PRESAS
Las
cárceles franquistas
Título: Presas.
Autores: Verónica Fernández e Ignacio
del Moral.
Dirección: Ernesto Caballero.
Escenografía: José Luis Raymond.
Vestuario: Gema Tabasco.
Iluminación: Juan C. Cornejo.
Espacio
sonoro: Ignacio
García.
Caracterización:
Raquel
Rodríguez
Profesora
de canto: Mercedes
Díaz
Ayudante
de escenografía:
Bengoa
Vázquez
Ayudante
de vestuario: Ana
Gayo
Ayudante
de iluminación:
David
Hortelano
Ayudante
de dirección:
Aitana
Galán y Antonio Guijosa
Intérpretes: Esther Acebedo (Presa),
José
Luis Alcobendas (Don Leandro, abogado),
Celia Bermejo (Sor Piedad),
Miriam
Cano (Esperanza),
Lola Casamayor (Teodosia),
Pedro
G. de las Heras (Don Martín, el cura),
Karina Garantiva
(Presa), Marta Gómez (Presa),
Ivana Heredia (Presa),
Aurora Herrero (Concepción de María, madre superiora), María Herrero (Sor
Adoración), Marta Hurtado (Presa),
Cristina de Inza (Magdalena, la madame),
Maruchi León (Paquita, la embrazada),
Mariano Llorente (Don Máximo,
médico),
Ascen López (
La Manca, anarquista),
Gerardo Malla (Don mauro, director), Julia
Moyano (Presa),
Pietro Olivera (Don Esteban, maestro),
Ana Otero (Mari Cruz, la
comunista),
Ainhoa Santamría (
La
Charito),
Victoria Tejeiro (Fuensanta),
Déborah Vuku¹iæ
(Violette, la francesa)
y Arantxa Zambrano (Macarena, la gitana).
Estreno
en Madrid: Teatro
Valle-Inclán,
22 – XI - 2007. |
FOTOS: ROS RIBAS |
FOTO:
ROS RIBAS |
Hay dos
aspectos de esta producción que, más allá de la valoración del espectáculo como
tal, merecen ser destacados. En primer lugar, su origen. Que data de 2005. Estamos
ante una obra de encargo un tanto especial. Las dificultades para encontrar una
obra que sirviera para el trabajo fin de carrera de las trece alumnas y cinco
alumnos que concluían los estudios de interpretación de
la RESAD animaron a Ernesto Caballero, responsable del
proyecto, a solicitar a Ignacio del
Moral
la escritura de un texto en el que no sólo
pudieran participar los dieciocho nuevos
licenciados, sino que, además, todos los papeles tuvieran similar importancia. Al
proyecto se uniría, a propuesta de del
Moral,
la guionista Verónica
Fernández, colaboradora habitual suya en trabajos
televisivos. Situar la acción en una
cárcel, permitía satisfacer las necesidades numéricas del reparto. Que se
tratará de una cárcel de mujeres era la consecuencia lógica del predominio
femenino en aquella promoción. El resultado fue una obra coral y fragmentaria
en la que muy probablemente las aportaciones de los propios actores fueron
importantes.
FOTO:
ROS RIBAS |
La acción
transcurre a finales de la década de los años cuarenta del pasado siglo,
cuando, todavía reciente
la
Guerra Civil, numerosas presa políticas compartían celda con
delincuentes comunes y prostitutas. El arranque es el ingreso en un centro
carcelario de norte de España de una nueva reclusa en el preciso momento
en que está anunciada la visita de un alto dignatario de la iglesia, que, en el
uso de sus prerrogativas, tiene previsto indultar a una de las internas. En el
espacio temporal que transcurre entre ese momento y el de la llegada del
ilustre visitante vamos conociendo las peripecias
personales de las presas, sus problemas y aspiraciones, las difíciles
relaciones entre ellas y las no menos conflictivas que mantienen con las
monjas-carceleras, el capellán, los funcionarios de prisiones y los
profesionales que se ocupan de prestarles atención médica o de su
alfabetización. Son historias independientes que se presentan entremezcladas,
componiendo un retablo realista que retrata a la perfección una época
siniestra. Lo que vemos es una cárcel dentro de otra llamada España, de
modo que todos los personajes –presos y guardianes- sufren parecida condena. Ante
las dificultades para sobrevivir, el suicido aparece como única vía de
liberación.
FOTO: ROS
RIBAS |
Tras
cumplir su fin primero, el de trabajo escolar, el espectáculo saltó a la sala
alternativa Triángulo, en la que
tuvo una excelente acogida. De allí ha pasado al escenario del teatro Valle-Inclán, una de las sedes
del Centro Dramático Nacional. Este es el segundo aspecto interesante al que
nos referíamos más arriba. No es habitual en nuestro país que, entre los
distintos ámbitos de producción y exhibición escénica, existan vías de
comunicación e
intercambio. Entre las salas
alternativas, comerciales y públicas se alzan barreras hasta
hace bien poco infranqueables. Las cosas están felizmente cambiando y cada vez
es más frecuente que profesionales que se han dado a conocer en las primeras sean
reclamados por las otras. Más raro es que una producción ya presentada en
aquellas, por lo general hecha con pocos recursos materiales, pase a exhibirse
en un teatro público. No es el de Presas
el primer caso, pero sí tal vez, uno de los más significativos y, por tanto,
digno de ser destacado.
FOTO: ROS RIBAS |
La
transformación de un espectáculo concebido como trabajo fin de curso en una
producción propia de un centro dramático y el transito del reducido escenario
de una sala alternativa al inmenso que ahora le acoge exigían una revisión a
fondo del proyecto. Lo que se ha hecho no ha afectado, en lo esencial, al
contenido de
la
propuesta. En lo que respecta al texto, se han introducido
algunos cambios para adecuar los diálogos, concebidos para ser dichos por actores
jóvenes, a un reparto al que se han incorporado profesionales de más edad. Del
primitivo grupo de intérpretes, permanecen cinco, habiendo sido sustituidos los
demás por actores tan solventes como Gerardo
Malla, Maruchi León, Lola
Casamayor, Pedro G. de las Heras, José
Luis Alcobendas, Ana Otero o Mariano Llorente. En cuanto al formato, preside ahora el escenario
una impresionante escenografía creada por José
Luis Raymond, que representa los altos muros de una cárcel. Situado en el
lugar reservado al telón, una especie de rastrillo carcelario construido con
somieres de cama cierra y hace agobiante el inmenso espacio central. En él,
otros somieres manipulados por los propios actores son muros, puertas y celdas
que acotan los habitáculos en los que los personajes cargan con su pasado,
luchan por su supervivencia, se dignifican, se degradan, sueñan o se
hunden en la desesperación.
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Ernesto Caballero ha realizado un
impecable trabajo de dirección. Ha sabido ensamblar con precisión de
orfebre los textos fragmentados hasta construir un espectáculo coral de
gran impacto visual y enorme fuerza dramática. Controla con pulso firme
la creciente tensión de las acciones y pone broche de oro a su trabajo
con la escena onírica que cierra
el espectáculo.
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FOTO: ROS
RIBAS |
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