RESEÑA, nº358 pp.18 (marzo, 2004)

AUTO DE LA SIBILA CASANDRA PIONERA DEL FEMINISMO   (Crítica sobre el Auto de la Sibila Casandra en la revista Reseña, con motivo del estreno en el 2004)

Título: Auto de la Sibila Casandra. Autor: Gil Vicente. Versión y dirección: Ana Zamora. Música: Alicia Lázaro. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Vestuario: Deborah Afacías. Títeres: David Fa raca. Telones: Millan de Miguel. Intérpretes: Elvira Cuadrupani, José Vicente Ramos, Fernanda Sendina, Daniel Albaladeja y Francisco Rajas. Orquesta: Alicia Lázaro, Alba Fresno, Elvira Pancorbo e Isabel Zamora. Estreno en Madrid: Teatro de la Abadía, 8-1-2004.

En este auto de Gil Vicente, lo religioso y lo profano conviven y, merced a ello, la pieza deviene en una curiosa mezcla de cuento navideño, representado en coqueto teatrillo por títeres de varillas y coro de ángeles, e historia doméstica protagonizada por los avispados pastores Casandra y Salomón y por sus respectivas parentelas. Historia, por cierto, cuyo argumento conecta, desde la ingenuidad, con la muy actual cuestión del feminismo. En ésta, la joven Casandra no encuentra que el matrimonio ofrezca ventajas para la mujer, sino pérdida de libertad y otros inconvenientes, y, por tanto, rechaza el que le ofrece el enamorado Salomón. Los intentos de éste, apoyados por las familias de ambos, por doblegar la voluntad de la doncella dan lugar a situaciones hilarantes.

La puesta en escena es tan sencilla como exquisita. Parte del escenario lo ocupa la orquesta, que utiliza instrumentos del XVI. Al fondo, un telón, que, en el momento oportuno, es descorrido para mostrar el retablo navideño. La acción invade, sin molestar, ni caer en el exceso, las balconadas que coronan las paredes laterales de la sala y las gradas ocupadas por el público. Pero lo esencial del auto tiene lugar en el escenario, donde lo popular estalla desprendiendo aromas de modernidad, que le vienen, tanto de la visión contemporánea de Ana Zamora, como del carácter experimental del texto que escribiera Gil Vicente, que, en alguna de las partes ha sido retocado y, al tiempo, enriquecido con aportaciones tomadas de otras piezas del autor. En un espectáculo de estas características, la música ocupa un lugar importante. En este caso no basta con dar cuenta de su belleza, ni de elogiar que, además de subrayar lo que sucede en escena, se integre en la acción. Hay que añadir que, ante la ausencia de partituras, ha sido necesario realizar un trabajo previo de investigación y reconstrucción, labor que ha cumplido con rigor y buenos resultados Alicia Lázaro.

La interpretación es un puro y travieso juego lleno de guiños. Elvira Cuadrupani, que hace el papel de Casandra, lo preside con encanto y haciendo gala de buenas dotes interpretativas, que también posee el resto del elenco. Se dice el verso con gracia y recta pronunciación, y adquieren aires de fiesta los movimientos, propios de desfiles populares, de tres de los actores, que visten y se comportan como muñecos grotescos. Es de justicia incluir en el reparto, en calidad de actores, a las cuatro componentes de la orquesta, pues no permanecen al margen de lo que sucede en escena, sino que, con o sin instrumentos, se integran en la acción con absoluta naturalidad cuando se las requiere.

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Jerónimo López Mozo
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