EL SEÑOR IBRAHIM Y LAS FLORES DEL CORÁN
DEL 20 DE NOVIEMBRE AL 13 DE DICIEMBRE DE 2004
Juan Margallo (El señor Ibrahim) Foto: Ros Ribas |
LA SUPERACION
DE LOS DOGMATISMOS
RELIGIOSOS, CULTURALES Y GENERACIONALES
Eric-Emmanuel Schmitt (Lyon, marzo 1960) – uno de los
autores de teatro, aún vivo, más representados en Francia y en
el extranjero – ha tocado diversos géneros: teatro, ensayo,
novela, escenificaciones musicales… De sus manos salió La
Trilogía de lo invisible. Se trataba de tres narraciones
breves en torno a las grandes religiones: Budismo (Milarepa),
cristianismo (Oscar y Mamie-Rose), judaísmo e Islam (Ibrahim
y las flores del Corán). La última ha encontrado su
traducción cinematográfica.
-
“La religión es como las lenguas
extranjeras, nunca se llegan a conocer del todo
–
ha declarado Schmitt en una entrevista, tras el
estreno de la película El señor Ibrahim y las flores del
Corán –
Creo que hace falta conocer las demás religiones para
apreciar la tuya.
A la versión cinematográfica (Premio César 2004, Premio del
Público del Festival de de Venecia 2003 y seleccionada para los
Globos de Oro como la mejor película extranjera) le habían
precedido, ya, dos adaptaciones al teatro. La primera de todas
se estrenó en diciembre de 1999 con una puesta en escena de
Bruno-Abraham Kremer. Tras su éxito en julio de 2001 llega al
Festival de Aviñón y en el 2002 se repone en París. A partir de
esos momentos es un título obligado y, al día de hoy, sigue en
el Théatre Marigny de París.
Foto: Ros Ribas |
La versión española que se estrena en la Sala de la Princesa, no
parte de ninguna de las adaptaciones teatrales ni tampoco de la
cinematográfica. A Ernesto Caballero se le ha encargado la nueva
adaptación y en opinión de Gerardo Vera:
-
“Nos quedamos impresionados
(el “os” va por el propio Gerardo
e Isabel Navarro, veterana en los entresijos de producción del
teatro) por su versión en la que ha sabido profundizar
intensamente en esas dos almas - Ibrahim, el solitario y maduro
tendero árabe y Momó (el adolescente judío) -
que se encuentran
y se necesitan hasta crearse una relación de padre e hijo”.
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La elección del texto fue casi casual, explica Gerardo:
-
“En realidad la figura de Schmitt fue el primer proyecto que
concebí para el CDN (Centro Dramático Nacional).
Pero me
propusieron una de sus últimas producciones: Pecados conyugales
(Petits crimes conjugaux) (2003). Leí, por aquel entonces
Ibrahim, que en realidad es un cuento corto, y pensé en él en
clave de teatro. Se lo pasé a Isabel Navarro y nos decidimos a
sacarlo adelante. Llamé a Ernesto para que hiciera la
dramaturgia y nos entregó una adaptación que es una maravilla”.
ERNESTO CABALLERO: “UN TEXTO CON
POTENCIALIDAD TEATRAL” |
Ibrahim y Momó viven una íntima relación, en el París de los
años sesenta, que simboliza el encuentro entre culturas y a
través del humor transmite la tolerancia, el diálogo y la mutua
comprensión. Este texto, desconocido para Ernesto, es, según sus
propias palabras:
-
“Un canto a la amistad y al entendimiento superador de
barreras generacionales, religiosas, culturales… Es también la
crónica de una iniciación. Por ello la idea de viaje está
presente en el relato original, así como en nuestro espectáculo:
un viaje que antes que nada tiene lugar en el interior de los
personajes”.
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Ernesto Caballero |
El mencionado viaje es fundamental y la película de François
Dupeyron termina por ser un viaje real de ambos personajes que
el cine ha frecuentado. Un viaje real era un tanto impensable en
una salita como la de la princesa.
