CARA DE PLATA
EL DESAFÍO DE REPRESENTAR A VALLE
Título: Cara de plata.
Autor: Ramón María del Valle-Inclán.
Escenografía: Christoph Schübiger.
Vestuario: María Araujo.
Música: Joan Alavedra.
Iluminación: Quico Gutiérrez.
Realización del video: Álvaro Luna.
Intérpretes: Óscar Rabadán (Pedro Abuín),
Miguel Zúñiga (Manuel Tovío/El Ciego de Gondar), Pablo
Vázquez (Ramiro de Bealo) , Alfredo Alba (El Diácono de
Lesón), Joseph Albert (Manuel Fonseca/Un indiano), Pedro
G. de las Heras (Sebastián de Xogas), Jesús Alcalde (El
Viejo de Cures), Martxelo Rubio (Don Mauro), Raúl Prieto
(Don Rosendo), Andrés Ruiz (Don Ronzalito), Santiago S.
Roldán (Don Pedrito), Eduardo Mayo (Don Farruquiño/Don
Galán, criado del Caballero), Ángel Solo (Un pastor/ Un
penitente), Lucia Quintana (Pichona la Bisbiera), Maite
Brick (Ludovina la Ventorrillera), Carlota Gaviño (La
hija Bigardona/la Coima), Elena González (La
Sacristana/La maragata), Jesús Noguero (Cara de Plata),
Bárbara Goenaga (Sabelita, ahijada del caballero), Chete
Lera (El Caballero don Juan Manuel Montenegro), Enrique
Fernández (Fuso negro, el loco), Pepo Oliva (El Abad de
lantañón), Juan Codina (El Sacristán), y Susi Sánchez
(Doña Jeromita, hermana del Abad).
Música interpretada por Lisboa Zentral Café
(Joan Alavedra, Eduardo Altaba, Salvador Boix, Oriol
Camprodón, Xavier Maureta y Jordi Vidal).
Producción: Centro Dramático Nacional.
Dirección: Ramón Simó.
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero,
13-I-2005. |
Fotos: Javier del Real
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El
teatro de Valle tuvo cerrado el acceso a los escenarios
mientras él vivió y aún muchos años después de su muerte. Al fin
pudimos verle representado y, poco a poco, sus mejores obras
fueron dadas a conocer por compañías de muy diversa condición.
Los teatros universitarios e independientes lo hicieron con
pocos medios y bastante dignidad y, entre las empresas privadas,
hay que elogiar la encomiable labor de José Tamayo, que estrenó
Divinas palabras y Luces de bohemia. También los
teatros públicos le programaron.
El
Centro Dramático Nacional,
que ahora acoge Cara de plata, ha ofrecido a lo largo de
los veinticinco años que han transcurrido desde su creación
Luces de bohemia, La marquesa Rosalinda, La enamorada del rey,
El retablillo de don Cristóbal, Valle X 3 (La cabeza del
bautista, Ligazón y La rosa de papel), Voces de gesta, Comedias
bárbaras (Cara de plata, Águila de blasón y Romance de lobos),
Martes de carnaval y El yermo de las almas. El balance que
cabe hacer del teatro de Valle después de pasar por las
manos de numerosos directores, muchos de ellos entre los más
prestigiosos del país, y de que sus personajes fueran asumidos
por los mejores actores de nuestra escena, es, por una parte,
que la especie que tanto predicamento tuvo de que era bueno para
ser leído, pero irrepresentable, se demostró falsa y sin
fundamento. Algo que ya había señalado Pérez de Ayala, crítico
para el que el teatro poseía pocos secretos. De otra parte, que
su representación es un reto que sólo pueden afrontar con éxito
unos pocos. De ahí que los amantes del teatro del genial
escritor no guardemos un grato recuerdo de cuantas puestas en
escena hemos visto, sino sólo de algunas pocas. Por ello, nos
parezca interesante el propósito anunciado por Gerardo Vera
al hacerse cargo de la dirección del CDN de que Valle
fuera la columna vertebral de su proyecto. El
Teatro Olimpia, cuya
apertura está próxima, llevará su nombre y está previsto que
cada temporada se represente una obra suya. Esa continuidad y
algún otro Valle, como el Romance de lobos que prepara
Ángel Facio para el Teatro Español,
deben permitirnos despejar de una vez por todas las dudas que
aún suscita su teatro, pero también tomar el pulso a la
profesión teatral y a su capacidad para asumir retos de cierta
envergadura. No es una cuestión baladí y en esta primera
oportunidad ha quedado puesta sobre el tapete.
