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CANCIONES, ANTES DE UNA GUERRA
UN MÁS DIFICIL TODAVÍA |
Coreografía: María Pagés
Dirección: José María Sánchez
Intérpretes: Maria Fagés, María Morales, Sonia Fernández, Mar
Jurado, Cristina Torné, Guadalupe Torres, José Barrios, Emilio
Herrera, Noé Barroso, Josá Antonio Jurado y Joaquín Mulero
Cante: Ana Rarnón
Cantante: Tsidii Le Loka
Guitaras: José A. Carrillo “Fyty” e Isaac Muñoz
Percusión: Cherna Uriarte
Coreografía Alegrías: José Barrios
Escenografía: You - Olivares - Sánchez
Diseño de vestuario: Miguel Crespi
Iluminación: José Maria Sánchez y Dominique
You
Concepto y guión: María Pagés y José M Sánchez
Compañía María Pagés.
Dirección: Maria Pagés
Estilo: (flamenco)
Duración aproximada: 1 hora y 30 minutos (sin intermedio)
Estreno en Madrid: Teatro Albéniz, 6 – IV - 2005
País: España (Comunidad de Madrid) |
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FOTO: BEA SANCHO
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Espectáculo novedoso bajo muchos aspectos. Desde hace años el
flamenco ha ido demostrando que es capaz de acomodar cualquier
ritmo y estilo más dispar a su zapateado y zimbreado de brazos.
Se ha conectado con otras culturas – entre las más próximas la
india – y en general ha salido bien parada. Después está, claro,
el flamenco puro, escueto y sobrio que llega suficientemente sin
más ropaje que su adustez, pathos y también su alegría
bullanguera con desmadre y sin desmadre.
Lo que ha ofrecido
María Pagés es un divertido experimento de un
más difícil todavía. Un salto mortal y sin red. También es
cierto que la red la había abandonado hace tiempo y salta
siempre en el vacío. Posee el suficiente dominio del flamenco
para saltárselo a la torera con prudencia y arte. Es como
Picasso, dibujante figurativo de gran precisión, que un buen día
se cansa de ser clásico y hace caminar sus pinceles por nuevas
sendas. Ver bailar a María con una heterodoxia armoniosa de
brazos y contoneo de caderas a la limón, recuerda la de una
bacante que ha entrado en trance o la de una ajustada y elegante
improvisación.
Partiendo de un guión construido a base de canciones que ya
forman parte del acerbo cultural español y con míticos
intérpretes - Angelillo, Concha Piquer, Joan Manuel Serrat,
Louis Amstrong, John Lennon y otros desconocidos, como sucede
con los autores de los anuncios publicitarios – consigue
acomodar los palos flamencos, el brioso o insinuante zapateado a
tales canciones. De todo el conjunto se extrae una conclusión:
el flamenco, con pequeñas licencias aceptables, puede abarcar un
amplio abanico de melodías y ritmos. No se le pueden poner
barreras.
Llama la atención por el lirismo de la canción y su traducción
bailable la Nanas de la cebolla de Joan Manuel Serrat. Un solo
de la Pagés, en el que se sabe transmitir una gran emoción
poética.
Tatuaje, como canción inspirada que es y sentida por la voz de
la Piquer, cautiva por ella misma. Son muchos años de marinero
evocador de amores y tierras. En este caso – rojo pasión en el
vestuario – el conjunto acompaña al solo de la Pagés, que parece
ir a su aire en un contrapunto con los movimientos de las
parejas. Hay - he creído ver – una inteligente fusión del
flamenco y el apunte a un discreto paso de tango (Tatuaje,
siempre me ha parecido un tangazo aunque en tono menor) que
traducen bien melodía y letra.
La otra vertiente llamativa es la de Louis Amstrong. Su voz, su
ritmo americano consiguen encontrar su traducción en una
coreografía coral divertida, americanizada sin perder el toque
flamenco en alusiones a las caderas, el encogimiento de hombros
y el taconeo apuntado.
Y si
María cautiva, no le van a la zaga el conjunto de los 10
bailaores/bailarines. Hay una perfecta conjunción y una simpatía
interpretativa que no pasa desapercibida.
Otro aliciente es la magnífica voz de la bella cantante de
origen africano Tsidii Le Loka. Ritmos afroamericanos que casan
bien en un eclecticismo, un tanto de concesión, pero que
encuentran su camino.
Y ya que estamos con las voces, impresiona la de Ana Ramón.
Cabe destacar el vestuario de una gran exquisitez, en el que
abunda la gasa para la Pagés y los colores degradados. La
iluminación es otro de los puntales que agradecer a José María
Sánchez y Dominique You.
Y algo, que yo, al menos, valoro mucho en este tipo de
espectáculo ómnibus – unión de piezas más o menos diversas y que
en el flamenco suele ser el hilvanado de los “palos” - es el
haber conseguido un ritmo total sin tiempos muertos y con unas
transiciones bien logradas.
Hay un chiste final que agradecemos divertidos y que,
sorpresivamente nos lo ofrecen tras los reiterados aplausos.
Nunca se pensó que el “Tengo una vaca lechera” – melodía de los
años cuarenta en esa austera postguerra española –pudiera ser
bailada a lo flamenco “sui generis”. Y funciona. La vaca nos ha
salido flamenca, mire por donde.
Asistí no en el día del estreno. Un sábado. El teatro lleno.
Esto no es noticia. Lo que sí es noticia es que el teatro
abundaba en mujerío. Nunca imaginé que en Madrid hubiera tanta
mujer… madura. ![](../kropka.gif) |