
RESEÑA (JUNIO 1969)
(Nº 28, pp. 213 – 216) |
EL GRADUADO
Mike Nichols
(La crítica aparecida en la
revista Reseña,
muestra una especial preocupación por si el film se
entenderá o tendrá,
al menos, tanta acogida en Europa (y inconcreto en
España)
como entre la juventud norteamericana,
debido a la diferencia de mentalidad y alprobelma del
lenguaje.) |
Nacionalidad: Norteamericana.
Producción: Embassy Pictures.
Dirección: Mike Nichols.
Guión: Calder Wilhingham y Buck Henry, basado en la novela The
Graduate, de Charles Webb.
Fotografía: Robert Surtees.
Música: Paul Simon y Art Garfunkel.
Intérpretes: Anne Bancroft (señora Robinson), Dustin Hoffman
(Benjamín Braddock), Wuhan Daniels (señor Braddock), Elizabeth
Wilson (señora Braddock), Murray Hamilton (señor Robinson),
Katharine Ross( Elena Robinson).
Premios: Oscar al mejor director americano de 1968 y cinco
Golden Globe Awards a la mejor comedia, mejor director, mejor
actriz en comedia, mejores principiantes masculino y femenino.
Estreno en Madrid: Gran Vía, 2l - IV - 69. |
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Una
tarde, el verano pasado, en los jardines de la Universidad
Northwestern, donde soy un «graduate student» en Cinematografía, me pregunté a
qué se debería la irresistible atracción que la segunda película
de Mike Nichols tiene para la juventud universitaria americana. En julio de 1968 la cinta
se había exhibido ya en 950 salas de los Estados Unidos y Canadá con un beneficio
de 35 millones de dólares. Joseph E. Levine, presidente de su productora
Embassy Pictures, ha predicho que The Graduate va a romper todos los records de
taquilla de la historia del cine, llegando incluso a superar el establecido por
The
Sound of Music, a la que algunos críticos, irónicamente, acostumbran a llamar
«The Sound of Money». La crítica americana se volcó con unanimidad en
alabanzas de The Graduate. Newsweek, Saturday Review, Cue y Time
la incluyeron en sus respectivas listas de los diez mejores
films del año 1968. Nada extraño que recibiera en U. S. A. cinco
«Golden Globe Awards», que fuera nominada para cinco Oscars y
que Nichols obtuviera el Oscar al mejor director.
A pesar de —y precisamente por— todo ello, yo, un español.
«graduado» en dos universidades americanas, continuaba preguntándome cuál era el
secreto de la misteriosa atracción que las aventuras de Benjamín Braddock
ejercen sobre el público joven americano. Se me ocurrió que tal vez su mismo
americanismo fuera la clave de ese atractivo. Porque The Graduate es un producto
fílmico americano y pare americanos. Ello quiere decir que una apreciación del
film con sólo criterios españoles o europeos está llamada al fracaso.
Benjamín es un estudiante americano, pertenece a una familia de
la clase media americana, la problemática de su vida, sus padres
y amistades son demasiado americanos para que puedan ser
fácilmente gustados en toda su profundidad por un público
no-americano y demasiadas veces anti-americano. Fue el día en
que comprendí esta verdad tan simple, que me decidí a ver la
película por segunda vez y a investigar un poco con la intención
de escribir unas líneas que pudieran ayudar al público español a
ver The Graduate con una visión más clara. (Al menos no tan
desenfocada como la que tal vez tuvieron para juzgar otra gran
película americana, Bonnie and Clyde.)
LA HISTORIA
Benjamín Braddock es un joven californiano de veintiún años que
regresa a su hogar después de cuatro exitosos años de estudios
en una Universidad del Este de U. S. A. Acaba de concluir los
estudios que le permitirán comenzar una especialización más
avanzada, es decir, graduate studies el próximo
otoño. Sus
acaudalados padres dan una fiesta en honor del nuevo «graduado».
Durante ella, Benjamín es seducido por la señora Robinson, la
neurótica esposa de un amigo del padre de Benjamín. Incapaz de
decidir qué estudios superiores va a comenzar al acabar el
verano, y hasta cierto punto aturdido por las citas ocultas que
tiene con la señora Robinson, Benjamín deja transcurrir las
primeras semanas del verano tomando el sol durante el día en su
piscina particular y haciendo el amor a la señora Robinson cada
noche en un hotel. Benjamín parece despertar de su letargo el
día que conoce a Elena, la hija única del matrimonio Robinson.