“Yo me he movido en cánones estrictamente teatrales
- aclara
Ernesto - Mi espacio es la tienda de comestibles de Ibrahim y la
peripecia del viaje sucede allí. Lo condenso sobre una alfombra,
una alfombra que sugiere la alfombra voladora de las mil y una
noches. Allí se dará lugar de viaje iniciático hacia lo
espiritual, lo religioso mediante la ruptura de trabas y
reglamentarismos que ofrecen como corazas las religiones
milenarias. La humilde cotidianidad de unos zapatos, la de la
mencionada alfombra, la de unas latas de conservas… propician el
encuentro de dos seres humanos que, desde su desprendida
voluntad de recíproca comprensión, son capaces de escucharse con
coraje y generosidad. Actitud propia del hecho teatral, que
también persigue mediante ese afán
de conocimiento asomarse a las puertas del
misterio”. |
Momó y Ibrahim
Foto: Ros Ribas. |
De las versiones teatrales lo único que conoce Ernesto es el que
“por lo visto son monólogos”. La película la desconoce. Su
adaptación, pues, parte de una sana ignorancia a partir de los
dos personajes. Evita el monólogo y construye diálogos, creando
así una estructura más teatral:
-
“Lo cual no ha sido difícil porque
Schmitt es un consumado
dramaturgo y aunque el género original sea un relato corto, éste
posee una gran potencialidad teatral”.
Esta versión dramatizada “le ha encantado al autor” (de nuevo
Gerardo vera) y para los creadores de esta puesta en escena,
esto ha sido un alivio y una esperanza porque habla de acierto.
Schmitt vió en su relato una posibilidad llevarlo a la pantalla,
una vez que asistió al monólogo teatral en Aviñón. Así que
cuando se lo propusieron entregó el texto con absoluta libertad:
-
“Cuando doy algo
– ha declarado Schmitt
–, lo doy de verdad.
Eso me viene de la experiencia del teatro. Un autor teatral es
como un barquero que ayuda a pasar a la otra orilla. No es el
final del viaje. Propone un tejado, pero es responsabilidad de
los otros construir la casa. El encargado de poner en escena mi
obra tiene que apoderarse completamente del texto a través de su
imaginación”.
Algo muy gratificante para Schmitt es que Omar Sharif,
encarnase, en la película a Ibrahim:
-
“Me puse contentísimo. Para mí siempre será
Lawrence de Arabia
y el Doctor Zhivago. Me hace recordar a mi madre, que entraba en
trance cada vez que aparecía en la pantalla. Era la primera vez
que se consideraba atractivo a un hombre árabe de rasgos tan
marcados. Gracias a él comprendí que no sólo es atractivo el
príncipe rubio de los cuentos de hadas. Fue una mis primeras
lecciones de tolerancia…”
El Omar Shariff español es Juan Margallo. Posiblemente no tiene
ese “glamour” del que nos habla Scmitt (sin embargo, ¡cuidado!,
el Omar-Ibrahim, ya no es tampoco Lawrene ni Zhivago. Los años
no pasan en balde.), pero en opinión de Ernesto:
“Juan Margallo
reúne dos condiciones. Es un gran actor y tiene gran experiencia
teatral”.
Gerardo Vera va más allá: “Vi un ensayo y lloré pues ví a un
hombre grande en el mundo del espectáculo”.
JUAN MARGALLO, “COMO SIEMPRE ESTOY ASUSTADO” |
Foto: Ros Ribas |
Cuarenta y tres años, desde que se subió por vez primera a un
escenario. Se trataba La loca de Chaillot, dirigida por
José
Luis Alonso (“el viejo”, aclara). Después un intinerario teatral
un tanto azaroso. “amenaza de bomba en la
Sala Villaroel, cuando
presentábamos – el “mos” es porque incluye a
Gerardo Vera,
compañero de fatigas actorales –
Sangre y cenizas de Sastre.
