DESVENTURAS
CONYUGALES
DE BARTOLOMÉ
MORALES
LA DENUNCIA A TRAVÉS DE
LA PALABRA
Título: Desventuras
conyugales de Bartolomé Morales (Tragicomedia manchega en cuatro cuadros y una
jota inspirada en los diálogos del Ruzante)
Dramaturgia: Ángel Facio
Espacio Escénico: Javier Turrado
Iluminación: Jaime Llerins
Vestuario: Begoña del Valle-Iturraga
Ilustraciones musicales: Fernando Martínez
Carrión
Realización escenografía y cartel: Manuel Ramundo
Realización vestuario: Cornejo
Utilería: Ángel Ibáñez/Mateos
Peluquería y maquillaje:
Viuda de Ruiz
Banda sonora: José Antonio Gutiérrez.
Ayudante de dirección: Celia Nadal
Intérpretes: Juan Carlos Castillejo (Bartolomé Morales),
Gloria Villalba (Juana), Rafael Nuñez (Tío Tenaja), Sergio Macías (Alguacil
1º, Don Vicente, Tío Saturio, San Juan), Ernesto Ruiz (Antón,
Guimarês, San Julián, Monja 2ª, Alguacil 2º), Alfonso Delgado
(Don Gervasio, Farolero, Monja 1ª, Santiago el menor)
Director: Ángel Facio
Estreno en Madrid: Teatro Español (Sala
Pequeña), 12 - I - 2007 |
J.C. CASTILLEJO/G. VILLALBA |
Rafael Nuñez/ERNESTO RUIZ
ALFONSO DELGADO/
SERGIO
MACÍAS |
Llega al Teatro Español, en
la Sala Pequeña, un
espectáculo un tanto insólito por varias razones. Una de ellas es la
recuperación de un texto italiano del siglo XVI de Angelo Beolco, apodado Ruzante,
por el personaje que creó e interpretó durante toda su vida. Es un actor que ha
pasado a la historia del teatro -
incluida estatua en Padova, ciudad donde desarrolló su trabajo. Otra de ellas
es la inteligente translación a la región de
La Mancha española – no
sé si hay otras Manchas en otros lugares - en una versión impecable y que nos descubre, a los profanos, que existe
un lenguaje manchego. Y, dejando otras razones de lado, la revelación de una
compañía de cómicos, Escena
Antiqua, que han logrado la
simbiosis plena entre actor y personaje. |
Se trata de cinco textos, que Ruzante en su siglo representaba por entregas, como las series actuales de
televisión, para regocijo de la corte y del Cardenal Cornaro que le amparaba. Aquí se ha creado una historia
unitaria dividida en cinco episodios con unos personajes que dan continuidad: Ruzante al que llamamos Bartolomé o Bartolo, el tío Tenaja y Juana,
la mujer del tal Bartolo. El hilo conductor lo da el personaje de Bartolo,
que, con motivo de la visita del Cardenal de Cuenca al pueblo, le
lanza un discurso - sensato para los hombres de bien y herético para la jerarquía eclesiástica –
que le lleva a prisión. A partir de ahí comienzan todas sus desgracias. Su esposa Juana, sola y sin un duro, tendrá que sobrevivir prestando sus favores
obligada a veces por la fuerza y el chantaje, como sucede con el párroco del
pueblo, y otras acuciada por el hambre, una vez que Bartolo ha tenido que ir
a la guerra, huyendo de la justicia. A pesar de todo, Juana y Bartolo se quieren. Lo que sucede es que gozar de una vida feliz y como Dios manda solamente podrá ser en la otra
vida, aunque con reparos porque Juana es mucha Juana.
La obra se
puede encuadrar en el género de la picaresca literaria, pero sin el
refinamiento de ésta. Aquí, el texto está más a ras de suelo y con un lenguaje
todavía más popular, soez, palabrotero y a la vez tierno. Incluso con cierta
poesía, emanada del saber popular. Los personajes, sobre todo Bartolo y la propia Juana, son de una ternura y bondad entrañable – no
tontos - que aceptan la desgraciada y mísera vida que les ha tocado vivir sin
resquemor. Sí con sufrimiento.
