THE DYBBUK
ES OBRA QUE DEJA POSO
Y ABRE INTERROGANTES
PARA CULTURAS MÁS ALLÁ DE
LA JUDÍA.
Título:
The Dybbuk
Autor:
Basado en textos de Szymon
Anski y Hanna Frall
Adaptación:
Krzystif Warlikowski
Traducción: Awiszaj Hadari
Música: Pawel Mykietyn
Escenografía:
Malgorzata Szesniak
Diseño
de iluminación:
Fellce
Ross
Vestuario: Elzbieta Koltonowicz Ewa Sokolowska
Maquillaje: Monika Fetela
Ayudante
de dirección: Katarzyna Luszczyk
Director
de escena: Lukasz
Józków
Director
técnico: Pawel Kamionka
Iluminación: Dariusz Adamski
Sonido: Lukasz Fallnski
Brigadier: Andrzej Tuszewicz
Técnicos: Tadeusz Tomaszewski, Karol Korytko
Técnicos
de atrezo: Kazimierz Fabisiak
Compañía:
Tr
Warszawa
Coproducción:
TR Warszawa y Wroclawski Tear
Wspólczesny
Intérpretes: Stanis³awa Celinska, Ewa Da³kowska,
Magdalena Cielecka, Renate Jett, Maja Komorowska, Maria Maj, Andrzej Chyra,
Marek Kallta, Redbad Klljnstra, Zygmunt Malanowicz, Jacek Poniedzialek, Jerzy
Senator, Maciej Tomaszewski, Ma³gorzata Bereza,
Tomasz Tyndyk
Dirección:
Krzysztof
Warlikowski
País:
Polonia
Idioma: polaco (con sobretítulos en español)
Duración
aproximada: 2 horas y 20 minutos (sin intermedio)
Estreno En España
Estreno en Madrid:
Naves
del Español/Matadero Madrid, 1 – XI -2008 |
FOTO: KRZYSZTOF BIELINSKI
FOTO: STEFAN
OKO£OWICZ |
La vida tiene curiosas
coincidencias. Yo, en concreto, he pasado de ignorar lo que era el Dybbuk – Dibbouk, en francés -, o al menos lo había olvidado, a sentirme
bombardeado por este enigmático vocablo.
FOTO: STEFAN OKO£OWICZ |
Con motivo del Festival de
Otoño la compañía polaca TR Warszawa ha presentado The Dybbuk, dirigida por Krzysztof
Warlikowski, pero paralelamente, otro director, Luc Bondy, ha venido
al mismo Festival con La seconde Surprise
del’amour de Marivaux, producida por el Théàtre
Vidy-Lausanne. No es que Bondy nos traiga otro texto con dibbouk, sino que a raíz de un repaso a
su biografía y obra, resulta que entre sus escritos literarios – varios – tiene
uno que se titula Mes dibbouks, y en
él saca a flote sus recuerdos. Entre Warlikowski y Bondy –
curiosamente los dos coinciden en haber dirigido en el Teatro Real de Madrid
dos óperas en esta temporada 2008, El
Caso Makropulos (Warlikowski) e Idomeneo
(Bondy) – me han puesto al día
sobre la existencia de los Dybbuks.
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A través de las
informaciones y al visionar la obra de Warlikowski hemos sabido que un Dybbuk, pertenece a la cultura judía
y “es un espíritu condenado que toma
posesión del cuerpo de una persona viva, el espíritu quiere ser vengado del
pecado cometido, pide reparación del mal y la injusticia experimentados en vida
poseyendo el cuerpo de un familiar”.
El texto es una adaptación del propio Krzystif Warlikowski a partir de siete historias
cortas y de dos narraciones, una (1920) de Szymon Anski y otra (actual) de la
escritora Hanna Krall. Para más información sobre tales autores me
remito a la información de The Dybbuk,
en esta misma página www.madridteatro.net.
A
los que no hemos convivido con la cultura judía – los expulsamos hace bastantes
siglos y nuestro contacto se redujo al Antiguo Testamento y mucho más tarde al terrible
Holocausto – se nos escapan muchas de sus costumbres,
usos y tradiciónes. Otras naciones, como es el caso de Polonia, han sabido
convivir mejor, aunque, por desgracia, tuvieron que ser testigos directos de aquella
incomprensible vejación y matanza.
Vaya este preámbulo, porque
para los neófitos en esta cultura, The
Dybbuk tiene como algo de distanciador y en una primera aproximación raya
la ciencia ficción, pues, a los profanos, nos sugiere imágenes de “los muertos
vivientes”, “los zombies” o a ese
multiplicador de series televisivas en las que a ciertas personas – una especie
de mediums - se les aparecen seres del más allá pidiendo justicia. Si nos
movemos en este terreno The Dybbuk se reduciría a una serie de cuentos góticos de
terror, muy bien
apoyados
por la música de Pawel
Mykietyn.
Podría tomarse así y este sería
un primer nivel de lectura. No parece ser está la intención de Warlikonski.
