
tragedia, sino también a Rey Lear.
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Otro sólido pilar de este magnífico espectáculo es la
interpretación, dominada por
la sobriedad. Brillan Carlos Heredia y Victor Valverde en los papeles de Banquo y Duncan,
respectivamente. Adriana Ozores
supera con creces las dudas que pudiera suscitar su larga ausencia de los
escenarios reclamada por
la televisión. En cuanto a Francesc Orella, en la cumbre de su carrera, hace una
interpretación de Macbeth rica en matices. Su recorrido desde la duda y el miedo
hasta la sinrazón de su delirio final, pasando por el sometimiento a la férrea voluntad de
su esposa, es toda una lección magistral.
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