RESEÑA,
1999
NUM. 302, pp. 14 |
LA CENA DE LOS IDIOTAS
En 1999 se
estrenaba La cena de los idiotas. Fue un boom y posteriormente en
España se estrenó la versión teatral, que se mantuvo en cartel durante
mucho tiempo.
Allí nación un
personaje François
Pignon, nombre que
el autor repetiría para su protagonista en Salir del
Armario (Le
Placard)
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Título: La cena de los idiotas (Le
diner de cons)
Guión: Francis Veber
Música: Vladimir Cosma
Fotografía: Luciano Tovoli
Montaje: Georges Klotz
Producción: Gaumont
Intérpretes:
Jacques Villeret (François
Pignon),
Tierry Lhermitte (Pierre Brochant),
Francis Huster (Leblanc),
Daniel Prévost (Cheval),
Alexandra Vandernoot (Christine),
Catherine Frot,
Edgar Givry,
Christian Pereira
Dirección:
Francis Veber
País: Francia, 1997
Género: Comedia
Duración: 1 hora 16 minutos |
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Esta
adaptación de su propia pieza teatral hecha por el dramaturgo, guionista y
director Francis Veber, responde
punto por punto a lo escrito por Francisco
Benavent, a propósito del estreno de la injustamente olvidada y muy
estimulante cinta de aventuras El jaguar. Esto es, se trata de una
comedia sumamente entretenida, hecha con absoluta dignidad, con sentido del gag y de los personajes, y que busca y
consigue la risa a través de una situación seria. Como en casi todas sus
mejores obras, los protagonistas son también una par de tipos mal avenidos, de
carácter contrapuesto, embarcados a su pesar en un lío que va creciendo sin
parar. De hecho, el punto de partida, una cena - competición organizada por
miembros de la crème parisina, con premio final a quien sea
capaz de aportar el mayor idiota, es abandonada enseguida para centrarse en
las vicisitudes de la pareja protagonista y un corto número de personajes que
van relevándose en la acción.
LA CENA DE LOS IDIOTAS |
La obra no tiene, pese a
su enunciado, un especial afán moralizante o satírico.
Cualquiera puede dar por sentado que unos individuos que
organizan por diversión una búsqueda de idiotas, son los
primeros en merecer dicho epíteto, así que para qué insistir en
ello. Veber prefiere enredar una trama tan sencilla como
eficaz, con las sorpresas en el lugar justo, y el tema de los
maridos abandonados como motivación principal. Quiere divertir
con ello y lo consigue; primero fue en los escenarios parisinos
y ahora en el cine.
Otra cuestión es que La cena de los idiotas haya
establecido durante el 98 un récord
taquillero en el país vecino (por supuesto ya ha llamado la atención de la
industria norteamericana, y Spielberg, nada menos, ha comprado los
derechos para producir la correspondiente versión), muchos millones por
encima de cualquier otro título, si exceptuamos ese éxito mundial que es
Titanic. Eso ya es más difícil de explicar, salvo que acudamos a la
comparación con el fenómeno Torrente, que sería el equivalente
español. Aún más si tenemos en cuenta que el actor Jacques Villeret,
sobre quien recae el mayor peso de la función, es para los franceses un tipo
tan divertido como Santiago Segura para los españoles, por más que
aquí no le veamos tanta gracia (menos todavía en la versión doblada, claro
está). Una canción del genial George Brassens en los títulos de
crédito, que viene al pelo argumental, completa un rato de muy agradable
entretenimiento.
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