¿Cuál es el problema del espectáculo del que nos ocupamos?
Porque de problema hay que hablar cuando los comentarios de los
asistentes al estreno quedaron plasmados en las críticas
aparecidas en los días siguientes. Una de ellas estaba
encabezada por la frase “sorprendente
fiasco” y se iniciaba con la frase:
“Y pese a todo, seguiremos amando a
Valle”.
Juan Codina (El sacristán) |
Empecemos por la escenografía, diseñada por Christoph
Schübiger. Unas impresionantes rocas negras que ocupan casi
todo el escenario reproducen unas montañas más escarpadas y
desnudas que el roquedo de Lantaño que describe Valle, con sus
ruínas en la cima y verdes brañas en el regazo. Está bien que el
paisaje aparezca más áspero que el que se vislumbra leyendo el
texto, y que los albores alegres hayan mudado en amanecer
lluvioso, como se nos advierte al aparecer la tropa de chalanes
protegidos por paraguas. Está bien, porque no es mal marco para
la bárbara comedia que sigue. También tiene sentido que, en la
superficie pulida de la peña más próxima al proscenio se
proyecten, en la primera parte, hermosos y bravos caballos y, en
la segunda, el bello cuerpo desnudo de una mujer joven. En esas
imágenes se resumen acertadamente los principales asuntos de
este retablo gallego, el de la prohibición del paso del ganado
por las tierras del caballero don Juan Manuel de Montenegro, la
disputa que éste y su hijo Miguel, apodado Cara de Plata,
mantienen sobre la posesión de Sabelita, doncella virgen e
inocente, ahijada del primero. Más enseguida se advierte que el
protagonismo de la escenografía desborda todo lo imaginable. Las
rotundas rocas se convierten en tres filas de gruesos cortinones
pétreos que se abren y se cierran para acotar los espacios en
los que se desarrolla la acción, que sólo pueden ser
identificados por el atrezzo. Como los espacios son muchos, el
movimiento es continuo, hasta el punto de resultar molesto. Es
una escenografía tan llena de vida que se diría que actúa,
distrayendo la atención del público, algo que empieza a ser
frecuente en las actuales puestas en escena. Esto favorece la
espectacularidad, pero perjudica lo esencial del teatro
representado, que es conocer el contenido de un texto a través
del trabajo de los intérpretes.
El reparto de
Cara de plata es solvente. Sin embargo, sorprende
que sólo unos pocos actores respondan satisfactoriamente a lo
que se esperaba de ellos: Lucía Quintana, en el papel de Pichona
la Bisbisera, y no siempre Pepo Oliva, en el Abad. Los demás,
salvo Chete Lera, van y vienen por el escenario gesticulando y
gritando el magnífico texto. Lera, muy contenido, está lejos de
parecerse al hidalgo mujeriego, despótico, hospitalario y
violento con el que es descrito en la acotación que anuncia su
entrada en escena. Al contrario, tiene un aire de señor feudal
amable y un atractivo que no se corresponde con el talante que
muestra a lo largo de toda la trilogía. Una escena esencial como
la que inaugura la tercera parte, en la que Sabelita cede al
acoso de Montenegro, pasa sin pena, ni gloria. Que otras
escenas, entre ellas la de la partida de naipes, sean más
convincentes, apenas reducen el desencanto. ¿Se ha entendido a
Valle? Ramón Simó, el director, hizo, en vísperas del estreno,
unas declaraciones que, tal vez, arrojen alguna luz sobre lo
sucedido. Decía que le gusta leer las obras clásicas como si no
conociera el texto, ni al autor, para así ofrecer una mirada más
teatral que filológica o literaria. Es posible que la receta no
sea aplicable al teatro de Valle-Inclán.
Más información
CARA DE PLATA - Información General
CARA DE PLATA - Entrevista
CARA DE PLATA - RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN - Crítica
COMEDIAS BÁRBARAS - Crítica
Jerónimo López Mozo
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Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero
y
Sala de la Princesa.
Director: Gerardo Vera
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 – Madrid
Metro: Colón, Banco de España, Chueca.
Bus: 5,14,27,37,45,52,150
RENFE: Recoletos
Parking: Marqués de la Ensenada,
Pz de Colón, Pza del Rey.
Tf. :91 310 29 49
ServiCaixa 902 33 22 11
Venta Internet:
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Día del Espectador: miércoles (50%)
Descuentos: Grupos. Tercrera Edad, Carnet Joven
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