RESEÑA (FEBRERO 2001)
(Nº 324, pp. 13) |
EN LA SOLEDAD DE LOS
CAMPOS DE ALGODÓN
HOMBRES O ANIMALES
(Koltés sigue apareciendo
como un autor dramático cuyo eje principal
es la palabra y esto mismo es un escollo para el aspecto
interpretativo)
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Título: En la soledad de las campos de algodón.
Autor: Bernard Marie Koltés.
Versión: Michel Uípez y Santiago Sánchez.
Dirección: Michel López.
Escenografía: Dino lbáñez.
lntérpretes: Carles Montoliu y Sandro Cordera.
Estreno en Madrid: Círculo de Bellas Artes, 10-1-01. |
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Bernard Marie Koltés murió joven, pero su obra, forzosamente
breve, está entre las más importantes de la segunda mitad del
siglo XX. Para las últimas generaciones de autores es una
referencia imprescindible. En la soledad de los campos de
algodón, estrenada en 1987, dos años antes de su muerte, es la
culminación de un proceso dramático que tiene como eje principal
la palabra, justo en el momento en que se iniciaba su regreso a
los escenarios tras un largo exilio.
En la soledad de los campos de algodón gira en torno al
encuentro, en un lugar inhóspito durante esas turbias horas de
la madrugada en que la gente honrada no anda por las calles,
entre el dealer, un vendedor de no se sabe qué mercancía, y un
posible cliente. En escena, pues, el mundo de la oferta y de la
demanda. Pero no está claro que el asunto tenga que ver con el
comercio. El enfrentamiento entre el natural que defiende su
territorio y el intruso, entre el ladrón y su víctima, entre el
poderoso y el débil, entre legales e ilegales, entre el
individuo tranquilo y seguro de sí mismo y el tipo desasosegado.
Obra de opuestos. De ahí que el diálogo sea un cruce de sendos
monólogos y que aquél solo se produzca cuando las palabras dejan
paso a la dialéctica de los puños.
Dino Ibáñez ha concebido una escenografía que no remite a ningún
lugar concreto. Sobre el negro absoluto, un punto luminoso en el
firmamento. En ese espacio indefinido, no descrito por el autor,
tiene lugar el duelo de los dos personajes. Una responsabilidad
enorme para los actores y el director. Éste es Michel López,
buen conocedor de Koltés y de su teatro, que hace una lectura
correcta de la obra. Aquellos, Carles Montoliu, que interpreta
al dealer, y Sandro Cordero, que es el cliente. El trabajo, pese
a su dignidad, no llega a entusiasmar. Montoliu no se aleja
demasiado del personaje imaginado por el autor, un
blues-man
imperturbable, amable y dulce, uno de esos tipos que nunca se
ponen nerviosos, pero no acaba de entrar en él. Cordero, por su
parte, con su permanente sobreactuación, apenas responde al
retrato que hizo el dramaturgo: un ser agresivo un poco
despellejado e imprevisible, un pank que asusta. Siendo ambos
buenos profesionales, cabe atribuir el desencanto a que se han
visto atrapados en la tela de araña de un texto de enormes
dificultades.
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