ET LE BUS?
UN BUEN
TRABAJO, LLENO DE HUMOR Y FRESCURA
Título: Et le bus?
Coreografía y vestuario:
Piotr Czubowicz
Escenografía y luces:
Leslie Bourgeois
Música (Banda sonora): Greg, Zimoun, Pino Donaggio, Dublex
Inc., The Prodigy, The Presets, Parov Stealer
Bailarines: Gioia Masala, Mimoza Koike, Julie Strandberg, Sivan
Blitzova, Jens Weber, Leart Durake, Evgeni Slepov, Joakim Stephenson, Stephan
Bourgond
Producción:
L’Atelier de Les Ballets de Montecarlo
Duración:
15 minutos
Estreno en Montecarlo: 21- IV- 2008 |
FOTO: MARIE-LAURE BRIANE |
Qué sea Et le Bus? (¿Y el autobús?) no es fácil
decirlo en dos palabras. Hay como muchas historias urbanas en lo que podría ser
la espera de cualquier autobús. Una espera en la cual, cuando el autobús pasa
nadie se sube a él. Y como complemento de la parada, el paso de cebras y el
semáforo en rojo o en verde, está el chico de la policía urbana, muy íntegro él
y también muy galante. Piotr
Czubovicz firma la idea y la coreografía y Leslie Bourgeois la escenografía y la iluminación. Et le
bus? se ha gestado en L’Atelier (el Taller) de Les Ballets de Montecarlo, y vio la luz
el 21 de abril de 2008.
En cuanto a la idea posee la originalidad de que ese desfile de
personajes con sus diversas personalidades, no nuevo en la historia del Arte,
se concentra en algo tan cotidiano como es la parada del autobús y el obligado
paso de peatones. En una parada pueden pasar muchas cosas de diversa índole y
esto es lo que parece que Piotr ha
observado y nos lo entrega balletísticamente.
FOTO: MARIE-LAURE BRIANE |
Hay un primer momento
muy mecanicista en movimientos y muy regulado por el semáforo y su todopoderoso:
el guardia urbano. Entre unos y otros hay una total incomunicación, plasmada en
la via urbana – blanca ella – con su paso de peatones que cual río impide el
acceso a la parada. Tales barreras terminan por ser una metáfora del frenesí de
la vida urbana que les lleva a un solipsismo y a la automatización de sus
obligaciones, traducidas aquí en
movimientos cercanos al mundo del
autómata y a la obediencia del paso de peatones cuando el
verde les cede el paso. Esta móvil robotización viene acompañada de una
banda sonora de sonidos no realistas, evocadores del tráfico. Ya, en esta
automatización y brusquedad de movimientos, hay una inteligente variación,
evitando el caer en la monotonía repetitiva. A cada personaje, dentro de su mecánico
marionetismo, se le viste de su propia personalidad.
La historia progresa
haciéndose más humana y, consecuentemente, rompiendo, no solamente la
automatización del movimiento sino las normas establecidas. Es de gran
delicadeza la relación entre el viandante, que busca en el plano la dirección,
y la chica, harta de esperar ese autobús, que le atiende. Ambos se humanizan y el
resultado es que sus movimientos son más líricos y apuntando, discretamente,
los saltos y poses del ballet clásico.
Al final todo el grupo, disperso e individualista en un principio,
forma un conjunto armónico. A lo largo de toda la coreografía está presente el
humor, tanto en la situación como en el concebir el movimiento. Hay también una
cierta agradable ironía y, sobre todo, rezuma una continua evolución
balletística que impide la caída de ritmo. |
FOTO:
MARIE-LAURE BRIANE |
FOTO: MARIE-LAURE BRIANE |
Llama la atención el
aspecto interpretativo de los bailarines, cuya precisión y sincronía está muy
cuidada en los movimientos de conjunto, sean pasos a dos o de más bailarines. Hay
también una elegancia y soltura en ellos.
A destacar el elemento plástico y lumínico, muy cuidado, sobrio y
muy sugerente de Leslie Burgeois. Se
ha trabajado, como protagonista, con una línea en blanco, prolongación del paso
de peatones, en diagonal y como frontera de un bando y otro, que se llega a
romper. Esta línea
en diagonal permite que la
coreografía se
expanda en varias direcciones,
proporcionando variedad y evitando la monótona
frontalidad del teatro a la italiana. De una gran inspiración la variedad
lumínica para los diversos estados de ánimo, que lleva lo singular a lo
universal. El rojo y verde, patrimonio reducido del semáforo, se expande por
todo el escenario como para indicar las fuerzas de lo prohibido y lo permitido
en el mundo.
Esta anécdota urbana de
un hecho trivial y cotidiano, sirve de metáfora para analizar lo que en
realidad es un mundo regulado, pero cuyo verdadera entidad es intentar hacerse
más humano.
Un buen trabajo, lleno de humor y frescura, que apunta
posibilidades futuras en Piotr Czubowicz.
Hay un buen dominio de los diversos estilos balletísticos y lo que es más
difícil: saberlos hilvanar sin que se noten las costuras.
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FOTO: MARIE-LAURE BRIANE |
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