EL
SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
En
una playa mediterránea
Título: El sueño de una noche de verano.
Autor: William
Shakespeare.
Adaptación: Juan Bosco.
Dirección musical: Antonio Carmona.
Compositores: Antonio Carmona, Beltrán Cavero.
Coordinación musical: Ana Villa.
Escenografía: Ricardo S.
Cuerda.
Iluminación: José Manuel Guerra.
Coreografía: Nuria Castejón.
Vestuario: Mila Bentabol.
Dirección: Tamzin
Townsend.
Intérpretes: Asier Etxeandía (Teseo, Oberón), Flor
Aragón (Hipólita, Titania), Chiqui Maya (Egeo, Cajón), Claudia Giráldez
(Hermia), Javier Godino (Demetrio), Alfonso Bergara (Lisandro), Nur Al Levi
(Helena),
Mingo
Ruano, José Luis Torrijo (Fondón), Eduardo Mayo (Robin),
Vicky Castillo (Telaraña), Alba Flores (Polilla).
Músicos: Juan Maya (Guitarra), Freddy
Valero (Acordeón), Konstantin
Chakarov (Violín).
Estreno
en Madrid: Teatro Albéniz, 15 – III -
2007. |
e.
mayo/a.etxeandia
FOTO: JESÚS VALLINAS |
FOTO:
JESÚS VALLINAS |
Pocas obras
tienen una acogida en el repertorio como El
sueño de una noche de verano. Su presencia en los escenarios es
constante y la diversidad estilística, ambiental e interpretativa con la que se
aborda es asombrosa. La comedia de Shakespeare ha generado algunos de los espectáculos más bellos y más sugestivos de los últimos
años y, a lo largo del tiempo ha servido de referencia o de pretexto
para espléndidas versiones cinematográficas, musicales o
escénicas.
También para tentativas muy diversas, no siempre atinadas. El sueño de una noche de verano parece capaz de aguantarlo
todo en cuanto a experimentación formal y realización material se refiere, a
juzgar por la profusión de sus escenificaciones y adaptaciones de muy distinto
signo. |
Tamzin Townsend, Juan Bosco y Antonio Carmona han optado en esta ocasión por ubicarla en una
playa mediterránea entre gentes de etnia gitana. Si ya en el original de Shakespeare se combinaban elementos
procedentes de la tradición griega y latina y de mitologías nórdicas, con otros
rasgos pertenecientes a las costumbres inglesas contemporáneas a la época del
dramaturgo, los responsables de esta
nueva escenificación de la comedia añaden nuevos referentes
antropológicos, paisajísticos, estéticos y culturales que dan como resultado
una amalgama con un mayor grado de abigarramiento del que acaso sería deseable
y en la que no todas las piezas enlazan con la coherencia que debieran. A cambio, el trabajo exuda vistosidad - un tanto aparatosa en ocasiones - dinamismo,
y una alegría colorista y vivaz.
Pero más allá de la ingeniosidad – o quizás
de la extravagancia - que inspira el
proyecto, el resultado de la escenificación no parece verdaderamente novedoso,
ni abre posibilidades a nuevas lecturas, ni tan siquiera matices, del complejo e
inquietante texto shakesperiano, que tantos análisis, debates y especulaciones
ha suscitado. Aquí queda reducido a una representación festiva, que a algunos
parecerá gozosa, sin duda, pero que resulta plana e inoperante desde la
perspectiva del discurso o desde cualquier consideración ideológica.
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FOTO: JESÚS VALLINAS |
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JESÚS VALLINAS |
No ayuda al
espectáculo la labor de los actores que, salvo algunas excepciones, parece
decepcionante, poco elaborada, pobre en intenciones y, en algunos casos,
carente de los resortes técnicos más elementales, acaso por bisoñez o
por impericia. A mí entender, constituye el aspecto más llamativamente endeble
del conjunto del trabajo, tanto que parece haberse desdeñado, en busca,
acaso, de otros logros en el territorio de lo musical o de lo plástico, o quizás
de los múltiples juegos que propone el
texto de Shakespeare. Ciertamente en
algunos actores se observaron detalles
interesantes que merecen considerarse, como sucedió, por ejemplo, con Claudia Giráldez, José Luis
Torrijo, Eduardo Maya o Vicky Castillo, circunstancia que
proporciona algún color a la desvaída interpretación del grupo. Sin embargo,
cabía esperar más de actores como Asier
Etxeandía, no muy fino en ninguno de sus dos papeles, a pesar de que posee
indudables condiciones.
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