.:: Crítica Teatro ::.

DE REPENTE EL ÚLTIMO VERANO
INSUFICIENTE

Título: De repente… el último verano.
Autor: Tennessee Williams.
Versión: Álvaro del Amo.
Escenografía: Richard Cenier.
Vestuario: César Olivar, Ángel Vilda.
Iluminación: Felipe Ramos.
Música: Suso Sáiz.
Vídeo-Imagen: Alex Francés
Ayudante de dirección: Carlos Peris
Ayudante de escenografía: María Isabel Rincón
Asistente de dirección: Magda Labarga
Producción: Centro Dramático Nacional
Intérpretes: Mariano Alameda (Doctor Cukrowicz), Leopoldo Ballesteros (Chófer), Cristina Juan (Hermana Felícitas), Magda Labarga (Doncella), Borja Manero (Jorge Holly), Olivia Molina (Catalina Holly), Eva Pérez (Señorita Foxhill), Susi Sánchez (Violeta Venable), Carmen Segarra (Señora Holly).
Músicos: Ernesto Duchesne Valdés (Percusionista), Tato Icasto (Pianista).
Dirección: José Luis Sáiz.
Estreno en Madrid:
Teatro Valle-Inclán,
Sala Francisco Nieva (Centro Dramático Nacional),
4–V-2006.



MARIANO ALAMEDA/OLIVIA MOLINA
FOTOS: MERCEDES RODRÍGUEZ

De repente, el último verano es un duro, pero extraordinario texto de Tennessee Williams. No es frecuente en nuestros escenarios, quizás porque se le considere oscuro o hermético sin serlo, o tal vez porque parezca difícil de escenificar - acaso lo sea realmente, por su recurso al relato en la parte decisiva de la historia, por la ausencia física de la escena del verdadero protagonista del enigma, entre otras razones- o, tal vez, porque se le tiene demasiado respeto, y motivos no faltan para ello, a la versión cinematográfica de Joseph Mankiewicz. En cualquier caso, José Luis Sáiz ha acometido la empresa para el Teatro Valle-Inclán, el nuevo y flamante local del CDN, a partir de una impecable versión del texto preparada por Álvaro del Amo, lo que ha permitido recuperar uno de los grandes dramas de la segunda mitad del siglo XX.
 


FOTO: MERCEDES RODRÍGUEZ
En De repente el último verano, Williams recurre una vez más a su peculiar territorio geográfico y humano, visto desde su no menos singular perspectiva moral y estética, que le permite convertirlo en un espacio metafórico propio para la libre expresión de lo autobiográfico. La sexualidad reprimida, la hipocresía encubridora de conductas no toleradas socialmente, la fuerza todopoderosa del instinto frente a la norma moral o la contraposición entre lo respetable y el deseo oculto son algunos de los ejes que vertebran la historia del dramaturgo norteamericano, presentado acaso como una suerte de desahogo, de reivindicación o de confidencia, en la que las claves de la homosexualidad operan poderosamente hasta el clímax final del relato de Catalina Holly, en el que el rito antropofágico se muestra brutal y esclarecedor, bello y terrible a un tiempo.
 

MARIANO ALAMEDA/SUSI SÁNCHEZ
FOTO: MERCEDES RODRÍGUEZ
La opción estética elegida por Sáiz dista del realismo simbólico desde el que frecuentemente se han representado los textos del dramaturgo norteamericano. Se ha preferido una estilización ritualizada, en la que el escenario se reduce a un muy breve espacio enmarcado por unas enormes estructuras geométricas blancas, que prestan al espacio un carácter abstracto, relacionado acaso con el sueño o con la memoria, como cabe deducir del comienzo del espectáculo, en el que una pesadilla del doctor Cukrowicz imagina a los personajes de la historia en una dislocada versión onírica y metafórica. Este carácter irreal está subrayado por la música en directo, espléndida, aunque de discutible pertinencia dramática, que suena sobre todo en la larguísima escena inicial imaginada por el director. La solución parece audaz y legítima, desde luego, y es de agradecer su propósito de buscar nuevos caminos para este impresionante drama, pero su eficacia última es dudosa: se dilata demasiado en el tiempo, enturbia el sentido de la historia y poco aporta a la comprensión de la situación y de los personajes.
 

OLIVIA MOLINA
FOTO: MERCEDES RODRÍGUEZ
Pero, en mi opinión, el lado más endeble de este espectáculo se encuentra en la interpretación. Es evidente la entrega, la dedicación y el trabajo de los actores que encarnan los papeles principales, pero da la sensación de que algunos se enfrentan con tareas superiores a sus fuerzas, puesto que los personajes a los que encarnan presentan dificultades mayores de las que cabría imaginar en una primera lectura. Este problema les aqueja a Mariano Alameda o a Olivia Molina, por ejemplo, cuyo esfuerzo es digno de respeto y hasta de elogio, pero cuyo resultado es insuficiente. En el caso de Susi Sánchez, que interpreta el papel de la madre, el oficio y la veteranía ayudan a resolver aceptable, aunque no brillantemente, el compromiso. En otros, hay que pensar en una inadecuada elección de actores o en una no demasiado afortunada dirección, como sucede con los otros dos miembros de la familia Holly, convertidos en extemporáneos personajes con ribetes sainetescos o costumbristas.


Eduardo Pérez – Rasilla
Copyright©pérezrasilla


TEATRO VALLE INCLÁN
(Polivalente)
DIRECTOR: GERARDO VERA
SALA FRANCISCO NIEVA
Aforo: 510
SLA FRANCISCO NIEVA
Aforo: 150
PZ. DE LAVAPIÉS, S/N
28012 – MADRID
TF. 91 310 15 00
METRO: LAVAPIÉS
e-mail: cdn@inaem.mcu.es
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