MALA SANGRE
GENTE DE CUIDADO
Título:
Mala Sangre.
Autor: David Plana.
Espacio escénico: David Fernández.
Vestuario: Sonia Pensado.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Ejecución de Iluminación y sonido: Antonio Serrano
Banda Sonora: Laura Demaría
Producción: María Torrente
Compañía: María Teresa Jiménez García
Intérpretes: Fransesc Galcerán (Profesor de Universidad), Maite
Jiménez (Galerista de Arte), Cristina Arranz/Alicia Merino
(Maestra de Primaria), Carlos Segui (Manuel Gómez/Jorge
Basquiat) y Xenia Reguant (Mercedes Ramírez)
Dirección: Mariano de Paco Serrano.
Estreno en Madrid: Cuarta Pared, 23 – III - 2006. |
FOTO: COMPAÑÍA
MARÍA TERESA |
Se llama mala sangre a una persona de condición aviesa,
es decir, que no actúa con rectitud, que tiene malas
inclinaciones. Así son los personajes de la obra que, con ese
título, escribió hace algunos años el dramaturgo catalán
David Plana. Los tres protagonistas –un profesor de
universidad, una galerista de arte y una maestra de enseñanza
primaria, todos ellos de edad madura- coinciden en un ascensor
que sufre una avería. Durante los minutos que permanecen
atrapados en tan reducido espacio se comportan como corresponde
a quiénes, a la preocupación por llegar tarde a sus ocupaciones,
añaden la angustia que les provoca tal situación. Sin embargo,
al margen de los lógicos momentos de histeria y algún que otro
hecho lamentable, como que la galerista se orine encima, el
comportamiento del trío es ejemplar. Estamos ante gentes
educadas que acaban hablando de sus trabajos y de sus aficiones.
Solucionado el problema del ascensor, cada uno reanuda su
actividad y es, durante su desarrollo, cuando descubrimos que
ninguno es como aparentaba. Será una serie de jóvenes violentos
sin tapujos los que, con sus intervenciones, les mostrara como
son en realidad. La galerista acude al encuentro de un joven
enmascarado que la somete a toda clase de vejaciones sexuales en
la mejor tradición masoquista; el profesor es odiado por sus
alumnos, que se burlan de él hasta extremos insoportables; y, en
fin, la maestra, testigo del asesinato de una alumna por parte
de otra, descubre, en su reacción morbosa ante ese hecho
gratuito y repugnante, la violencia contenida que llevaba
dentro.
Si
David Plana, en vez de ser un joven autor nacido en 1969, lo
hubiera hecho setenta años antes, esta pieza hubiera podido
figurar con todos los honores junto a las obras de escritores
como Jonathan Swift, Thomas de Quincey, Petrus Borel,
Arthur
Rimbaud, Alfred Jarry, Jacques Vaché y Benjamin Peret en la
Antología del humor negro que André Breton publicó en 1939.
Mala
sangre es surrealismo puro.
Mariano de Paco Serrano ha imprimido a la acción un ritmo
trepidante presidido por la sobreactuación de los actores, los
cuales no ahorran aspavientos y otros gestos que convierten a
sus personajes en seres grotescos y desquiciados. Sin embargo,
en esta estética de la exageración, todo está medido y
controlado. No se va más lejos de dónde se ha
querido llegar. El
director mantiene un control absoluto sobre los recursos que
maneja, lo que no es algo novedoso en su trabajo, de trayectoria
breve pero ejemplar. Por su calidad, se ha hecho acreedor al
reconocimiento de la crítica y al de sus colegas, que no hace
mucho le concedieron el Premio José Luis Alonso por su puesta en
escena de Danny y Roberta. Revalida ahora aquel éxito y lo hace,
como entonces, con una notable economía de medios, que, siendo
para muchos un lastre, en su caso resulta ser virtud. El
provecho que saca al espacio escénico diseñado por David
Fernández, más rico en atrezzo que en aparato escenográfico, es
notable. Parte del equipo artístico de aquel espectáculo
participa en este proyecto. Los protagonistas de entonces, Maite
Jiménez y Francesc Galcerán, forman parte del reparto,
incorporando papeles de muy distinta factura. Ellos y los que se
han incorporado a él, son las perfectas caricaturas de unos
tipos reconocibles. Su trabajo es ejemplar.
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