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AGAMENÓN
Vuelve el mejor Rodrigo García

Título: Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo.
Autor: Rodrigo García.  
Iluminación: Carlos Marqueríe.
Coreografías: Elena Córdoba
Poyecciones de imágenes Vídeo Gatos riñendo: Rodrigo García
Otras proyecciones: Antonio Fernández Lera
Producción: Magrinyana.
Intérprete: Pepo Oliva.
Dirección: Antonio Fernández Lera.
Estreno en Madrid: Sala El Canto de la cabra, 24 – V - 2007.

PEPO OLIVA

No he tenido ocasión de ver la escenificación que de este texto llevó a cabo La carnicería Teatro. La compañía del dramaturgo y director Rodrigo García llevó a los escenarios italianos Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo hace unos meses. Me cuentan que el montaje responde a los criterios estéticos habituales en los últimos trabajos del grupo: ritualización de la violencia física, abundancia de comida que impregna los cuerpos de los actores o se desparrama por el escenario, tendencia a la apelación o a la provocación al espectador, etc. Espero y deseo que tengamos ocasión de ver pronto el espectáculo en España.

En estos días se presenta en El canto de la cabra otra escenificación del mismo texto, llevada a cabo por Antonio Fernández Lera, con la colaboración de Carlos Marqueríe y del propio Rodrigo García, quien ha participado, además de con el texto, naturalmente,  con un vídeo original titulado Gatos riñendo, inspirado en un cuadro de Goya.  Los tres creadores han trabajado juntos  en diversas ocasiones y comparten afanes y territorios  estéticos.


PEPO OLIVA

Sin embargo, la propuesta de Fernández Lera es autónoma y de signo muy distinto, en esta ocasión, a las que suelen ser habituales en los últimos espectáculos de Rodrigo García. Fernández Lera ha confiado el texto a un solo actor, que lo pronuncia a manera de monólogo, con el apoyo de algunos accesorios: unas sillas, unos muñecos, etc., y que prefiere el tono íntimo, como de confidencia, la eliminación de la violencia en las acciones, que quedan reducidas a la condición de sugerencias para el relato, sobre todo mediante la manipulación de los pequeños muñecos que remiten a los miembros de la familia sobre la que se habla.  La contención, la renuncia a la estridencia, el sosiego y el ritmo ralentizado contrastan con la violencia y la agitación compulsiva y febril de las acciones enunciadas en el texto, lo que confiere al espectáculo una notable capacidad de sugerencia y revela el propósito, por parte de su director,  de buscar un camino diferente de acceso al mundo artístico que esboza Rodrigo García, y confirma a su vez la porosidad de unos textos que no se limitan a una única lectura o a una exclusiva posibilidad de escenificación.  

El texto, que había sido editado ya tiempo atrás en la colección que dirige el propio Antonio Fernández Lera,  es una representación feroz del consumismo y la violencia –intrínsecamente ligados aquí- en  la sociedad occidental contemporánea, con su carga de banalidad, estupidez y embrutecimiento, que va mucho más allá de la alienación para llegar a la autodestrucción moral y mental. Pero la sátira acerada e implacable está atravesada por un grito de protesta y de angustia, no exento del singular humor de García,  que invita  a una reflexión, certera y voluntariamente dislocada a un tiempo, sobre la tragedia y la esperanza contemporáneas.  

Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo se sitúa en la estela de las revisiones irónicas o de las deconstrucciones de los grandes mitos de la historia del teatro, que García practica desde hace ya muchos años, y también en la línea de sus trabajos últimos, en los que la comida y los productos de consumo cotidiano se agigantan, se acumulan y se multiplican hasta rodear y sumergir en ellos a los personajes, que resultan, más física que metafóricamente, devorados por esos objetos, convertidos en causa y efecto de sus propias obsesiones.    

Desde el punto de vista formal, el texto es de una rara belleza, con su combinación de un lenguaje brutal y procaz con un  lirismo intenso y auténtico, fruto de una sensibilidad personal extraordinaria, pero también de un notable dominio de los recursos de la retórica, que le permite al dramaturgo magníficos juegos rítmicos, usos eficaces de la anáfora o el paralelismo,  gradaciones, series lógicas repentinamente fracturadas, reiteraciones intensificadoras y tantos otros efectos al servicio siempre de un discurso lúcido e incisivo.


PEPO OLIVA
Pocos textos ponen tan clara y dolorosamente de manifiesto la ambigüedad, la disociación y el desgarramiento interior de unos seres que son a la vez víctimas y verdugos, objeto y causa de la violencia, ingenuos y clarividentes testigos de su propia situación y la de su entorno y capaces de reaccionar ante ella con iniciativa o dejarse arrastrar por la inercia. Y pocos consiguen también un lenguaje tan preciso y tan hermoso.

Nos encontramos, sin duda, ante un texto importante, un texto “mayor”, del que no desmerece en absoluto el trabajo de Fernández Lera, Marqueríe y el actor Pepo Oliva. La audacia de Fernández Lera, al trasladar el espectáculo al territorio de lo íntimo y al juego evocador de imágenes sosegadas, tiernas y hasta infantiles, potencia aspectos menos visibles del texto. La contención interpretativa del actor, el descubrimiento, a través de su trabajo, de esa condición desvalida e insensible a su vez del personaje que encarna, emblema de la violencia ejercida y padecida, digno de compasión y desprecio, revela interesantes recovecos del sujeto del discurso. Pepo Oliva es un espléndido actor, no siempre valorado con justicia, que da aquí una nueva mediad de su capacidad y su talento.


Eduardo Pérez – Rasilla
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Teatro El Canto de la Cabra
Aforo: 60
C/San Gregorio, 8
28004 - Madrid
Tf.: 91 390 42 22
Metro: Chueca y Alonso Martínez
Autobuses: 3, 40 y 149
Horario de taquilla: 1 hora antes de cada función.
Telentrada: Caja de Madrid: 902 488488
Información y reservas: 91 310 42 22.
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