Entre los dos jóvenes se despierta una sana amistad que
últimamente redimirá a Benjamín. Elena, sin embargo, huye
horrorizada cuando descubre las previas relaciones existentes
entre su madre y Benjamín. El la sigue a Berkéley y vuelve a
conquistar su cariño. Entre tanto, los Robinson organizan una
boda de conveniencia, y obligan a Elena a casarse con Carl,
Smith, un amigo de la familia. Aunque la boda es en secreto,
Benjamín logra descubrir el sitio y se presenta en la iglesia
dispuesto a impedirla. Parece demasiado tarde: la ceremonia ha
concluido y los nuevos esposos, Elena y Carl, se besan. Desde su
observatorio en el coro, Benjamín llama desesperadamente a
Elena. Y la joven, vestida de novia, se deshace de sus padres y
huye con Benjamín en un autobús público, mientras los asistentes
a la boda quedan encerrados en la iglesia cuya puerta ha
atrancado Benjamín con una cruz de madera.
The Graudate es una antología de lo mejor y de lo menos bueno de
Nichols
como director de cine. Porque si Who’s Afraid of Virginia
Woolf? es para algunos la película de la pareja Burton-Taylor, y
para otros la del escritor Albee, The Graduate, a pesar de estar
basada en la novela de Charles Webb, es la película de Mike
Nichols.
UNA TREMENDA CRÍTICA SOCIAL EN CLAVE DE COMEDIA
The Graduate es, a primera vista, una comedia. Como tal, está
también condicionada en su comicidad por el ambiente americano y
el particular juego idiomático de sus personajes. Pero Nichols
nos ha dado también una tremenda crítica social de la clase
media adinerada de los Estados Unidos, de ese mundo al que
Benjamín se niega a pertenecer pero del que inexorablemente es
una parte integrante. Ben Braddock se siente ajeno a ese
ambiente social, tan ajeno como el pez cautivo en la pecera de
su cuarto, y se complace en contemplar a sus mayores a través
del cristal de la máscara de buzo o desde el supremo aislamiento
protector que le brinda el agua de su piscina. La principal
razón por la que Ben no acaba de decidirse sobre el camino a
emprender en el futuro es el horror instintivo que siente a
transformarse en otro señor Robinson, un pobre hombre sin
profundidad humana de quien ha recibido un “consejo” la noche de
su llegada: «¡Plásticos!». Benjamín se contempla a sí mismo como
un objeto fabricado en serie, el resultado final uniforme de una
sociedad organizada, la recompensa de unos padres que
invirtieron en él todo el dinero necesario para facilitarle unos
años de «formación» en los mejores centros intelectuales del
país. Y todo ello le hastía. La noche de la fiesta en «su honor»
— ¿o de sus padres?— vemos a Ben refugiándose en su cuarto (en
el que aún se ven juguetes de su infancia) mientras una de sus
tías recita a los invitados la interminable lista de los éxitos
escolares de Ben: «director del club de debates, editor del
periódico universitario, capitán del equipo deportivo...».
Benjamín se ve a sí mismo como la suma final de lo que ellos han
hecho de él. Su pregunta angustiosa es, «qué voy yo a hacer de
mi vida ahora?». En su confusión, una sola cosa se le presenta
claro. No quiere hacer de sí mismo un adulto infantil a la
manera de sus padres. Benjamín no reniega de la sociedad, nunca
se identifica con «hippies» o «yuppies». El cree sinceramente en
la posibilidad y necesidad de una juventud responsable,
comprometida, independiente y honesta, una juventud madura con
la madurez de la que carecen sus padres y amistades. Su único
problema está en que no sabe qué camino tomar para obtenerlo. Si
se deja seducir por la señora Robinson, a la que había rechazado
en su primera oferta, es sólo después de comprobar la absoluta
soledad en que se encuentra —el «sonido del silencio» que le
oprime—, la superficialidad de los consejos que recibe de los
adultos (»diviértete por unos días», «plásticos tienen un gran
porvenir»…). Su padre nunca le aconseja, sólo quiere saber su
decisión para entregarle el cheque que pagará sus futuros
estudios. En los mayores tampoco encuentra Ben inspiración. No
hay en ellos un ideal de adulto, ni siquiera la indicación de lo
que ese ideal pudiera ser.
UN DESENLACE NUEVO EN LA VERSIÓN DE NICHOLS
Nichols nos obliga así a mirar, a través de Benjamín, a algunos
valores de la vida americana contemporánea y a rechazarlos como
falsos. Las secuencias tan hilarantemente serias de los
encuentros amorosos en el hotel son una de las mejores
descripciones de la absoluta vaciedad implícita en el uso del
sexo sin amor que ha producido el cine contemporáneo. Nichols
se
aparta de la novela original en el desenlace. Benjamín llega a
la iglesia después que Elena y Carl están oficialmente casados.
Con este nuevo tipo de «happy ending», que a algunos resultó un
tanto blasfemo, Nichols parece querer decimos que más allá de
toda convención social o religiosa, en la vida matrimonial lo
que realmente importa es el amor. No olvidemos que la neurosis y
alcoholismo de la señora Robinson comenzó con una boda a la que
la forzaron por estar ella encinta. Arrancando a Elena de sus
padres y de un esposo, al que ella aceptó en el altar sólo
obligada por las circunstancias, Benjamín no sólo intenta evitar
que se convierta en una copia de su madre, sino que busca a su
manera la afirmación de sí mismo como adulto independiente.