Salíamos acojonados. Otras veces era
“un
hombre con metralleta asomado a una ventana y nos miraba. Era la época de la matanza de
Atocha”. El temor al conflicto también se daba fuera de España,
en países que, por su dictadura, no comulgaban mucho con aquella
frase teatral “¡Camaradas! esto ocurrió hace mucho tiempo y
ahora ¡viva el socialismo!” Los vivas y compromisos izquierdistas
le trajeron más de un disgusto en otras épocas. |
Estos extractos vivenciales son pinceladas de la vida
comprometida de Juan Margallo, que ahora los transmite con
cierto humor, pero que en aquellos momentos la camisa no le
llegaba al cuerpo. Con todo, seguía adelante en sus
convicciones. Ante este nuevo papel experimenta la misma
sensación:
-
“Yo, como siempre estoy asustado. Y como siempre tengo la
sensación de que no es un trabajo… bueno es que todavía me
pregunto cuándo en mi vida comenzaré a trabajar, porque lo que
hago me gusta y entonces no tengo sensación de estar trabajando.
Ahora con Ibrahim me siento identificado y me he divertido. Pero
eso no evita que tenga miedo, aunque mi hermana cuando vio la
película me haya dicho: “Omar eres tú”.
El miedo le surge porque “ya soy mayor y en estos últimos 30
años, me he dedicado a la dirección y sólo cojo pequeños
papeles. Enfrentarme con un protagonista me asustó. Me fui
tranquilizando al trabajar con Ernesto con el que uno se siente
a gusto”.
Al analizar su personaje, Juan traslada continuamente su
relación entre Ibrahim (su personaje) y Momó, con su relación
que él mismo tiene con su nieta. No es tan absurdo este salto
entre ficción y realidad, porque Ibrahim y Momó pertenecen a dos
generaciones, entre las que ha desaparecido una. Ello permite
que abuelo (liberado de compromisos acuciantes de trabajo u
otras responsabilidades) y nieta (aún sin preocupaciones
estresantes y estrenando sonrisa) pueden
“hablar con toda
naturalidad”.
La obra es un continuo aprendizaje entre viejo y joven. Algo que
también sucede en la vida real. Momó viene a ser un símbolo de
la gente joven entregada y por ello se consigue la
identificación.
-
“La obra posee momentos muy profundos. Se mueve en un terreno
espiritual, en el mejor sentido de la palabra, y que hemos
rechazado por pensar que es antiguo. El término espiritual se
concreta en la idea del musulmán: ser tolerante y humano. La
relación entre uno y otro se consigue a través de otra dimensión
que es el amor. Hay una anécdota muy ilustrativa en este
aspecto. Momó es un raterillo y de hecho viene a robar una lata
de sardinas. Ibrahim se lo recrimina, pero enseguida le
advierte: “ven a robar las altas de sardinas a mi tienda”. La
relación de amor es lo que hace que cambies de rumbo en tu vida
y ello lleva a sonreír y el sonreír te hace feliz”.
En su relato Juan alude continuamente a experiencias vividas con
su familia: su compañera Petra, su hijo y de nuevo su nieta, de
la que aprende continuamente.
-
Yo siempre he tenido mucho miedo a la muerte y la verdad
eso
de morirme me jode. Mi nieta va a lo directo: “¿te vas a morir?”
Aprendí la respuesta a través de la actitud de Ibrahim: todo
puede superarse a través del amor.
JULIAN ORTEGA: “MI PRIMER PAPEL IMPORTANTE. SOY MUY FELIZ”. |
En su formación: interpretación con José Pedro Carrión y canto
con Concha Doñaque. Para no anquilosarse estudia actualmente
interpretación textual en la RESAD (Real Escuela Superior de
Arte Dramático de Madrid). Es actor joven y ya tiene bastante en
su haber. Macbeth de María Ruiz, Las bicicletas son para el
verano de Luis Olmos; las últimas zarzuelas del Teatro de la
Zarzuela …El cine y las serie de TV, han contado con él. Ahora
le ha tocado un “tour de force” con un veterano, como es
Juan
Margallo.
