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LA BELLA DURMIENTE
DOS BELLAS PARA UN MISMO CUENTO

Título: La Bella durmiente
Ballet en 2 actos con Prólogo y apoteosis
Música: Piotr Tchaikovsky
Libreto: N. Kasatkina y V. Vasiliov sobre varios cuentos
de Ch. Perrault
Coreografía: M. Petipa, N. Kasatkina y V. Vasiliov
Escenografía y vestuario: Elizaveta Dvorkina
Solistas:
VLADIMIR STUROV (Rey Florestan XIV),
GALINA LAPINA (Reina),
EKATERINA BEREZINA (Princesa Aurora),
ION KUROSHU / ALEXEY ORLOV (Príncipe Desiré),
ALEXEY ORLOV / ION KUROSHU (Príncipe Sherri),
VLADIMIR MURAVLEV (Príncipe Sharman),
ANDREY FILATOV (Príncipe Fler-de-Pua),
ANDREY CHERKASOV (Calatabüt, maestro de ceremonias),
ILYA ARTAMONOV (Arabito),
ELENA GARCIA-BENITES
(La bruja Carabosse),
DARIA LIAKISHEVA (Hada de las Lilas),
YOSHIDA MUTSUKI (El Hada canario),
NATALIA ZHARKOVA/ OLGA DOZORTSEVA (El Hada de pasiones),
VIKTORIA USOVA (El Hada, que tira migas de pan), 
DIANA ZALEVSKAYA (El Hada de sinceridad),
ALEVTINA LAPSHINA (El Hada de la flor de trigo)
Compañía: Ballet Clásico de Moscú
Duración: 2 horas 40 minutos
Estreno en Madrid: Teatro Gran Vía, 3-X-07

EKATERINA BEREZINA

ELENA GARCÍA-BENITES

El Ballet Clásico de Moscú vuelve a presentarse en Madrid. Las Navidades del 2006  lo hizo con El lago de los Cisnes y Cascanueces. Ahora se presenta durante  cinco semanas con cuatro ballets, de los cuales el primero es La Bella Durmiente.  Se trata de ballets clásicos en toda la extensión de la palabra, con la única limitación, conocida desde el principio, del espacio y por lo tanto del número de participantes.
 
El espacio es el que le permite el local del Teatro Gran Vía, que en opinión de los propios organizadores, es la cuarta parte de donde puede actuar el ballet íntegro. Ello le quita la grandiosidad que tienen los grandes despliegues de bailarines y amplios decorados, al mismo tiempo que – la proximidad – denuncia el material del telón y elimina la perspectiva. Y aunque esa amplia vistosidad forma parte también de lo que es un espectáculo de ballet clásico, no es la esencia. La esencia es el baile de los solistas y del cuerpo de baile, así como la propia coreografía.

Dejando de lado la nostalgia de poder contemplarlo en toda su plenitud, lo que el Ballet Clásico de Moscú nos ofrece es de una gran dignidad en cuanto a la coreografía y a su interpretación. Sobre la base de la versión de Marius Petipa, Natalia Kasatkina y Vladimir Vasiliov – coreógrafos y directores artísticos de la compañía – revisan este clásico, engarzándolo con el cuento de La Bella y la Bestia, últimamente muy solicitado. En ambos un beso, en el primero el del príncipe y en el segundo el de la plebeya, deshace el maleficio.

Es de sobras conocido el argumento de La Bella Durmiente. La malvada bruja Carabosse vaticina que una aguja matará a la princesa. No obstante, el Hada de las Lilas desvela que será sólo una dormición durante varios siglos. Después el beso del príncipe la despertará.

La esencia de La Bella y la Bestia entra a formar parte de La Bella Durmiente, en lo que tiene de esencial el cuento: tras la fealdad de la bestia se encuentra la bondad, que ya troquelado una frase: la belleza está en el interior.  

