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SOBRE «QUINQUILLEROS»


LA TABERNA FANTÁSTICA

FOTOS: ALBERTO NEVADO

Varios personajes -y seguramente los más importantes- de La taberna fantástica pertenecen a un mundo que ha saltado con frecuencia últimamente a las páginas de sucesos de los periódicos españoles: el de los quinquilleros. Este es un oficio nómada, no étnicamente diferenciado, socialmente marginal y siempre segregado en sus intentos de integración suburbana: el “quinquillero”, en la vecindad, es el otro.

Se va realizando últimamente, de modo individual y con muchas dificultades, la proletarización de algunos quinquilleros, como también, más lentamente, la de algunos gitanos, con los que aquellos tienen cierto parentesco social, situacional.

El oficio quinquillero - el “gremio” - es nómada, pero cada vez se centra más en torno a un domicilio habitual, casi siempre mísero y suburbano: cueva, lona, chabola o, ahora, viviendas “de absorción” (en Madrid, UVA: “Unidades Vecinales de Absorción). Consistía en la venta ambulante de “quincalla” y, ahora, sobre todo, en el arreglo de cacharros de cocina y paraguas (“paragüero”, “lañaor”) y sillas (“la sillera”); así como chapuzas de fontanería y fabricación de cacharras para la leche, etc.: hojalateros.

El desamparo social, el vacío cultural en que viven - la cruel miseria, en fin, de sus condiciones de vida - crean en ellos una moral, un lenguaje, una idiosincrasia “sui generis”: y tales condiciones constituyen, desde luego, un caldo de cultivo en el que crece, en porcentajes seguramente más elevados que en otros grupos o capas sociales, la pequeña delincuencia: el hurto de efectos no guardados, etc.

Pero un quinquillero no es, forzosa o necesariamente, un delincuente, ni los quinquillero s son asociaciones de delincuentes, como ha pretendido, con notoria falta de información o recusable descaro, gran parte de la prensa española al comentar los últimos sucesos; contribuyendo así al acorralamiento social de estos grupos y al mayor desarrollo, en ellos, de una delincuencia defensiva.

También, la indefensión social en que viven - y la necesidad de defenderse como sea, para sobrevivir en tan desfavorables condiciones - crea en muchos de ellos un componente (defensivo) de agresividad, de violencia. Atribuyo a estas condiciones, la generosidad que es nota generalizada en ellos: una generosidad sin límites, casi agresiva, con la que ellos se hacen aceptar: imponen su presencia, jovialmente, en un mundo enemigo.


ALFONSO SASTRE
Madrid, 10 de setiembre de 1966