AGNES
DE DIOS
LOS INTRINCADOS RECOVECOS
DEL ALMA HUMANA
Título: Agnes de Dios
Autor: John Pielmeier
Versión: Fernando Méndez-Leite
Espacio
escénico: Javier
Artiñano
Iluminación: Ángel Palomino
Vestuario: Roberto Verino
Fotos:
Javier Naval
Fotografías
y diseño gráfico:
Ouka
Leele
Director
de Producción: Ángel
Gonzalo
Producción: Nueva Comedia y AUNO
Intérpretes: Cristina Higueras (doctora
Martha Livingstone), Fiorella Faltoyano (madre Miriam),
Ruth Salas (hermana
Agnes, novicia joven)
Dirección: Fernando Méndez-Leite
Duración: 90 minutos (sin inerrupción)
Estreno
en Madrid: Teatro Albéniz, 5
– XII – 2007
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FOTO Y DISEÑO: Ouka Leele |
Agnes
de Dios es un texto de 1980, por lo tanto tiene unos cuantos años
encima. En España se divulgó a través de la película de Norman Jewinson y como gancho – al ser
un juego de actrices – la interpretaban Jane
Fonda y Anne Bancroft. Después
de todos estos años lo recupera la productora de Cristina Higueras, Nueva
Comedia. Dejando de lado otras motivaciones, está claro que es un texto que
a nivel de posibilidades para una productora privada es más fácil de abordar:
tres actrices y un espacio escénico polivalente. También está el cebo de
interpretación. Se trata de un texto de actores, en el que el buen decir de la
palabra y los matices interpretativos pueden satisfacer a las actrices. Y en
cuanto al contenido, aún prescindiendo de la controversia ideológica de fondo,
mantiene el interés pues transcurre por la vía de la intriga. Hay algo más, el
equipo de actrices Cristina Higueras
y Fiorella Faltoyano y el director Fernando Méndez-Leite, había funcionado en el anterior montaje de Nueva Comedia:
La
Calumnia. ¿Por qué no repetir la fórmula?
FIORELLA FALTOYANO
CRISTINA HIGUERAS
FOTO: JAVIER NAVAL |
Todo
esto viene a cuento porque Anges de Dios,
es un inteligente texto que puede leerse a diversos niveles y por lo tanto
interesar a un amplio espectro de público. Y de hecho interesa. Baste decir que
en el patio de butacas hay un silencio expectante durante toda la
representación, ante la intriga de ese bebé dado a luz – y posteriormente
asesinado, por no sabemos quién - por
una joven novicia en un convento de clausura, cerrado a cal y canto al mundo a
excepción de la entrada de su capellán,
un anciano que no parece poder tener muchas
fuerzas para dedicarse a embarazar vírgenes. Y aquí está la intriga, que, lógicamente, no desvelaremos.
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John Pielmeier es el
dramaturgo que se sintió impactado por esta noticia aparecida en el periódico.
Sin necesidad de poseer más datos, la imaginación de cualquiera se puede
disparar hacia muchos ámbitos. No es nuevo el hecho de que una joven de a luz y
mate a su bebé. Es la secuela de algunos mundos de la inmigración. Lo que ya
resulta más enigmático es que esa joven sea una inocente e ingenua novicia de
vida contemplativa sin posibilidad de acceso al exterior. La única explicación
es que alguien la ha visitado. Pero tal visita puede ser la de un hombre, la
explicación racional, o bien una
intervención divina o demoníaca, la explicación espiritual.
Esta última surge de ciertas
manifestaciones en la propia novicia, como son las llagas de sus manos. Y como
trasfondo, al moverse los personajes en un contexto católico, está el referente de la concepción virginal
de María. Si se dio una vez, podría darse otra, al faltar una explicación
racional más convincente. |
FIORELLA FALTOYANO/ RUTH SALAS
FOTO: JAVIER NAVAL |
Puestas las cosas así, el texto ofrece varios niveles. El más
elemental, el de un género de intriga – el llamado “triller” –, que es el que
más nos mantiene interesados. Otro nivel es el recurrir a los dos tipos de
explicaciones mencionados y por lo tanto a volver a recapacitar sobre la
controversia ciencia y religión. Por último el análisis de la desconcertante personalidad
de la novicia Agnes, rayana en lo
patológico, que no sabe lo que le ha sucedido, e incluso se sorprende de que de
su seno salga un bebé.
El “triller” no lo voy a desvelar. No sería justo. Sin embargo sí
podemos indagar en los otros dos niveles. John
nos presenta tres personalidades: la psiquiatra Martha Livingstone; Miriam, la superiora del
convento, y Agnes, la novicia. Tres mujeres, de formación católica, que
abordan el acontecimiento desde tres perspectivas.
FIORELLA FALTOYANO
CRISTINA
HIGUERAS
FOTO:
JAVIER NAVAL |
La psiquiatra ha abandonado el catolicismo e intenta buscar una explicación en
el ámbito científico, no solamente porque se lo pide su profesión, sino también
por haber dejado a tras sus creencias, donde el milagro podría darse. La madre
superiora prefiere echar tierra sobre el asunto, pero no excluye, sinceramente,
la posibilidad de una explicación más trascendente. Lo que no queda claro, al
principio, es hasta qué punto usa el elemento trascendente como convicción
propia o como arma defensiva. Y por último está Agnes que, en
nuestro siglo XXI y ni siquiera en el 1980
cuando se escribe la obra, nos desconcierta por su ingenuidad
e ignorancia biológica. En principio, sus reacciones y explicaciones solamente
pueden encuadrarse en un cuadro patológico. No obstante, no hay que llegar a ese
extremo, pues así como el amor terrenal mistifica a la pareja y todo se sublima,
más aún puede darse en quienes se polarizan hacia ese amor al que se han
consagrado (Jesús) que en las terminologías espiritualistas y
conventuales le dan la categoría de esposo. El “handicapp” de Agnes
es el reunir las dos cualidades: ser joven y ser novicia. El ser joven le lleva
al idealismo y el ser novicia a la sublimación de sus inquietas hormonas.
