SALIR
DEL ARMARIO
UN ARMARIO DEMASIADO LLENO
DE GENTE
Título:
Salir
del armario (Le Placard)
Autor: Francis Veber
Adaptación: Juan
José Arteche
Escenografía: Alfonso Barajas
Diseño de Luces: Gloria Montesinos
Audiovisuales: Álvaro
Luna
Vestuario: Marta
Gil
Espacio Sonoro y Música Original:
Chema Pérez
Director Técnico: Miguel
Ángel Guisado
Gerente: Armando Cartaña
Ayudante de Escenografía: Ángel Boyano
Ayudante de Vestuario: Teresa Fuster
Maquillaje y Peluquería: Chema Nocy – MatildeÁlcázar
Zapatos y complementos femeninos:
Maite Muiña – Luxax
Zapatos y complementos masculinos:
Maite Muiña – Magnanni
Sonido: José
Peña
Iluminación: Juan
Luis Moreno
Maquinaria: Miguel
Ángel Guisado
Realización escenografía: Proescen
Transportes: Castillo
Seguros: Fremap
Asesoría Fiscal y Laboral: Verneuil y Asociados
Fotografía: Paolo
Tagliono
Diseño gráfico: Tres
Tipos Gráficos
Imprenta: Lizprint
Producción: Vorágine producciones
Productor asociado: Grupo
Smedia
Productor Ejecutivo: Emilio
Marco
Directora de Producción: Alicia álvarez
Jefe de Producción: Miguel Criado
Distribución: Salbi
Senante - POR 2
Prensa y promoción: Pilar
Pont-Smedia
1º Ayudante de Dirección: Carlos Peris
2º Ayudante de Dirección y Regiduría:
Alicia Álvarez
Intérpretes: Guillermo Romero (Peralta),
Fernando Albizu (Bermúdez),
José Luis Gil (Piñón), Laura Pamplona (Ayuso),
Cristina Juan (Cristina-Beatriz),
Francisco Casares
(Galván),
Miguel Arribas (Quesada),
Juan Echenique
(Maitre- Vigilante-Sr. Shing),
Eduardo
García (Voz en off niño),
Paco
Casas (Voz locución video)
Dirección: José
Luis Sáiz
Estreno en Madrid: Teatro
Alcázar,
20 – IX - 2007 |
FOTOS: PAOLO TAGLIOLINI |
Éxitos de Francis Veber fue La cena de los idiotas. Ahora
vuelve con Salir del armario (Le Placard). Veber, guionista, director de cine y autor teatral, mantiene una
estructura cinematográfica en sus piezas teatrales: escenas cortas y disparadas
hacia diversas localizaciones. No se trata de la simple adaptación teatral,
práctica frecuente en estos últimos tiempos, sino de un modo nuevo de moverse
en este mundo escénico. También es cierto que contar una historia en escenas
cortas y con distintas localizaciones está en los inicios del teatro y nuestro
siglo de oro, así como el teatro isabelino, ama tal estructura. Lo que sucedía
en aquellos tiempos es que no tenían que enfrentarse a los cambios
escenográficos – no había escenografía como tal -, a los que nos ha habituado
un teatro del siglo XIX y parte del XX.
FOTO:
PAOLO TAGLIOLINI |
Hoy tampoco es una regla el
tener que acomodarse a espacios escénicos realistas, pero parece como que si la
comedia de costumbres de ambiente contemporáneo lo exigiera. Veber demuestra que no es así y plantea
el reto a directores de escena y escenógrafos a resolver este continuo cambio
de lugares. Por lo tanto, dejando de lado otros problemas de contenido o
interpretación, ya es un desafío el tener que resolver las transiciones y las
diversas ubicaciones sin que padezca el ritmo de la
comedia. |
Salir
del armario, tuvo como título inicial Le
Placard, que traducido literalmente sería El armario empotrado. En España tanto la película como esta
versión de teatro han optado por titularla Salir
del Armario. A estas alturas ya todos utilizamos la expresión para indicar
que la persona – originariamente macho o hembra – manifiesta públicamente su homosexualidad.
Es cierto que podría tener mayor amplitud de significado y vendría a significar
el manifestar públicamente cualquier condición oculta del ser humano para el
resto de los mortales. No obstante, el ciudadano medio entiende que un título
como Salir del armario nos lleva a
una comedia de un homosexual que hace pública su nueva elección sexual.
No sé si el haber elegido esta
traducción es acertada, ya que en
manifestaciones de ruedas de prensa y demás se han preocupado en aclarar de que
no se trata de una comedia sobre la homosexualidad. Le placard – El armario empotrado -, por el contrario, refleja más
lo que es esta comedia. El concepto de placard
- en francés - se utiliza en otras
expresiones para indicar algo que se tiene “arrinconado”. Y es propiamente este sentido de “arrinconado” el que mejor define la situación de nuestro protagonista señor Piñón.
El buen señor Piñón es
un ser arrinconado en su empresa de preservativos y en su hogar familiar.
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FOTO: PAOLO TAGLIOLINI |
De todos modos, después de estas disquisiciones, hay que reconocer
que para el público medió atraerlo con el título de El arrinconado o El armario
empotrado tiene menos garra que el ya acuñado – por cultura y por la película - Salir del armario. El equívoco que puede crear de asistir a una
comedia sobre la homosexualidad ya se deshará una vez levantado el telón.
