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GISELLE
VIRTUOSISMO Y ALMA EXPRESIVA

Título: Giselle
Ballet en 2 actos
Música: A. Adan
Coreografía: Perro, Coralli, Petipa
Decorado: L. Solodovnikov
Vestuario: E. Dvorkina
Solistas:
Ekaterina Berezina (Giselle),
Ion Kuroshu (
Albrecht, el conde),
Vladimir Sturov (
Hilarión, el guardabosques),
Susanna Avetisova
(
Berta, la madre de Giselle),
Vladimir Muravlev
(
El padre del Conde Albrecht),
Daria Liakisheva /
Anna Morozova
(
Bathilde, novia del Conde Albrecht),
Andrey Filatov
(
Wilfild, guardaespaldas de Albrecht),
Daria Liakisheva /Elena García-Benítez
(
Mirta, la reina de las Willis),
Natalia Zharkova, Anna Morozova (
2 Willis)
Duración: 2 horas
Estreno en Madrid: Teatro Gran Vía,
18 – XI- 07



Si en La Bella durmiente, La Traviata y La Cenicienta Natalia Kasatkina y Vladimir Vasiliov adaptaron las dramaturgias tradicionales creando unas nuevas, en el caso de Giselle no ha sido así. Según declaraciones propias, Giselle es, de todos los ballets clásicos, el más perfecto en su dramaturgia y en su coreografía a partir de Perro, Coralli y Petipa. Por eso, no se ha querido cambiar nada.
 
Como nota curiosa cabe señalar que, mientras en los otros ballets, el protagonista masculino se alternaba entre Ion Kuroshu y Alexey Orlov, en esta ocasión todos los papeles protagonistas Giselle (Ekaterina Berezina), el conde Albrecht (Ion Kuroshu) y el guardabosques Hilarión (Vladimir Sturov) no son intercambiables a lo largo de las diferentes representaciones. Es como si el ballet Giselle, para esta compañía, vaya más allá de la mera representación y tenga algo de mítico o sagrado.

Giselle, sobre todo en el segundo acto de los conjuntos blancos, es un ballet que no permite trampas. La más mínima falta de precisión se hiperboliza y produce un efecto distorsionante.  Necesita de dicha precisión y de un cierto virtuosismo, que, curiosamente, no supone gratuidad o exhibicionismo como en otros ballets. Virtuosismo y alma expresiva van muy unidas. También es un ballet que requiere un considerable número de bailarines y un generoso espacio, tanto en los bailes de los campesinos, como en las líneas de las Willis. Aquí, debido al espacio escénico más reducido, esto no es posible. No obstante, la calidad de todo el conjunto y la buena medida de las proporciones sacan a flote una representación ejemplar.

Giselle es, fundamentalmente, Giselle, Mirta y sus Willis. Es un ballet creado para la mujer. El elemento masculino tiene menos participación balletística, lo cual no impide que al personaje del conde Albrecht, en su menor intervención, se le ofrezcan momentos brillantes que Ion Kuroshu traza con una limpieza y elasticidad llamativas.

De nuevo Ekaterina Berezina nos ofrece una magistral interpretación, tanto a nivel balletístico como dramático. A lo largo de todas estas representaciones el secreto de Ekaterina está en que su baile nunca es frío ni académico, sino lleno de precisión buen gusto y lo que ya he definido como alma interpretativa.

Vuelve de nuevo el buen hacer de todo el conjunto que en este ballet es una prueba de fuego.

Tras la experiencia de este Ballet de Moscú, sería de desear poderlos volver a ver en un espacio más amplio y al completo.


José Ramón Díaz Sande
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