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LA CASA DE BERNARDA ALBA
Al pie de la letra

Título: La casa de Bernarda Alba.
Autor: Federico García Lorca.
Escenografía: Ana Garay.
Vestuario. María Luisa Engel.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Espacio sonoro: Borja de Andrés.
Imagen gráfica: Jesús Vallinas
Diseño Videos: Álvaro Luna
Ayudante de Dirección: Cris Lozoya
Producción ejecutiva: Chusa Martín y Daniel Pascual
Producción: Teatro de la Danza y Entrecajas Producciones
Intérpretes: Margarita Lozano (Bernarda), María Galiana ( La Poncia), Concha Hidalgo (María Josefa), Aurora Sánchez (Angustias), Ruth Gabriel (Magdalena), Palmira Ferrer (Amelia), Nuria Gallardo (Nuria Gallardo), Candela Fernández (Adela), Mónica Cano (Criada) y Saturna Barrio (Prudencia).
Dirección: Amelia Ochandiano.
Estreno: Centro Cultural de la Villa, 1 – III - 2007.

MÓNICA CANO/MARÍA GALIANA

MARGARITA LOZANO
FOTOS: JESÚS VALLINAS

Después de muchas recreaciones, afortunadas unas y para olvidar otras, de La casa de Bernarda Alba, tal vez la obra más representada del teatro español de todos los tiempos, en las que el texto ha sido sometido a múltiples mudanzas, el escenario convertido en útero, cuartel o prisión, los personajes sacados de su tiempo, Bernarda travestida y muchos más vaivenes cuya cita completa sería interminable, alguien ha tenido la ocurrencia de regresar al punto de partida. Como si fuera una osadía que necesitara ser justificada, Amelia Ochandiano ha escrito en el programa de mano que ha seguido al pie de la letra la voluntad del autor de este drama de mujeres en los pueblos de España, que, en su opinión, no fue otra que hacer una especie de documental fotográfico o, dicho en términos teatrales, un drama realista, impregnado, eso sí, de elevadas dosis de lirismo. De ahí que, en esta puesta en escena, los personajes compongan con frecuencia grupos estáticos dispuestos ante un imaginario fotógrafo instalado en el patio de butacas.



RUTH GABRIEL/PALMIRA FERRER
NURIA GALLARDO
FOTO: JESÚS VALLINAS
Nada hay que objetar a la recuperación de la obra tal como la concibió Lorca, ni graves reparos que poner a un trabajo limpio y digno, como suelen ser los que aborda Amelia Ochandiano desde la solvente plataforma del Teatro de la Danza. Hay que señalar, sin embargo, que la fidelidad no es absoluta. El autor describió el escenario de su obra como un espacio luminoso. El primer acto transcurre en una habitación blanquísima, como suelen serlo las de las viviendas rurales andaluzas; la del segundo acto también es blanca; y, en el tercero, las cuatro paredes del patio son del mismo color,

CONCHA HIDALGO
FOTO: JESÚS VALLINAS
aunque ligeramente teñido de azul. En pocas puestas en escena se respetan estas indicaciones. Tampoco en la que nos ocupa, aunque justo sea decir que la escenografía diseñada por Ana Garay es bella. No creo que la renuncia obedezca a un solo motivo. En algunos casos se diría que se pretende eliminar cualquier apariencia de teatro costumbrista, como si el texto no bastara para desmentirlo. Asustan los encalados, las puertas en arco con cortinas de yute y el mobiliario rústico. En otras ocasiones, hay que buscar los motivos en una equivocada interpretación del contenido del drama. El hecho de que se trate de la última pieza del autor, escrita poco antes de su violenta muerte, hace que muchos la vean como una premonición de su tragedia personal. No lo es, como tampoco que La casa de Bernarda Alba simbolice la España bárbara que estalló en guerra civil. Lo que plantea es el enfrentamiento entre las ansias de libertad de unos y quiénes, erigidos en representantes de una sociedad rígida, tratan de ahogarla. No está justificado, pues, que los montajes se tiñan de negrura.
                                                    

MARÍA GALIANA
FOTO: JESÚS VALLINAS
Otro reparo tiene que ver con que el calor asfixiante al están sometidos los personajes, circunstancia que influye en su conducta. Abundan en el texto las alusiones a los rigores del verano. Al cometario de que cae el sol como plomo, alguien señala que hace años que no se ha conocido un calor igual. En una ocasión, Martirio y Amelia se quejan de que aquella noche el calor no las dejaba dormir y Magdalena confiesa que ella se levantó para refrescarse. Poncia, por su parte, afirma que a la una de la madrugada salía fuego de la tierra y Adela pide que abran la puerta del patio para que entre el fresco. Todo esto se dice, pero apenas se percibe en los comportamientos, excepto cuando, al regreso del duelo, las mujeres se abanican. Es una pena que los cuerpos no expresen lo que sienten, porque ello ayudaría a superar cierta frialdad que planea en algunas escenas.

El reparto está integrado por buenas actrices, cuyo trabajo no defrauda. Destaca, entre las jóvenes, Nuria Gallardo en el papel de Martirio por la mayor complejidad y entidad dramática del personaje. De las dos protagonistas, Margarita Lozano es una Bernarda cuya autoridad reside más en su presencia física que en la fuerza de sus palabras. En cuanto a María Galiana, vuelve a triunfar en el papel de Poncia como ya lo hiciera en 1992 en la puesta en escena que Pedro Álvarez-Ossorio hizo para el Centro Andaluz de Teatro.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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