La historia, como tal, es
sencilla: un hombre gris – el señor Piñón – es el
blanco más certero cuando la empresa tiene que recortar personal. Y así se establece. La poquedad del tal Piñón (José Luis Gil) acentúa su angustia
ante el despido inminente. Es Galván (Francisco Casares), un nuevo vecino, de una homosexualidad reposada
y tranquila, quien da con la solución
creando una nueva imagen para Piñón. La solución está en
declararse homosexual y, la alta cotización que en estos tiempos ha adquirido
el ser diferente lleva a que despedir a alguien por causa similar se traduce en acusación de homofobia por parte
de la empresa, de discriminación y de atentado a
la Constitución.
Mediante esta anécdota se descubre que todos están en armarios empotrados con posturas, prejuicios, egoísmos e intolerancias que ahora salen hacia fuera.
Y por parte de la empresa salen a flote las injusticias
laborales como es la misma discriminación de sueldo en la mujer y la elección
arbitraria de despidos. También se pone a prueba el ser consecuente entre la
teoría y la práctica, porque aceptar la condición distinta del otro, supone
unos compromisos prácticos.
Paralelamente el itinerario que tiene que recorrer Piñón es un recorrido de purificación y de liberación interior encontrando su
auténtica personalidad anulada por todo su entorno, desde su mujer y entrono
familiar hasta su empresa. Quien le ayuda en tal camino es su vecino Galván,
una especie de ángel de la guarda que viene de vuelta de muchas cosas y viene a
ser el espíritu crítico de la sociedad.
La virtud de Veber es
hablarnos de temas sociales – en el límite de denuncia - mediante la ironía, el
humor, la ternura y sin melodramatismos.
José
Luis Saíz – el director de la puesta en escena - no lo tiene fácil por lo
advertido al principio: la fragmentación en escenas cortas que lleva a cambios
escénicos. Ello trae la tentación de recurrir a pequeñas pausas o a
oscuros de transición, los cuales afectan al concepto de ritmo. José Luis consigue superar la prueba
sin tener que recurrir a tales oscuros. Desde que el telón se levanta el ritmo
no decae y se han encontrado buenas soluciones mediante desplazamientos de
paneles o proyecciones de video.
FOTO: PAOLO TAGLIOLINI
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Otro desafío era el aspecto
interpretativo. Hay que lidiar con 11 personajes que se reparten entre 8
actores. De tres de ellos – de breve duración - se encarga, con eficacia, Juan Echenique y otros dos - la mujer de Piñón y la mujer
de otro empleado, Bermúdez (Fernando
Albizu) – Cristina Juan. Ambas
mujeres – Cristina y Beatriz - son de un corte totalmente distinto tanto en
lo psicológico como en lo físico, que Cristina
Juan sabe diferenciar muy bien. El otro personaje femenino es Ayuso,
interpretado por Laura Pamplona.
Como tal
personaje no tiene un protagonismo especial, ya que en la obra los personajes masculinos son los que mandan.
Estas es una tónica que comienza a ser habitual en las comedias que conocemos
de Veber. El mundo femenino le sirve
para ciertos momentos de la acción y, en este, caso para resolver el conflicto
emocional de Piñón, que, en realidad, es un tema secundario. Todo
esto viene a cuento porque tanto Cristina
Juan como Laura Pamplona tienen
que lidiar con dos personajes de poca brillantez y, con todo, consiguen
sacarlos a flote. Algo similar sucede con el resto de los personajes: Miguel Arribas (Quesada, el jefe de la
empresa) y Guillermo Romero (Peralta, otro de los empleados), los cuales se
mantienen discretamente en su puesto de acompañantes eficaces en la
acción. Piñón, Bermúdez y Galván serán, en
realidad, los personajes más brillantemente trazados.
FOTO:
PAOLO TAGLIOLINI |
Francisco
Casares arremete con Galván, un personaje de pocas
líneas, pero el artífice de todo el enredo. Muestra, en suinterpetación, una exquisita
sobriedad no ausente de ironía.
Para los dos personajes más rutilantes, como son Piñón y Bermúdez, se han encontrado dos actores a la
medida: José Luis Gil y Fernando Albizu. José Luis echa mano, en parte, de ese otro personaje que interpretó
en la serie
televisiva Aquí no hay quien viva.
Sin ser igual, sí posee algún
punto en común, como es esa poquedad. Aquí consigue mayor discreción y sobriedad y expresa bien su continuo desconcierto.
Quien indudablemente provoca la carcajada y toma gran protagonismo
es Fernando Albizu con su Bermúdez.
Si ya en Gil hay una identificación
de actor y personaje, aquí es mucho mayor. La generosa anatomía de Albizu, unida al cerebro infantil del
personaje que reacciona primitivamente ante las nuevas situaciones, nos hace
sentirnos a gusto cuando irrumpe en escena.
Salir del
armario no es comedia fácil por todo lo indicado y consigue resolver bien
la acción en los diversos espacios. No obstante hay alguno que restalla y no sé
hasta qué punto es necesario, como
sucede con el Autoservicio de comidas. Se nota demasiado el cambio y esperamos
a la tramoya, a pesar del agradable bailecito de los actores.
Comedia de sonrisa, preferentemente, obliga a cambiar el
significado de la expresión Salir del
armario. Quienes salimos del armario,
involuntariamente, somos todos cuando tropezamos con un hecho imprevisto y
ajeno a nuestros esquemas.
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