-
“Soy muy feliz. Es el
primer trabajo en el que tengo un papel importante.
Experimento también un poco de miedo, pero me siento
muy arropado por todo el equipo. De Juan he
aprendido mucho. Me ha explicado trucos de cómo
salir de un atolladero cuando te sientes apurado.
Ese miedo del que él ha hablado que siente, me lo
había comunicado y también que se encuentra en
situaciones parecidas a las mías. Esto te
tranquiliza. Además Juan derrocha humanidad. El que
la obra esté centrada en nosotros dos es una
ventaja, porque ello te obliga a concentrarte más en
el otro. También ayuda mucho el que la sala sea
pequeña”.
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Julián Ortega (Momó)
Foto: Ros Ribas |
LA SALA PRINCESA: UNA TIENDA DE COMESTIBLES MÁGICA |
La Sala Princesa, no es muy generosa de espacio que digamos.
Creada para textos alternativos, sus dimensiones la condicionan
para la escenografía.
José Luis Raymond - licenciado en Bellas Artes por la
Universidad del país Vasco, con un postgrado de Escenografía y
Pintura en la Academia de Bellas Artes de Varsovia y profesor de
Espacio Escénico en la RESAD y con muchos trabajos y varios
premias en su haber – es el responsable de transformar la Sala
princesa en una tienda de comestibles. Un trabajo que Ernesto
Caballero, define como “gran trabajo”.
La alfombra voladora
Foto: Ros Ribas |
-
“Indudablemente que la
Sala Princesa determina el tipo de trabajo. He
situado la acción en una tienda de comestibles y la
relación de la tienda y los objetos con los
personajes y la historia es fundamental. Tiene que
haber magia cotidiana y un aura poética. Va más allá
de lo meramente descriptivo. Por ejemplo unos
zapatos son algo más y lo mismo sucede con los
libros, las especias, las telas… A todo con lo que
juego José Luis le ha sabido dar estilización o
cierta atemporalidad. Otro elemento importante es la
alfombra que posee una gran connotación simbólica”.
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El mago de plasmar visualmente esta idea de Ernesto es José Luis
Raymond para el cual Ernesto solamente tiene palabras de elogio
y de admiración por…
-
“haber conseguido, en ese espacio reducido, meter un decorado
a base de oscuros y contraluces que le proporcionan esa magia
necesaria. Sin caer en el detallismo, sí hay un tratamiento
formal que ayuda a lo simbólico. Lo que más resalta es la
sencillez y la naturalidad con la que está concebido”.
Gerardo Vera corrobora este acierto escenográfico, en el que
Raymond ha sabido crear un realismo poético. Define este
proyecto como “la perfecta conjunción entre continente (Raymond)
y contenido (Ernesto)”.
Título: El Señor Ibrahim y las flores del Corán.
Autor: Relato breve de Eric-Emmanuel Schmitt.
Versión teatral: Ernesto Caballero.
Escenografía: José Luis Raymond.
Vestuario: Gema Tabasco.
Iluminación: Miguel Camacho.
Música: Ali Reza Gholami.
Ayudante de dirección: Aitana Galán.
Producción: Centro Dramático Nacional (CDN).
Intérpretes: Juan Margallo (El señor Ibrahim), Julián Ortega
(Momó).
Voz en off: Mario Gas.
Dirección: Ernesto Caballero.
Estreno en Madrid: Sala de la Princesa (Teatro María Guerrero)
20 de noviembre de 2004. |
FUNCIONES
De martes a domingos a las 19 horas |
Más información:
EL SEÑOR IBRAHIM Y LAS FLORES DEL CORÁN - Crítica...
CENTRO DRAMATICO NACIONAL - TEMPORADA 2004–2005
ERNESTO CABALLERO...
www.madridteatro.net
Sala de la Princesa |
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Teatro María Guerrero
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