Al ver alejarse a nuestra joven pareja, sentados juntos,
silenciosos, en el autobús, no podemos menos de asentir a lo que
el mismo Nichols declaró más tarde a un grupo de estudiantes:
«...con el final de la película comienzan para Ben y Elena los
problemas reales, aunque tal vez Ben precisaba de Elena como una
ayuda previa pan ser capaz de enfrentar esos problemas.» La
pareja se pierde en la carretera, acompañados en la banda sonora
por un fragmento de la canción The Sounds of Silence: «gente
hablando sin dialogar / gente oyendo sin escuchar...», un tema
musical que está también presente en la primera secuencia del
aeropuerto y que unifica los diferentes episodios del film. Jan
Dawson (Sight and Sound, Summer 1968) ha comentado
acertadamente: «Es tal vez significativo que cuando finalmente
el héroe se escapa con la única persona con quien él dice que
puede conversar, los dos se sientan juntos, en silencio.»
El virtuosismo técnico de la fotografía de Robert Surtees, la
audacia sorprendente de algunas transiciones y la extraordinaria
actuación de Anne Bancroft y Dustin Hoffman no deben
deslubrarnos hasta el punto de ocultarnos los puntos débiles del
film.
CARACTERES INCONSTANTES E ILÓGICOS
Hay, sin duda, inconsistencia e ilogicidad en los caracteres.
Benjamín, el brillante estudiante y deportista de veintiún años,
se comporta como un recién adolescente ante la señora Robinson y
se transforma sin previo aviso en un adulto decidido, seguro,
hasta audaz, luego de conocer y enamorarse de Elena. La muchacha
es también un manojo de contradicciones. La misma noche que se
inicia con llanto e indignación por haberla Ben llevado al
cabaret de Sunset Strip, concluye entre sonrisas y besos. Más
adelante, Elena huye a Berkeley despreciando sinceramente a Ben
a quien cree el violador de su madre, pero acaba por creer en
las protestas de inocencia de Ben y por volver a enamorarse de
él. Ello no impide, sin embargo, el que abandone a Ben para
casarse con Carl..., ni que abandone a Carl junto al altar para
escaparse con Ben. Si bien es cierto que en parte estas
contradicciones se explican por el estado de confusión afectiva
en que ambos jóvenes se encuentran, no es fácil aceptarlas sin
más como naturales. Además, Wulliam Daniel no acaba de romper el
molde estereotipado con el que representa su papel de padre
rico. Los mismos recursos fílmicos de sonido, color,
transiciones auditivas, ángulos de cámara, etc., con frecuencia
parecen ser un fin en sí mismo y distraen la atención más que
ayudan a la acción.
EL SECRETO DEL ATRACTIVO DE EL GRADUADO
¿Cuál es, en última instancia, el secreto atractivo de The
Graduate? Yo diría que es su deslumbrante fotografía en color
fruto de los treinta años de experiencia de Robert Surtees; es
el fondo musical de Paul Simon y Art Garfunkel; es la expresiva
y sencilla belleza de Katherine Ross (Elena); es la perfecta
actuación de Anne Bancroft (señora Robinson). Es todo eso y
también, muy particularmente, la absoluta honestidad de Dustin
Hoffman en su trágico papel de Benjamín. La juventud americana
(no importa de qué edad) ha visto reflejadas en Benjamín y Elena
las dudas, indecisiones, frustraciones, alegrías, amarguras y
ardores de todo adolescente americano que traspasa el umbral de
la adultez. Benjamín, es verdad, no tiene en sí mismo todas las
virtudes que los espectadores jóvenes están dispuestos a
atribuirle, pero Nichols ha sabido crear un carácter
suficientemente humano para ser real y suficientemente ambiguo
para que se convierta en símbolo.
El gran argumento de los jóvenes defensores de The Graduate es:
”Tienes que ver The Graduate dos veces al menos si es que
quieres apreciar todo su simbolismo y su mensaje.”
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Este consejo, que en general es válido para cualquier film
significativo, se aplica plenamente a este segundo largometraje
de Mike
Nichols.
The Graduate no es un film perfecto, y fuera de los Estados
Unidos algunas
de sus buenas cualidades —la inimitable comicidad del diálogo
inglés, por ejemplo — pasarán inadvertidas. Hay en él, sin
embargo, mucho de buen cine, de ese
nuevo buen cine americano que nos hace pensar que Mike Nichols
ha traspasado
también el umbral de la adultez cinematográfica como director.
Confiamos en
que su próxima película, Catch 22, no defraudará las esperanzas
que ponemos
en él.

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