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FOTO: STEFAN OKO£OWICZ |
La
representación está estructurada en tres momentos: El primero lo forman los mencionados
siete cuentos cortos que cada uno de los intérpretes narran de forma muy,
digamos, minimalista. Situados en línea paralela a las antiguas candilejas del
teatro a la italiana y por lo tanto enfrentados al público y muy cercanos a él
cada uno, sucesivamente, cuenta su historia, a la que el resto están atentos
como si se tratara de algo desconocido. En su narración se dirigen al público
de la sala, rompiendo la cuarta pared del teatro. Viene a ser una especie de
prólogo, para nosotros los espectadores, que pretende situarnos. Nos descubren y
nos introducen en ese mundo misterioso e interior del dybbuk.
Ya
en esto que he denominado prólogo surge una de las grandes virtudes del grupo y
que será el distintivo durante la representación: la calidad interpretativa de
los 7 actores, que con el único recurso de su voz – se mantienen sentados sobre
las sillas – nos cautivan al llenar de naturalidad la narración, así como la
comunicación visual que existe entre ellos.
Las
otras dos historias, aunque distanciadas en el tiempo por su escritura, nos
narran con la parafernalia escénica y con la encarnación de los diversos
personajes dos posesiones del dybbuk. En la primera – a partir del
cuento de S. Ansky – una novia se
encuentra en la disyuntiva de casarse, por obligación, con quien no quiere o
bien ser poseída por su auténtico amor, el cual murió joven. La segunda – a
partir de la narración de H. Krall –
nos habla de un hombre, en el que habita, desde su infancia, un hermanastro
muerto en el gueto de Varsovia. Son dos
posturas ante este dybbuk que pide justicia. En la primera historia se asume el
pasado y en la segunda se olvida.
FOTO: STEFAN OKO£OWICZ |
En el contexto polaco y al
tratarse de la comunidad judía, cabe pensar que Warlikowski no se queda en la primea lectura de cuento terrorífico,
sin más. Podría interpretarse todo el espectáculo como un gran fresco de los
acontecimientos ocurridos en el pasado, en concreto el Holocausto, que sigue pesando y cuya solución no es fácil:
¿seguir con él en la memoria y pedir justicia? ¿olvidarlo? No
parece haber una opción mejor que otra. Lo importante es
asumir una u otra postura, puesto que
es un modo de echar los demonios fuera y volver a la vida. |
FOTO: STEFAN OKO£OWICZ |
Para un espectador ajeno a toda
la historia de Polonia y a la comunidad judía polaca, The Dybbuk puede plantear sobre el tapete una realidad tanto a
nivel individual como colectivo. En concreto, en España, los dybbuks
han aparecido bajo el concepto de la memoria
histórica aplicada a los muertos durante la guerra civil y la postguerra de
uno y otro bando. Y se han suscitado las dos posturas de los dos cuentos. Hay
quienes – es muy curioso cómo Warlikowski
tiene la edad de los nietos de aquella generación como nuestros
españoles que bucean en la llamada memoria histórica - no quieren
olvidar y condicionan su vida actual a lo sucedido entonces con sus antepasados
y otros que prefieren no remover la tierra de las tumbas. Sea una u otra
postura lo más saludable, es el enfrentarse con esa realidad dramática que
desazona y que no es bueno pensar que no existe. Encarada a ella se consigue
reemprender el intrincado camino de la
vida. |
Pero
el dybbuk
es algo más real de lo que parece y un descubrimiento, ya que a nivel
individual todo hombre arrastra una serie de dybbuks, con los que
tendrá que convivir toda la vida. La propia psicología de cada persona está
conformada por su pasado y el pasado de los que le rodean. Lo importante es
conocerlo y saber las muletas que necesita para poder caminar y encontrar su
equilibrio emocional y psíquico.
La
obra de Warikowski abre, pues, unos
amplios caminos a la reflexión.
La
puesta en escena es de un gran acierto con un buen equilibrio entre el
minimalismo plástico y la
sugerencia de imágenes. Dos espacios y un tercero
que se abre al fondo, sirven para crear los diversos ambientes. Una proyección
de video animada al fondo reproduce una especie de tapiz con figuras de
animales y adornos de corte oriental y bíblico, figuras en movimiento que van y
vienen y desaparecen y aparecen, confirma ese gran fresco que parece ser The Dybbuk. |
FOTO: STEFAN OKO£OWICZ |
FOTO: STEFAN OKO£OWICZ |
El otro gran aliciente es la
interpretación de todos los actores. A estas alturas, ya deja de ser una
novedad el citarlo, pues hasta ahora todas compañías polacas que han
venido han mostrado ese alto nivel. Sorprende la naturalidad, la variedad de
tonos llegando hasta el susurro, el grito exasperado sin efecto melodramático
falso y una conjunción de movimientos que nos hablan de una coreografía
meticulosamente medida.
La
obra es sin intermedio. No obstante – el día que presencié el espectáculo –
algunos espectadores, no muchos, abandonaron la sala. Es posible que tuvieran
la sensación de que navegaban por un mar desconocido. Y en principio es así. The Dybbuk es obra que deja poso y abre
interrogantes para culturas más allá de la judía.
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