La unión de ambos cuentos, a nivel dramatúrgico, es congruente y no simple novedad. La Bella durmiente no se inicia, como es costumbre, con el nacimiento de la princesa y las maldiciones y bendiciones en la cuna. En esta ocasión, tras la maldición hecha a los reyes sigue el 17 cumpleaños de Aurora, la princesa, y la elección de los príncipes. Aurora ya está prendada de uno de ellos, Desiré, pero la cortesía le obliga a saludar a todos y recibir los ramos de flores. Uno de esos ramos lleva una aguja con la que se pincha. Se lo había ofrecido la bruja Carabosse, disfrazada de príncipe. Expuesta la narración de este modo, el que el príncipe Desiré se mantenga joven durante los años transcurridos, no es creíble. De ahí, que no transcurran siglos, sino muchos años, los suficientes para hacer del príncipe  un vejestorio.  Desiré no solamente tendrá que luchar con la naturaleza para entrar en el palacio, sino también contra sí mismo: su aspecto. Aurora no le reconocerá y obviamente una muchacha de 17 años no desea a un nonagenario. Y de esta situación le saca el cuento de La Bella y la Bestia. El viejo príncipe se arrodilla ante  Aurora y le besa en la mano. Todos despiertan y el príncipe pretende huir. Aurora, a pesar de que los reyes y la corte forman una barrera para que no lo siga, la rompe y lo abraza y llora. Ha descubierto el interior. Y como cuento que es, el Hada de las Lilas hace que Desiré vuelva a ser el guapo y joven príncipe. El tiempo ha retrocedido.

Dramatúrgicamente, pues, está bien conseguida la historia. Tras un inicio de una telaraña escénica, hay una apertura de la historia y cierre de la historia, como es el cielo sobre el que se pasean los signos del zodíaco. El final de los enamorados aislados en ese cielo zodiacal, parece indicar que la relación humana a través de los sentimientos - en este caso el amor – va más allá de la crasa realidad cotidiana y material y de todo tipo de fronteras espaciales y temporales. De este modo el cuento se trasforma en una reflexión sobre la universalidad y la espiritualidad del ser humano.

De sobras es sabido que las narraciones de los ballets clásicos, terminan por ser una disculpa para la danza y se crean coreografías gratuitas, que, a veces, rompen la narración. Aquí se ha buscado que la danza sea expresión de la propia narración, excepción hecha a la obligada concesión que siempre se tiene en la escena de las bodas, donde se da paso a diversas danzas de otros países o en el cuento que nos ocupa a los otros cuentos que ya conocemos: Caperucita roja, el Gato con Botas, Pulgarcito y el Pájaro Azul. Los pasos a dos de dichos cuentos, al final, se ven bajo el prisma del humor en una loca carrera de persecución entre ellos hasta el punto que la inocente Caperucita empuña la escopeta y persigue al indefenso lobo.

A nivel de danza se han introducido algunas transformaciones. Se ha reducido y, prácticamente, eliminado la parte de pantomima que todo ballet clásico tiene, trasladándola a la danza. Así se ha hecho más claramente con la bruja Carabosse. Originalmente interpretado por un hombre, por aquello de crear el desagrado y la repulsión, se ha trasladado a una mujer atractiva, aunque puede tomar diversas personalidades: araña, príncipe y hermosa bruja. Entre tales personalidades plásticamente está bien conseguida la creación de la araña, mediante cuatro bailarines que acompañan, bajo entoldado negro, a la cabeza central de la bailarina que puede emerger en alto. Negro y  rojo es el color de todas sus personalidades. Elena García-Benites – de ascendencia española – la encarna. La coreografía creada para este personaje, a caballo entre los códigos clásicos y un tanto de pantomima,  entra fluidamente en la sucesión balletística de todo el conjunto. La ejecución de Elena es precisa y con fuerza.

Ekaterina Berezina, intérprete de la Bella, viene – publicitariamente – adornada de premios y reconocimientos. Y no defrauda. Ratifica tales honores. Es bailarina con mucha precisión y elegancia que compone no sólo balletísticamente sino también dramáticamente su personaje. Llama la atención su gran elasticidad y la composición perfecta de las  líneas corporales. Para Ekaterina la gravedad parece no existir.

En la versión del día 6 de octubre, hacía su debut, como príncipe Desiré, Alexey Orlov. Bailarín muy joven, al menos lo parece, muestra un buen talento y salvo alguna pequeña imprecisión en la caída tras el salto da muy bien la réplica.

Sin tener que repasar uno por uno, hay que resaltar la precisión de todo el conjunto balletístico tanto en el cuerpo de baile como en las diversas participaciones de varios de ellos en intervenciones solistas.  A destacar Daria Liakisheva en el Hada de las Lilas y a Yoshida Mutsuki como Hada Canario.

La confección de un variado y bello vestuario impacta, aportándole un toque de categoría.


José Ramón Díaz Sande
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