Es el contrateatro al uso sobre todo en
los valores que presenta, si lo comparamos con el teatro culto de la época, el del siglo de oro
español, por ejemplo. Beolco construye
un tipo de personajes, situaciones y picardías que son contrafiguras de los
personajes nobles de las comedias posteriores y que sólo pueden barruntarse un poco, aunque de lejos, en las figuras
de los criados del teatro del siglo de oro español,
así como en la misma Comedia del Arte. Sí están en la
llamada picaresca. De ahí que Angelo
Beolco (Ruzante) se le haya considerado el padre del teatro de los
siglos posteriores. |
RAFAEL NÚÑEZ
JUAN C. CASTILLEJO |
Cabe también una distinción: los
herederos de Beolco utilizaron el
teatro para impulsarnos a los valores ideales que deben adornar a todo ser
humano. Ruzante, por el contrario, analiza y disecciona los valores de
la realidad cotidiana y de una realidad de los sufridos oprimidos, cuya única
arma es el ser pícaros y engañar bondadosamente para poder subsistir. Sus
acciones, incluso el asesinato, no son fruto de una maldad intrínseca sino del
azar o de la apremiante necesidad de evadirse de una justicia que ampara a los
poderosos y se olvida de los débiles. Las ingenuidades expresadas por Bartolo – en esta adaptación recuerda
mucho a nuestro Sancho Panza – manifiestan una aguda crítica, sin premeditación y alevosía, contra las
clases elevadas y las instituciones prepotentes, sean políticas o religiosas.
Es, pues, un teatro crítico y, en cierto sentido, reivindicativo, que, incluso
hoy, llama la atención porque se atisban ramalazos de actualidad: a la guerra
van los desamparados de la fortuna (siguen yendo); las clases poderosas
explotan al hambriento y se satisfacen con su sexo, como es el caso del vejete
verde valenciano en busca de carne fresca, personaje que aparecerá en la
literatura posterior como “corregidor” (estamos asistiendo al turismo y explotación
sexual); las legislaciones no siempre contemplan la acuciante realidad –
magistral la pieza oratoria de Bartolo ante el cardenal -, como por ejemplo al aludir al descanso dominical, el cual
está bien para los potentados, pero no para el campesino que depende de la
climatología. Y la climatología no sabe de días laborables y festivos. El no
recoger la cosecha por cumplir el precepto, puede arruinarle.
J. CASTILLEJO/G. VILLALBA
RAFAEL NÚÑEZ |
Los
personajes, sacados del mundo rural, son simples y zarandeados por las pasiones
de su bajo vientre. No obstante, descubrimos que, tras la refinada cascarilla
de la clase poderosa, también sus bajos los zarandean. La diferencia está en
que los poderosos perfuman sus bajos y los disimulan con raciocinios.
El original en dialecto padovano, ha
sido trasladado al manchego. Por lo visto existe todo
un modo de hablar el castellano,
lleno de giros, vocabulario y acento. Los actores son manchegos y el habla escogida la
incorporan de modo connatural, hasta el punto de hacerla muy creíble y también
creíbles los tipos que incorporan. Se ha huido, en líneas generales, salvo
excepciones, de la caricatura o del estereotipo y, casi se podría hablar de un
tratamiento cercano al naturalismo.
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Todo el elenco
de actores componen personajes muy creíbles. Destacan por su mayor protagonismo Juan Carlos Castillejo (Bartolo), Gloria Villalba (Juana)
y Rafael Núñez (Tío
Tenaja). En los tres hay una identificación perfecta de los personajes. Juan Carlos resulta magistral en un Bartolo,
tanto en la composición como en el habla. Parece un tipo arrancado de la
realidad rural. Gloria, a pesar de
ser siempre Juana, crea una evolución del personaje según las diversas
situaciones en las que se encuentra.
Sin perder la base del personaje, en cada momento,
éste adquiere matices distintos:
la Juana asustada del
principio y sanota en sus costumbres morales;
la Juana, mantenida
por el valenciano, ama y señora, y
la Juana, experta en “hacer la calle”. Rafael Núñez sorprende por su
bobalicona y pícara capacidad de escucha. |
GLORIA
VILLALBA
J.C.
CASTILLEJO |
El resto de los actores muestran gran
versatilidad al desdoblarse en varios personajes, hasta el punto de no hacer
reconocible al actor.
Este tipo de teatro recuerda también a
los “sketchs” que en los años 1970 interpretaba Darío Fo en aquel Misterio Buffo, sobre textos del
final del medioevo. Aquel teatro popular y callejero, a veces invitado por la
corte, era la única arma – el arma de la palabra – que tenía el pueblo para
enfrentarse con los poderosos. La lástima es que, muchas veces, los poderosos
ríen con tales críticas, y como una venda cubre sus ojos, siguen caminando por
encima del bien y del mal.
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