.:: Crítica Teatro ::.

RESEÑA, 2003
NUM. 348, pp. 12-13

TRÍPTICO DE LA AFLICCIÓN
RETRATO IRASCIBLE DE LA FAMILIA

El origen de este Tríptico se encuentra en el año 2001 con el matrimonio Palavrakis. Vuelve al tema acerca de la institución familiar.

Título: El matrimonio Palavrakis.
Autora: Angélica Liddell.
Dirección, escenario y vestuario: Angélica González.
Intérpretes: Gumersindo Puche y Angélica González.
Compañía: Atra Bilis.
Estreno en Madrid: Teatro Pradillo,18-2-2003.

Título: Once upon a time in West Asphixia.
Autora: Angélica Liddell.
Dirección  y escenario: Angélica González.
Vestuario: Gabriela Hilario. Vídeo: Salva Martínez.
Intérpretes: Gumersindo Puche, Angélica González y Leonardo Fuentes.
Compañía:
Atra Bilis.
Estreno en Madrid: Teatro Pradillo, 20-2-2003.

Título: Hysterica passio.
Autora: Angélica Liddell.
Dirección, escenario y vestuario: Angélica González.
Intérpretes: Leonardo Fuentes, Gumersindo Puche y Angélica González.
Compañía:
Atra Bilis.
Estreno en Madrid: Teatro Pradillo, 22 – II - 2003.

Cuando hace dos años se representó por primera vez El matrimonio Palavrakis, que abre el Tríptico de la Aflicción, quien esto firma escribió en las páginas de Reseña (NUM. 326) que la obra, no exenta de aliento poético y con momentos de gran belleza plástica, transmitía al público las angustias de Angélica Liddell - además de autora, directora e intérprete del espectáculo -, sin invitarle a reflexionar y sin demandarle respuesta, porque ni la quería, ni la necesitaba. Le convertía, así, en convidado de piedra de una pornográfica y expresiva ceremonia. Vistas las otras dos piezas y observando la fría reacción del público, el crítico se ratifica en aquella opinión y ello a pesar de que en la titulada Histérica passio, uno de los actores, narrador de una truculenta historia, se dirige al público poniendo gran interés en ser escuchado e impartiendo consejos. Éste escucha atentamente, pero no se emociona a pesar de la dureza del discurso. Una explicación posible es que la indiferencia no sea tal, sino un gesto de defensa ante algo que incomoda y repugna. Sin embargo, el público habitual de las salas alternativas, que son las que acogen los trabajos de Liddell, no suele recurrir a esos gestos de defensa. Hay que buscar, pues, otras razones.

El Triptico de la Aflicción es un demoledor retrato de la institución familiar. En El matrimonio Palavrakis una niña que fue concebida en un cementerio es asesinada por su propio padre, el cual le asesta cincuenta puñaladas y abandona el cadáver en una cuneta. En Once upon a time in West Asphixia dos jovencitas se convierten en ciegas admiradoras de un compañero de colegio que, tras asesinar a sus padres, se suicida. En Hysterica passio un joven, víctima de los abusos de sus padres, les somete a un brutal interrogatorio en el que va desvelando cuál fue la tormentosa deriva de sus vidas antes y después de tomar la desafortunada decisión de crear una familia. En el escenario se reúnen adultos torturados y monstruosos, cuyas vidas transcurren entre perversas y delirantes fantasías sexuales, concebidas en macabros escenarios, y crímenes sangrientos; y niños de rara belleza concebidos en brutales encuentros amorosos, odiados y torturados por sus progenitores. «Mi cuerpo renuncia a la fertilidad ya producir seres humanos», ha dicho la autora. Y también que en él, que suele mostrar sin pudor, como si fuera una herramienta útil para su trabajo, reside la crítica y el compromiso con el dolor humano. Sorprende que a su renuncia a la maternidad siga el anuncio de que ella será el origen de un mundo nuevo, sin hombres. Pasando por alto la contradicción que hay entre ambas afirmaciones, el problema es que confiesa que en su útero lleva ácido y su leche es de serpiente, de donde se deduce que el mundo que promete no será mucho mejor que el que rechaza.

El espectador puede estar de acuerdo en que la institución familiar no es un modelo de buen funcionamiento, en que, a menudo, es más campo de batalla, que feliz lugar de encuentro, pero es probable que la vea de forma distinta a como lo hace la autora. Aunque el tema es de interés general, no lo es en los términos en que lo plantea ella, pues lo hace desde una perspectiva personal y una experiencia que pocos comparten. Tal vez, ahí resida la falta de sintonía con el público y la ausencia de emoción.

Nada de lo dicho niega que Angélica Liddell sea una de las autoras más interesantes en el actual panorama teatral. Otras obras representadas anteriormente y alguna que permanece inédita así lo acreditan. Su teatro se inscribe en una corriente innovadora que concede al texto la importancia que otros artistas experimentales le niegan. Su escritura, vigorosa y descarnada, como corresponde al contenido de sus obras, está cargada de un erotismo de resonancias sádicas, pero, al tiempo, destila un intenso lirismo que bebe, según propia confesión, en la poesía metafísica y despojada de la norteamericana Emily Dickinson. En el escenario, el texto, los numerosos objetos que lo pueblan, algunos repetidos hasta la saciedad, y el trabajo gestual de los actores se funden íntimamente. La presencia de los objetos no es gratuita. Todos cumplen alguna función. Pero su acumulación conforma una escenografía recargada. Aunque Liddell, por su edad, no tenga por qué saberlo, su barroquismo resucita, junto a la capacidad expresiva de los actores, la estética ceremonial sórdida, cruel y bella de los espectáculos que Lyndsay Kemp mostró en los escenarios españoles en los años setenta.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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