La
virtud del autor está en buscar el lado poético de esta extraña
situación. Podría haber degenerado en una denuncia de lo absurdo del mundo
conventual, y por extensión del mundo religioso, que crea tales personalidades
patológicas, o bien en una abstracta disputa de racionalismo y fe. No es así. Para
poder crear mayor complejidad parte de una inteligente premisa: las tres
mujeres tienen una educación católica. Aunque la psiquiatra ha renegado de su
fe, el mundo de lo trascendente le es familiar. En cuando a la madre superiora,
representante oficial de la fe, es menos trascendente de lo que parece. John Pielmeier se ha sentido obligado a
justificar este aspecto al concebir este personaje como una viuda con hijos y
que ha entrado en el convento tardíamente. No era necesario,
ya que
en el 1980 el Concilio Vaticano II había aggiornado
el mundo de los hábitos - aunque no todos,
claro está – y se comenzaba a tener los pies sobre el suelo.
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CRISTINA HIGUERAS
RUTH SALAS
FOTO: JAVIER NAVAL |
A lo largo de 90 minutos – concentración del tiempo de varios
meses – las posiciones ideológicas de la psiquiatra y la superiora, se
intercambian de modo más complejo. En su relación surgen sus pasados que
explican, en parte, sus posiciones ante la vida y descubrimos en ellas una gran
humanidad, humor e incluso complicidad. Agnes termina por ser una hija a la
que quieren comprender y salvar. El personaje más desconcertante y enigmático es
el de la novicia Agnes que viene a ser como un calidoscopio. Depende desde donde
se contemple. En el nivel de lectura de “triller”, encarna al de la acusada y
lo que en un juicio se resuelve a través de testigos, aquí avanzamos a través
de interrogatorios que intentan desvelar la psique de una enferma de histeria.
La alternancia entre el desarrollo humano de la psiquiatra y la madre superiora
y las declaraciones de la propia Agnes llenan de humanidad la
historia.
FIORELLA
FALTOYANO
CRISTINA
HIGUERAS
FOTO:
JAVIER NAVAL |
Lo
que sucede es que Agnes queda bloqueada en sus declaraciones y John Pielmeier busca el camino más
facilón para desbloquearla y contarnos lo que sucedió: la hipnosis. Digo
facilón, porque la hipnosis no siempre es un método fácil y fiable. En los
años 1980 ya se había desmitificado la excesiva importancia que se le
había dado. Da la sensación de que John no
sabe cómo salir del atolladero y lo resuelve de un plumazo. También parece
preocuparle mucho que psiquiatra y superiora se enteren de lo ocurrido, cuando
en realidad es el espectador a quien le interesa. La psiquiatra y la superiora
ya se han redimido en su mutuo acercamiento. Podríamos enterarnos de otra
forma.
Lo que, en cambio tiene valor poético es la descripción que Agnes hace de aquel momento. Sus palabras
están llenas de
imágenes sugerentes. Entre ellas la de la concepción
virginal. |
Es obra de personajes y de palabra bien dicha. El día que acudí a
la función no era el mejor momento. Ese virus de gripe o similar que, en
aquellas fechas, se paseaba por Madrid sin que nadie le llamara la atención, se
coló, también, de rondón en el Teatro
Albéniz. En el patio de butacas toses aquí y allá, pero no de aburrimiento,
sino de la malhaya afección vírica. Y para liarlo más Fiorella Faltoyano se sentía atacada por la tos y también Cristina, hasta el punto de tener que,
discretamente, ausentarse entre bastidores para ahogar mucosidades. Quiere decir
que no se encontraban en las mejores condiciones físicas. A pesar de eso se
puede ver un buen trabajo interpretativo en las tres, siendo el personaje más
agradecido el de la madre superiora, Fiorella.
La
escenografía de Javier Artiñano
es un acierto. Se trata de un espacio y muebles minimalistas en gris, que
cumplen bien con los ambientes: despacho psiquiátrico, sala del convento, celda.
Sin embargo como tampoco importa mucho el espacio real, sino el psíquico Artiñano con su diseño
apunta más al oscuro interior del alma humana que al exterior de una acción
realista. Al fondo, un ciclorama de cambiante color apunta al salida del túnel
en el Agnes se ha metido y nos ha metido. Tal espacio único
delimitado, a veces, por la luz
favorece el ritmo de la historia que se cuenta a través de escenas breves.
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CRISTINA HIGUERAS
FIORELLA FALTOYANO
FOTO: JAVIER
NAVAL |
Fernando
Méndez-Leite dirige con agilidad y es autor de la versión, a partir del texto
original. Ignoro cuál es su aportación exacta. En conjunto la versión es buena,
pero, siempre hay un pero, se podría prescindir de los parlamentos de la
psiquiatra al público. Sobre todo el del final. La poética declaración de Agnes
bastaba.
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